
Un 10 de julio, hace 123 años, nació en Camagüey Nicolás Guillén, poeta nacional de Cuba, cuya obra destaca por ser un espejo de la identidad cubana, por retratarnos en cuerpo y sobre todo en alma.
Aunque fue también periodista, sobre todo a través de poesía afrocubana Guillén mostró su compromiso con las raíces patrias haciéndolas poesía, donde el compromiso social y político afloraba siempre como parte de sus esencias de buen cubano.
Defensor ferviente de la cultura negra y del mestizaje, acuñó el término "color cubano" para describir la mezcla racial y cultural de la Isla, la transculturación y el mestizaje, que ya el etnólogo y antropólogo cubano Don Fernando Ortiz había catalogado genialmente como un ajiaco.
Al triunfar la Revolución fue presidente de la UNEAC y embajador de Cuba en Brasil, distinguido siempre por monumentales obras que eran de sus mejores avales como poeta: Motivo de Son, Sóngoro Cosongo, Poemas Mulatos, Cantos para soldados y Sones para turistas. Muchos de sus poemas han sido musicalizados por prestigiosos músicos cubanos y extranjeros, porque sus entregas eran sonoridad, ritmo y cadencia.
Murió en La Habana el 16 de julio de 1989, pero donde quiera que un cubano mira a los ojos del otro desde sus raíces más ondas, donde quiera que se escucha una honda carcajada y también en cualquier lugar donde un ceño se frunce ante la injusticia, está la voz honda y grave, cadenciosa y venida de su corazón del pueblo, de los que no saben componer versos, invitando a que:
Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa,
allá sobre el horizonte…
