La inocentada que noqueó a un plagiador

La inocentada que noqueó a un plagiador
Fecha de publicación: 
28 Diciembre 2022
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El rey Herodes de los judíos, llamado el Grande (será un gran asesino), ordenó la matanza de todos los niños, en especial a los menores de dos años, en el cuatro de nuestra era, asustado por el vaticinio del nacimiento de una criatura que le traerá la pérdida del poder, de las riquezas. Era un rey: no es de extrañar que esa “sangre distinguida” traiga el derramamiento de la roja. Aunque el Mesías nació -según los creyentes cristianos- la carnicería fue llevada a cabo.
 
Y el 28 de diciembre es declarado el Día de los Inocentes con posterioridad. Con el tiempo, la ceremonia religiosa por aquella carnicería acogió otros caminos. Aunque cada pueblo la adaptó a su manera, el olvido la ha golpeado.
Cuba no es excepción. Aquí le agregamos cierto humor: estamos acostumbrados a tener la presencia de esa manifestación tan nuestra aun en lo más serio: bálsamo de los dolores, alimento para evitar las cadenas y continuar adelante.

En dicha fecha, la víctima era escogida para narrarle un suceso, informarle sobre una decisión, un proyecto, un premio, la venta de cierta mercancía cara a menos precio o invitarle a un fiestón, cualquier cuestión falsa casi siempre muy ligada a su interés. Después, la voz, muchas veces colectiva, le soltaba el sabroso ¡inocente! En ocasiones, la broma no era cortada enseguida: el seleccionado iba al festejo, intentaba adquirir el ansiado producto, la decisión o el galardón tan esperados se evaporaban. Hasta disgustos hubo cuando se quebró la rosca.

A mediados del siglo pasado, Elio Constantín, un magnífico periodista -lo siguió siendo aun con superior potencia después del triunfo de la Revolución- comprobó que sus escritos acerca del balompié publicados en el diario matutino donde laboraba, eran plagiados en un vespertino por un colega. Ideó darle una lección al ladrón de ideas. En aquel diciembre esperó el día oportuno y en su texto vino, con lujos de detalle, la noticia de la próxima apertura de una nueva Liga Profesional de Fútbol en el país. En el rotativo de la tarde, el plagiador dijo lo mismo con algunos cambios en las palabras y el orden de los párrafos, sin nombrar al autor de la información original ni decir de cual lugar la había tomado.
 
Al siguiente día, Elio esclareció que lo publicado en la mañana anterior era un invento suyo, una broma por el Día de los Inocentes y, luego, dio paso a varias noticias verdaderas relacionados con el más universal de los deportes. Aquel chutazo resultó un gol que noqueó al copiador: al no poder explicar sus líneas tan embarradas de mentiras, estuvo varias semanas sin ocupar un espacio en la página del diario en el que trabajaba. Salió bien: mantuvo el empleo a pesar de la inocentada noqueadora sufrida.

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