ZONA CRÍTICA: Fin de Bienal

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Bienal de La Habana

Especiales

Por:

Yuris Nórido/ CubaSí

Fecha de publicación:

3 Mayo 2022

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Con el mes de abril concluyó la tercera y última experiencia de la XIV Bienal de La Habana y es tiempo de reflexionar sobre su impacto en el panorama de las artes y en el público en general.

Lo primero que hay que reconocer es la realización misma de una cita demandante, compleja, múltiple... en una época particularmente difícil para la nación y el mundo. La Bienal es una apuesta decidida de un entramado institucional y, sobre todo, de los artistas, por la socialización de un arte comprometido con sus circunstancias, un arte que es mucho más que mera recreación lúdica, que es más que evasión de un contexto, o una construcción ideal, un remedo utópico.

Algunas de las propuestas de esta Bienal reafirmaron la capacidad de diálogo del arte, vía legítima para el posicionamiento y el debate sobre temas acuciantes del momento, abarcando un amplísimo espectro temático, conceptual.

El arte no solo está para hacernos más hermosa la vida (aunque para eso también está); además puede ser catalizador, generador de polémicas, testimonio de procesos... y eso no significa que extravíe sus presupuestos esenciales, eso no significa que haya que instrumentalizarlo en función de determinadas demandas, o que pueda o deba sustituir a otras instancias y mecanismos sociales y políticos. Mucho de ese arte estuvo a disposición del público en esta Bienal.

Ahora bien, no siempre contó con el acompañamiento eficaz de la crítica, al menos en los medios generalistas de comunicación. Faltaron socialización, coordenadas, análisis que consolidaran jerarquías. Eso, por supuesto, no es una responsabilidad de los artistas, sino de los propios críticos y de los decisores en los medios.

Hubiera hecho falta hablar más sobre propuestas puntuales y sobre la articulación conceptual de la gran curaduría de la Bienal. Nuestra crítica de arte se regodea en los espacios académicos y especializados... y descuida al público mayor. Hubo espacios teóricos en esta Bienal, pero su alcance fue relativamente reducido, por más de que se promovieran en las redes sociales.

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Quizás haya incidido la mayor extensión de la cita, pero lo cierto es que buenas convocatorias se diluyeron en la programación general de las artes de esta ciudad. La exposición Regreso al porvenir, por ejemplo, pudo haber recibido muchos más espectadores. Y también sucedió que muchas de las obras emplazadas en los espacios públicos de La Habana y otras ciudades no motivaron al público. Fue una Bienal sin grandes sucesos populares. Y una obra, fuera de los espacios convencionales de exhibición, necesita establecer una comunicación inmediata con la gente, ya sea por su atractivo visual o por la contundencia y la diafanidad de su concepto.

El proyecto Detrás del muro, por ejemplo, no cubrió las expectativas del público. Y en otros lugares muchas personas pasaron de largo sin notar ni siquiera que había arte en su camino.

No obstante, hubo Bienal. Y la propia realización fue un punto a favor en esta lidia simbólica en la que estamos inmersos. Los llamados al boicot fracasaron en buena medida. No vinieron todos los invitados, pero vinieron casi todos. Y artistas de valía, cubanos y de otros países, atendieron una convocatoria que no fue el aparataje propagandístico que avisoraron sus detractores. Hay que defender los espacios del arte, su autonomía, su talante incisivo. En ese sentido la Bienal sigue siendo una plataforma de privilegio. Es preciso aprovecharla más y mejor.

Obra de la exposición Regreso al porvenir. Foto: Yuris Nórido