OPINIÓN: Tenemos que liberar la ternura
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Los versos finales de Subversiva se ha vuelto la ternura son un llamado del poeta Waldo Leyva a un planeta náufrago: «En el hombre hay dos manos /- ¡por Dios que no se olvide!- /que pueden estrecharse y levantar un muro /y acariciar unidas y amasar y golpear. / Sus manos son su esencia/ su única capacidad para el abrazo».
Palabras que se entroncan con la cita aparecida en el escrito de Frei Betto Un mundo a la deriva (Granma, marzo 3 de 2022): «Conviene escuchar a los sabios: “Ha llegado el momento, no hemos de esperar más. Oigamos al ser humano que habita en cada uno de nosotros y clama por nuestra humanidad, por nuestra solidaridad, que insiste en hablarnos y hacernos ver al otro que da sentido a nuestra existencia y es su razón de ser, sin el cual no somos y jamás seremos humanos en el sentido de esa palabra”. (Rubem Alves: A escutatória)».
Betto reflexiona en párrafos antepuestos: «Hasta mediados del siglo XX (...) las personas sostenían vínculos comunitarios más estrechos... Se relacionaban durante toda su vida con parientes, amigos. Abuelos, padres y hermanos vivían, casi todos, próximos unos a otros. Eso reforzaba los nexos comunitarios, la autoidentidad, el sentido de cohesión». Se duele entonces: «Todo esto se derrumbó con la movilidad geográfica facilitada por la posmodernidad. El barco que conducía al clan familiar fue al encuentro de los peñascos de la sociedad consumista y fracasó. Todos quedaron a la deriva».
Agrega: «A lo anterior se suma un nuevo factor que agrava la ansiedad, la soledad, las actitudes narcisistas: la aldea digital».
Maravillosa creación que mal usada mella: «De ahí, la fábrica de odio, de fake news, de todo lo que haga sobresalir por encima de los demás. La emoción prevalece sobre la razón. Y la imposición sobre el diálogo. Millones de pequeños dictadores emiten su verdad acerca del mundo, aunque sea una clamorosa mentira, y así fusilan virtualmente a todos los que se les opongan». En esas acciones hay tanto de animadversión, aun de fascismo contra los que luchan por un mundo mejor. Es la vieja batalla de la perversidad contra la bondad.
No son pocos los que, teniendo a quien aman al lado, prefieren declararse por la máquina, sin observarle de cerca. Profesionales hay que, teniendo a varias cuadras el objetivo de su entrevista, le envían el cuestionario y esperan la respuesta por la máquina, sin importarles los rasgos físicos, la voz, los movimientos, el hogar aportadores y entablar una conversación incluso discrepante en algunos aspectos. Esa lejanía lacera humana y profesionalmente.
Fidel expresó que los Comités de Defensa de la Revolución son el mejor amigo del barrio. Su vigilancia existe precisamente para que lo humano no sea menoscabado: su dirigencia debe ser acero contra el enemigo corruptor y destructor, y ternura forjadora, salvadora de la mayoría, desde el ejemplo y las palabras convincentes. Heridas graves sufren las personas con el encarcelamiento de la ternura. Lo avisó hace mucho tiempo —en ese momento no lo entendí plenamente— el cantante Pedro Calvo con su «Nadie quiere a nadie, se acabó el querer...»
Estaba ocurriendo acá donde construimos una sociedad basada en el amor para salir de los tentáculos del rencor de una vieja sociedad que debemos vencer. Esos golpes han crecido desde las fuerzas reaccionarias de afuera y adentro. Y la miseria espiritual es la peor de todas las miserias. Los versos iniciales de Subversiva... son un grito angustiado:
«Lo humano va muriéndose en el hombre. / Cada día es menos el amor, menos la risa. / Subversiva se ha vuelto la ternura. La infancia se ha perdido. / Ya no hay atardeceres, / ni violeta el mar en los crepúsculos. / Es raro encontrar quien se enamore, quien quede sin palabras/ para nombrar el susto que le deshace el pecho, / que le llena de trampas la garganta». Abundan quienes mantienen encadenado ese misterio, ese susto llamado amor. Y sin ese sentimiento muy poco puede hacerse. Alimentemos la capacidad para el abrazo, escuchemos al ser humano que habita en cada uno de nosotros y clama por nuestra humanidad, por nuestra solidaridad, para conducirlas a la existencia a partir de lo cotidiano. Para derrotar a los enemigos de la bondad es indispensable liberar la ternura.
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