Susana Pous regresa al Ballet Nacional de Cuba

Susana Pous regresa al Ballet Nacional de Cuba
Fecha de publicación: 
16 Marzo 2023
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Susana durante uno de los ensayos en el Ballet Nacional de Cuba. Fotos: Ingo Meyer / Cortesía del BNC

Susana durante uno de los ensayos en el Ballet Nacional de Cuba. Fotos: Ingo Meyer / Cortesía del BNC

Susana Pous nació, creció y se hizo bailarina en España… pero es una coreógrafa cubana. Durante más de veinte años ha desarrollado una carrera en este país, que la ha distinguido en el panorama de la danza nacional. Directora de MiCompañía, una agrupación con la que ha obtenido el reconocimiento de la crítica y el público, estrena el 17 de marzo con el Ballet Nacional de Cuba una pieza en la que revisita un referente indiscutible de la cultura local: La bella cubana.
 
—¿Por qué Otra bella cubana?

—Pues en la concepción musical, a cargo de Eme Alfonso (con quien habitualmente trabajo), uno de los temas que su utilizan es precisamente La bella cubana, de José White. Y se trata, en definitiva, de explorar otra manera de asumir ese referente. Al final, regreso a una historia femenina. Yo creo que en mi obra siempre está esa recreación de un mundo esencialmente femenino. Y el contexto refuerza esa inspiración, pues vivo rodeada de mujeres cubanas.

—¿Y cómo asume esa referencia cultural?

—Creo que el acercamiento es más bien desde una visión de lo social. Los que conocen mi trabajo saben que me interesa mucho la indagación en el ser humano, en los conflictos de las relaciones interpersonales. Y ahora estoy aquí, soy una mujer, y creo que me corresponde como artista, que me toca ofrecer mi visión sobre la feminidad, sobre el rol de la mujer en una sociedad. Y esa sociedad es esta, la cubana. Me interesa el rol de la mujer aquí y ahora, y las posibles respuestas a ciertas demandas que se les plantean a las mujeres, sobre todo esa de concordar con una imagen determinada de belleza.

—Regresa a una compañía que conoce hace tiempo…

—Es que esta compañía fue mi puerta de entrada a Cuba. Hace veinticinco años yo llegué a este país invitada por el Ballet Nacional. Fue la agrupación que me recibió, que me acogió. Nunca imaginé que Cuba iba a llegar a ser mi hogar durante un cuarto de siglo. Cuando entré de nuevo al salón, recordaba quién era Susana en el momento que por primera vez entraba en este edificio. Era una mujer cargada de emociones, de vivencias. Llegaba, asistiendo a la coreógrafa María Rovira, a una ciudad absolutamente desconocida, a un país del que ignoraba muchas cosas. Y ahora es también mi país. El lugar donde vivo. El lugar donde he criado a mis hijas. Y aquí me desarrollé como artista. Aquí nació la cubana que también soy. Y la Susana coreógrafa. Y en ese país terminé por crear mi propia compañía.

«Entonces siento de una manera muy íntima (que quizás no tenga que ver con lo que vaya a compartir con el público como artista) que es el fin de un ciclo y el comienzo de un ciclo nuevo. Que el Ballet Nacional, que Viengsay Valdés y su equipo me inviten, ya en calidad de coreógrafa, es como cerrar el círculo. Y esta Susana ya no es aquella».

—Pero dirige una compañía de autor y ha sido invitada a una compañía de repertorio, con bailarines que poco o nada se parecen a los que tiene en su agrupación… ¿Qué desafíos le plantea esa circunstancia?

—Muchos. El primero es la cantidad de bailarines. Estoy acostumbrada a un elenco pequeño, que conozco muy bien. Casi siempre son los mismos intérpretes, yo no suelo tener dobles elencos. Mi trabajo es habitualmente más íntimo, más directo. Hay procesos más largos de investigación. Y mis bailarines me conocen también, saben de mis dinámicas, de mis obsesiones. Y de repente llegas a esta compañía, donde la lógica es otra. Los bailarines trabajan con otros coreógrafos, con otros maestros; entran y salen de ensayos, de clases, de disímiles procesos de trabajo. Y son muchos.

«Claro, tengo que reconocer que este grupo se ha volcado de a lleno al trabajo, se han ido abriendo a mi manera de entender la danza. Pero yo he sido también muy respetuosa. No he venido a imponer ni a imponerme. Me interesa escuchar. Que me escuchen y a escuchar. Quiero entender y aspiro a que me entiendan. Y al final se trata de consolidar un diálogo.

«Este tipo de trabajo me estimula mucho, me plantea ciertos cambios de perspectiva. Y es algo muy positivo en función del futuro. Siempre he dicho que el coreógrafo es también un aprendiz.

«Es singular como al principio nos veíamos desde lejos, nos fuimos acercando, y ahora sabemos que compartimos una responsabilidad. Yo tengo una responsabilidad como artista, la de la propuesta. Pero son ellos los que van a defender esa propuesta sobre el escenario. Y para eso tienen que hacer suya esa proposición.

«La dinámica en el Ballet Nacional es muy rápida, tienes pocas horas para el montaje, tienes que ser muy precisa. Y eso me ha puesto en una situación muy interesante».

—¿Hasta qué punto cree que el Ballet Nacional de Cuba debería asumir la creación de coreógrafos que van más allá de la técnica y el estilo académico?  

—Yo creo que no es cuestión de deber, o de responsabilidad. Yo creo que ahora mismo hay una voluntad. Y el más reciente Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso abrió una puerta. Sería genial que tanta energía creativa que por ahí abunda se encauzara por ese camino. Siempre he defendido la idea de que la danza debe asumirse como un todo, en una unidad que no significa uniformidad. El arte no puede plantear límites. El arte debe plantear siempre aperturas.

«El Ballet Nacional de Cuba, por supuesto, debe defender una identidad; debe honrar un legado, que es tan importante para la danza y la cultura en el país y en la región. Pero, al mismo tiempo, es saludable que establezca puentes con otras maneras de asumir la danza, con otras estéticas. Y eso no va en detrimento de su propia identidad.

«Esa es, en definitiva, la esencia de la cultura, que es siempre integración. Y también riesgo. Porque el riesgo es consustancial a la evolución».

Además de la obra de Susana Pous, el programa que se presentará durante dos fines de semana en la sala Avellaneda del Teatro Nacional comprende una pieza del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante, titulada A fuego lento. Este ballet expone cómo crecen los primeros sentimientos de amor y deseo en una persona, como un fuego que quema desde dentro. Cada escena muestra un grado de intensidad emocional, sobre la sensual música de Lalo Schifrin, Astor Piazzolla, Carlos Gardel y S. Kosugi.

De Ricardo Amarante se repondrá Love, Fear, Loss, o sea, Amor, Temor, Pérdida, con música de Édith Piaf, Marguerite Monnot, Jacques Brel y Charles Dumont. También se podrá apreciar una de las obras más exitosas entre las recientes interpretaciones de la compañía: Concerto DSCH, coreografía de Alexei Ratmansky, con música de Dmitri Shostakovich.

Funciones 17, 18, 19, 23, 24, 25 y 26 de marzo. Ya se venden las entradas en la taquilla del Teatro Nacional.   

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