Vincent Van Gogh, el drama de un artista genial

“Es inútil: la tristeza durará toda la vida”, exclama el pintor Vincent Van Gogh.

Al filo del ocaso, lanza este último quejido que se clava en el corazón de su hermano Theo, su gran amparo. Vincent desfallece y, en su hora postrera, la más fuerte crisis de desesperación lo invade. Como en otras ocasiones Theo corre en su auxilio al enterarse que el atormentado artista se ha disparado un tiro en el pecho.   

Abandonado por los que creyó sus amigos, por las mujeres que amó y, en especial, sufriendo el desprecio de quienes catalogaban su pintura como la obra de un demente, Van Gogh sintió que todas sus esperanzas se perdían.

¿Estaba en realidad loco? Hasta el momento, los psiquiatras no han logrado establecer qué clase de desajuste sufría tan singular artista. Lo que no se puede negar es que su existencia está envuelta en un halo de leyenda que el tiempo no ha podido opacar.

Vincent Van Gogh nació el 30 de marzo de 1853 y muy joven trabaja como empleado en la Casa Goupil, cuyas exposiciones se hicieron célebres en las grandes metrópolis del mundo.

El muchacho comenzó a interesarse por el arte y la estética, fundamentalmente en el período que permanece en Londres como vendedor. De pronto, una mujer asoma a su existencia por entonces gris. Ella se burla de él, quien no puede resistir aquel primer fracaso amoroso y, enfermo, con los nervios destrozados, regresa a su país.

Trabaja en una librería, pero al cabo decide convertirse en pastor religioso. Realiza su labor con los mineros y junto a estos obreros, que viven en las peores condiciones, experimenta los mayores sacrificios. Cae extenuado cuidando a los niños enfermos. Inagotable en su misticismo, lucha por los que nada tienen. Le piden moderación y, como no obedece, limitan su labor y por último lo retiran de su misión.  

En una carta a un pastor, Vincent decepcionado, expresa:

-Me tienen por loco y echan como a un perro, reprochándome que escandalizo a la sociedad porque acuso a los ricos de la miseria de esta pobre gente.

Aquel pueblo minero, que supo amarlo, lo acompañó el día de su partida, mientras él cabizbajo, abandonaba la aldea.

Entonces dedica todos sus afanes a la pintura. Hizo estudios en la Academia Real de Bellas Artes en Bruselas y en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes.

A su regreso a Holanda se enamora esta vez de una prima, quien no lo acepta. Vincent pone sus manos sobre la lumbre de una lámpara y decide no quitarlas hasta que ella corresponda a su amor. El tío de la muchacha lo echa a la calle sin contemplaciones.

Otra pasión toca su alma. Ahora es una meretriz embarazada y con una hija con la que convive un año; es una unión degradante, pues ella continúa prostituyéndose. Madre e hija le sirven de modelo. El débil lazo que los une se quiebra. En 1886 se instaló en París y en Montmartre se codeó con figuras como Paul Signac, Toulouse-Lautrec y Paul Cézanne, entre otros.

Él sigue con sus pinturas sin lograr venderlas; sólo Theo lo socorre económicamente por lo que el inminente matrimonio del hermano se le antoja a Van Gogh la peor de todas las catástrofes. Después de un peregrinaje por distintos lugares, se detiene en Provenza,  y la luz, el sol meridional, lo llenan de alegría. ¡Al fin el sueño que había perseguido! Dibuja, pinta con deleite, aunque sufre físicamente por la sífilis que le han contagiado. Funda una comunidad de artistas: “El estudio del mediodía”, para lo cual decora La casa amarilla. El primer invitado es Gauguin, con quien sostiene una veleidosa amistad, pues son dos polos opuestos.  
 
Durante una fuerte discusión, Van Gogh, armado de una navaja, intenta atacar a Gauguin, pero la mirada fría de este hombre arrogante lo paraliza. Alrededor de este episodio hay varios comentarios. Se ha dicho que Gauguin ocasionó la herida en la oreja al que hasta ese momento era su amigo. Otros aseguran que fue el propio Van Gogh, quien en un momento de rabia tomó esa determinación. Lo cierto es que envolvió en un paño su mutilada oreja y la llevó a una prostituta, a la que gritó: ¡“Ahí tienes un recuerdo mío”! Ingresado en un hospital, los médicos certifican: “Manía aguda con delirio generalizado”.
 
Luego, el pintor ingresa en un manicomio donde toma de nuevo los pinceles. Pinta en forma de comas, de volutas, bastoncillos o hace espirales. No obstante, su obra no es el reflejo de un desorden mental: todo en la composición es pensado y lógico.

De su primera etapa son importantes los lienzos El telar y Los comedores de patatas. En quince meses pintó más de doscientos cuadros que son verdaderas obras de arte como los titulados Barcas en la playa, El café en la noche, Girasoles,  Retrato del doctor Gachet, único grabado en agua fuerte que se conoce del artista. Además Campo de iris, El jardín del hospital, Campo de trigo de los cuervos. Obsesionado por su propio rostro lo llevó a la tela varias veces, como cuando pintó Autorretratos de la oreja cortada.

Hizo tres exposiciones y, entre ellas, la de 1890 en París en el Salón de los Independientes.

La muerte, ¿dónde esta la verdad?

A los 37 años, falleció el 29 de julio de 1890 en Auvers, localidad cercana a París. Existe la versión oficial de que Van Gogh se suicidó de un tiro; otros investigadores manejan la tesis de que murió de un disparo accidental cuando dos adolescentes jugaban con una pistola; la familia era amiga del pintor y no quiso incriminar a los muchachos. Las teorías aumentan con  el tiempo.

Van Gogh apreciado hoy como uno de los grandes maestros de la pintura no solo legó su personal poética, sino sus antológicas Cartas a Theo. De las más de 800 misivas que se conservan del pintor alrededor de 650 se las escribió a su hermano menor Theo, marchante de arte y quien tanto lo ayudó. Esta correspondencia es un vivo testimonio de la vida azarosa del genial artista.

En la actualidad, sus obras se comercializan en sumas astronómicas. En 1990 fue vendido en subasta su cuadro Retrato del Dr. Gachet en 82.5 millones de dólares y se consideró en aquel momento que era la pintura más cara del mundo.