La filosofía del nasobuco

La filosofía del nasobuco
Fecha de publicación: 
19 Febrero 2023
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Foto: Granma

Podría parecer un texto a destiempo este sobre nasobucos. Pero no lo es.

Aun cuando en Cuba han quedado atrás los episodios más terribles de la pandemia, todavía no le hemos dado el adiós definitivo.

Tampoco en el mundo el asunto es agua pasada. Al momento de redactar estas líneas, la Organización Panamericana de la Salud reportaba en las últimas 24 horas en las Américas un total de 224 mil 448 nuevos casos y más de 3 mil muertes.


Foto: tomada de paho.org

A nivel mundial, entre el 16 de enero y el 12 de febrero último, se habían registrado más de 6,7 millones de nuevos casos y más de 64 mil muertes, un 92 por ciento y un 47 por ciento menos, respectivamente, que en los 28 días anteriores, según el informe semanal emitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Considerando la actual situación a instancia global, la OMS actualizó a mediados del pasado mes sus directrices sobre el uso de mascarillas o nasobucos, y en estas ratifican que «habida cuenta de que la COVID-19 se está propagando en todo el mundo, se recomienda usar mascarilla en determinadas situaciones, con independencia de la situación epidemiológica local».

Sugieren usar mascarilla:

-A las personas expuestas recientemente al virus 

-A las que tengan o sospechen que tienen COVID-19

-A quienes corran un riesgo elevado de presentar síntomas graves de esta enfermedad

-A todas aquellas personas que deban estar en lugares abarrotados, cerrados y con mala ventilación

Asimismo, la OMS agrega que «puede ser conveniente llevar mascarilla en otras situaciones, en función de la evaluación de los riesgos. En este sentido, se deben tener en cuenta factores como las tendencias epidemiológicas o el aumento de las hospitalizaciones a nivel local, la cobertura vacunal, la inmunidad de la población y las características del lugar o el evento».


Foto: Getty Images

Al terminar enero, la decimocuarta reunión del Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario Internacional (2005) sobre la pandemia emitió una Declaración donde se expresa preocupación por el riesgo continuado que plantea la COVID-19, con un número todavía elevado de muertes, en comparación con otras enfermedades infecciosas respiratorias.

Dicha preocupación también incluye entre sus motivos —apunta el documento— la insuficiente adopción de la vacunación en países de ingresos bajos y medianos, así como en los grupos de mayor riesgo a nivel mundial, y la incertidumbre asociada a las variantes emergentes. 

Los miembros de ese Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario Internacional subrayaron que el cansancio por la pandemia y la percepción entre el público de que se ha reducido el riesgo han llevado a que se utilicen mucho menos medidas sociales y de salud pública, como el uso de mascarillas y el distanciamiento físico.

En Cuba

En cuanto a nuestra Isla, no se confirman pacientes graves ni críticos en los Cuidados Intensivos, según informa el Minsap, pero aun así, todavía no es hora de olvidarnos totalmente del nasobuco.

Aunque desde el 31 de mayo del año pasado no es obligatorio su uso, al comunicar esa buena nueva, asociada, entre otras cosas, a la efectiva estrategia desplegada por el país en el enfrentamiento al coronavirus, el Minsap aclaró que se eliminaba esa obligatoriedad «excepto en consultas médicas y servicios de hospitalización que así lo requieran».


Foto: Ramón Espinosa / AP

En coincidencia con lo que ahora reitera la OMS, también se indicaba que sí debían usar mascarilla quienes presenten síntomas respiratorios, las personas vulnerables como medida de protección, no solo ante la COVID-19, y también recomendaba su uso en escenarios con concentración de personas.

Pero ¿en qué medida ello se está cumpliendo? Ya va siendo cada vez más usual escuchar que te estornudan o tosen al lado y, al mirar, es alguien sin nasobuco.

Igual un conocido o vecino te comenta del tremendo catarro que tiene, con fiebre incluso, y lo hace a rostro descubierto, como también van aquellos otros que asisten al trabajo o a la escuela pañuelo en mano «porque esta gripe no me suelta» y, sin embargo, ellos han soltado el nasobuco quién sabe en qué gaveta del olvido.

En realidad, el uso del nasobuco encierra toda una filosofía de autocuidado y también de consideración con el prójimo que debiera ir más allá de obligaciones o recomendaciones sanitarias. 

Tanto es así, que cuando el mundo ni imaginaba que iba a ser vapuleado por el microscópico Sars-CoV2, ya en algunos países, sobre todo asiáticos, era un hábito llevar mascarilla.


En Japón, durante el período Edo (1603-1868), ya las personas se cubrían el rostro con un pedazo de papel o una rama de sakaki, planta considerada sagrada, para evitar que saliera su aliento «sucio» al exterior, informa BBC. Foto: Getty Images

Porque hacerlo no solo habla de la responsabilidad de cada quien con su salud, también evidencia una educación y cultura que alcanza la protección de los otros, que es una manera más de respetar y querer a los demás, aunque sean desconocidos.

Claro que, al menos aquí, se agregan otras singulares razones que impulsan a algunos a llevar mascarilla: desde aquel cuya dentadura no es bonita, el que no le dio tiempo a afeitarse, la que prefiere así ocultar ciertas arrugas, hasta el que quiere evitar respirar el aire frío porque le da coriza.

Pero esas son razones que, aunque válidas, no compiten con aquellas otras que evidencian el cuidado a uno mismo y a los demás, que no debiera desdibujarse nunca.

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