Reunidos en agradable reunión, los personajes de esta historia disfrutan los placeres de los sentidos. Según la convención plástica, solo aparecen representados tres: el gusto (referido por las frutas); el olfato (las flores) y el oído (el archilaúd).
El tacto y la vista no fueron recreados con la tradicional ave picoteando y el espejo, según mandaban las normas tácitas de la escuela flamenca; pero es evidente que los invitados a este cónclave también tocan y miran las maravillas de la buena vida y la excelente compañía.
Fechada en 1630 y atribuida al maestro Jan Cossiers, destacado artífice de la pintura de género en Amberes, la obra es un ejemplo destacado de una tendencia que se acercó a los pequeños asuntos de la existencia, lejos de la magnificencia de las recreaciones bíblicas o las crónicas de grandes batallas.
El espectador puede contagiarse con este espíritu lúdico y puede incluso inventarse la conversación que se desarrolla a la mesa... muy interesante a juzgar por la expresión de la señorita que se asoma detrás de la cortina.