Con diferencia de pocas horas, dos torneos élite del deporte cubano vivieron serias indisciplinas: la Liga Superior de Baloncesto y la Serie Nacional de Béisbol.
Someramente abordamos lo sucedido entre Capitalinos y Sancti Spíritus en la Sala Polivalente Ramón Fonst, donde tras la conclusión del choque, algunos jugadores de ambos equipos se pelearon a los puños en plena cancha, y la porfía involucró incluso a aficionados, lo cual provocó la intervención de la Policía.
Las sanciones impuestas por la Federación cubana de la disciplina hablan por sí solas de la gravedad de los hechos, pues Edson Franklin Standard estará fuera por dos años de todo evento nacional e internacional de este deporte, mientras que otros jugadores fueron sancionados con más de un juego de castigo, varios de ellos, atletas incluso de preselección nacional.
Desde estas páginas hemos abogado siempre por la mesura dentro y fuera del campo, y también desde las oficinas, para no dañar el espectáculo, pero cuando las aguas se salen del nivel hay que actuar con rigor.
Lo mismo va para la pelota, porque lo que vimos este sábado es inconcebible.
Todos somos seres humanos y tenemos sangre en las venas, pero cuando estás representando a una provincia, incluso a un barrio, tienes una responsabilidad que va mucho más allá de tu persona, por lo que tienes que comportarte de manera ejemplar, porque otros se ven reflejados e identificados contigo.
Sucedió que un impresentable, en las gradas del estadio José Antonio Huelga, estuvo todo el juego insultando al jardinero matancero Ariel Sánchez, hasta que este explotó y lanzó una pelota a las gradas.
Vamos por partes. Nadie tiene derecho a ir a un recinto deportivo a insultar a un atleta, y es OBLIGACIÓN de las autoridades poner coto a estos hechos. Al primer insulto, hay que llamarle la atención al maleducado, y a la segunda ocasión, sacarlo inmediatamente, porque nada le da derecho a ofender a otros. Eso fue lo que debió ocurrir, pero, lamentablemente, no sucedió en esta ocasión.
No obstante, los jugadores tienen que sacar paciencia de donde no hay para soportar estas cosas y no reaccionar de manera violenta. Lo que salió para las gradas fue un misil, un arma letal. ¿Se imaginan que hubiera golpeado a un niño o una niña? Es sencillamente intolerable, y el árbitro actuó como debe ser, expulsando inmediatamente al jardinero. El mismo Armando Ferrer, que protestó airadamente la decisión por el calor del juego y por lo que representaba para su equipo, de seguro reflexionó con cabeza fría y se dio cuanta de que esta conducta no se puede tolerar.
Si mal estuvo el «aficionado», peor estuvo Ariel, y mucho peor las autoridades que no hicieron nada para evitar esta situación. Al final, se trata de una cultura de la ofensa que desgraciadamente se ha instaurado en parte de la afición, pero hay que desterrarla de una vez por todas. Como mismo dentro del terreno hay un árbitro para evitar broncas entre jugadores, fuera las fuerzas policiales, que están presentes en todo evento deportivo, tienen que poner orden, porque las agresiones no son solo físicas.
Se trata de dos hechos en los cuales las indisciplinas han sido mucho más graves porque han estado tanto dentro como fuera de los terrenos. Que cada cual haga su parte y seguramente tendremos un verdadero espectáculo, y no una mancha en nuestra sociedad, porque al final el deporte es solamente un fenómeno social más.