Geopolítica: Lo que significa el Foro de Davos

Geopolítica: Lo que significa el Foro de Davos
Fecha de publicación: 
30 Enero 2023
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Cada año la élite del uno por ciento más rico se reúne en el Foro Económico Mundial de Davos. La entidad no es democrática, pues opera por invitaciones, pero se encarga de promover el debate sobre las cuestiones más importantes que definen la gobernanza global. No hay que ser un genio para darse cuenta de que los líderes empresariales, los magnates financieros, los jefes de Estados de grandes potencias o de importantes alianzas internacionales y militares se reúnen con un fin más allá de la simple confrontación de ideas. 

Sin embargo, los medios que conforman la agenda ideológica occidental insisten en calificar de “teorías de la conspiración” los reclamos legítimos del pueblo global y de la comunidad internacional que no aceptan la opacidad en torno a los debates de Davos y sus posibles derivaciones hacia la arena política. Existen analistas contratados por empresas de chequeos de datos, adjuntas a universidades occidentales, que ahora mismo realizan operaciones de blanqueo en Google. La operación no dista de las viejas técnicas goebbelianas de propaganda. Por ejemplo, se toma un disparate que se haya colado entre los denunciantes contra Davos y se le desmiente con facilidad, para luego generalizarlo hacia toda la masa de personas descontentas. 

De tal forma se tilda a los manifestantes y críticos de conspiranoicos, gente alienada por mentiras y por bulos “conservadores”. Y es que la élite de Davos quiere autodenominarse con el epíteto de “progresista”, una etiqueta que el neoliberalismo necesita robarle a los pueblos y a la izquierda a partir de una falsa preocupación por los destinos del planeta y la raza. El filantropismo y la caridad son conceptos que van unidos al del emprendedor, con los  cuales se santifica el origen de la riqueza del uno por ciento y se le normaliza. Los millonarios, de esta forma, no son fruto de un reparto desigual del mundo, de una división de clases universal, sino del esfuerzo personal, de la inventiva y el trabajo. Ellos, encima, traen la solución a las crisis de los pobres, operación que realizarán con dádivas ridículas. 

La élite de Davos está conformada por personas que acumularon capital especulando en contra de la prosperidad de la gente común. Por ejemplo, Soros, quien ha hundido literalmente varias economías globales, para aumentar su caudal como magnate. La actividad especulativa lo obliga a lavar dinero, cosa que hace a través del trabajo “social” de sus organizaciones no gubernamentales, las cuales a su vez inciden en las naciones, quitan y ponen políticos, promueven golpes blandos y conspiraciones reales. Davos es uno de los organismos a nivel supranacional que se ha marcado como parte de esta forma de pensar de la élite neoliberal. El propio Elon Musk escribió en Twitter que el mundo no iba a aceptar que el foro se convirtiera en un gobierno universal. 

Curioso llamado de uno de los millonarios que hasta 2015 eran invitados a esta cumbre. Davos promueve una agenda de dominio de las fortunas privadas, las cuales no se van a reunir por amor a la humanidad como es obvio. No es teoría de la conspiración suponerlo, pues las pruebas de que esas riquezas buitres están ahogando el mundo están en la actual situación de miseria de los pueblos, en la caída del valor de los salarios a nivel global, en la inflación de los precios, en el negocio que han hecho derivado de la pandemia y que ha costado millones de muertes. Esas son las personas que ahora quieren que las tomemos como progresistas y que los popes de las universidades blanquean a través de sitios de chequeo que no tienen un enfoque de lucha de clases, ni científico, mucho menos marxista de la historia y de la política. 

El propio Musk es uno de los defensores de la idea del largoplacismo, o sea una filosofía que establece que los seres humanos de hoy deben sufrir e incluso desaparecer si ello se puede derivar hacia una especie más desarrollada, racionalizada y culta y sana en el futuro. Una selección natural dirigida por la élite, en la cual prevalezcan los mejores sementales y las mujeres más fuertes, con una reproducción asistida y controlada. Todo ello mediado por las tecnologías convergentes de la cuarta revolución industrial, las cuales hacen del hombre un transhumano. El largoplacismo, como el neoliberalismo, son ideologías de la muerte, que plantean que la gente está por debajo de los intereses de un grupo de poderosos. Lo importante no serían los problemas de todos, sino saciar al sistema, hacer que prevalezcan las formas de reparto de la riqueza y no una manera de distribución de la propiedad que permitan niveles de bienestar equitativos. La élite quiere normalizar el saqueo y la muerte y además llamarlos con las etiquetas del progresismo, robarse el lenguaje de liberación de los pueblos, maniatar a la gente desde los medios de prensa, estigmatizar al obrero, al hambriento, al ninguneado. 

Bajo este enfoque la humanidad ya está en una guerra silenciosa contra sí misma, de la cual somos culpables todos. Unos por estar en silencio y con miedo y otros porque nos están ahogando con sus planes genocidas. El Foro de Davos no puede ser para nada la receta de la Humanidad. En medio de la pandemia lanzaron la idea del Gran Reseteo o Reinicio, una iniciativa que instaba a llevar los niveles de la humanidad a casi cero, apagar el planeta para supuestamente contaminar menos. Lo cierto es que este proceso costó la actual recesión, una especulación de precios en el mercado mundial en la cual las fortunas ganan cifras increíbles, mientras el grueso de la gente no puede ni siquiera comprar harina para hacer pan y comer. Nada que salga del sistema mundo del capital, de la promoción del neoliberalismo y sus recetas, de la falta de libertades impuesta por la élite puede ser beneficioso para todos. Y eso no es teoría de la conspiración, sino verdadera conciencia de clase. Cuestión esta última que la agenda mediática occidental ha querido cambiar –Netflix mediante– a través de un enfoque woke de las cuestiones sociales, donde es más importante que se le coloque a un celular la etiqueta de “ecologista” que la denuncia de la situación explotadora que ejercen las empresas sobre los obreros subempleados del tercer mundo, donde se ensamblan esos equipos o el daño ambiental generado por la extracción de minerales en África. 

Robarnos el sujeto de cambio, la conciencia de lucha, el empuje como clase; son metas ideológicas de la lucha que lleva a cabo la burguesía mundial con ayuda del complejo de agencias mediáticas, universidades, centros de poder tecnológico, creadores de tendencias globales y manejadores de los debates digitales. Denunciarlos nos vale el estigma de conspiranoicos y locos, que no entendemos la “luz de la razón” emanada de los debates de la élite salvadora. 

La humanidad está reeditando de esta forma momentos que parecían vencidos por la Historia. Si a finales del siglo XIX, existía una visión idílica de la burguesía y el filantropismo, las dos guerras mundiales y sus resultados desprestigiaron el papel global de dicha clase. Máxime cuando fue la Unión Soviética la nación que liberó a la Humanidad del fascismo. Pero hoy se está llegando a niveles de alienación inimaginables, a través de la postverdad, un fenómeno que es capaz de establecer “verdades” a partir del dominio tecnológico de la redes de consumo de información. De tal forma, Rusia este año fue la única nación cancelada en el aniversario por la liberación de Auschwitz. El país libertador es visto como el “nuevo nazi” al cual se le cancela, se le niega y contra el cual se pide la extinción. 

Todo ello en nombre de la democracia, la economía de mercado y el pluralismo. Occidente –y Davos específicamente– han logrado recolocar a la burguesía en el mismo papel engañoso de fines del siglo XIX, cuando se hacía que la humanidad creyera en su obra filantrópica, de caridad y en que mientras más ricos fueran los ricos, algo caería en el plato vacío y miserable del pobre. Todo lo que hoy se mueve ideológicamente en este aspecto es fruto del globalismo neoliberal triunfante en la guerra fría que está llegando a un estadío de cinismo y de acabamiento sin par, marcando de esta forma una crisis que puede derivar en más conflictos de orden geopolítico. 

Lo que Davos significa es más carencia para todos y mayor prosperidad y oportunidades para los de siempre. No puede salir un orden internacional justo como resultado dela aplicación de las políticas neoliberales y eso está demostrado. El propio John Williamson, autor de las recetas del Consenso de Washington ha debido reconocer que en la práctica muchas de estas ideas han traido estados de ingobernabilidad y quiebre total para los países. El resultado del orden internacional de la élite es la inexistencia de gobiernos que respondan a los pueblos. De tal forma, la manera en que se quieran arreglar las cuestiones sociales, raciales, ecologistas en este foro no irá en la dirección de la gente, sino en el orden de los intereses de los ricos. De hecho, uno de los puntos más criticados en las redes sociales ha sido el hecho de que, mientras Davos pide reducir las emulsiones de gases, todos los miembros de la cumbre han viajado en jets privados a las sesiones de trabajo. Una manifestación en el propio Davos llamaba la atención sobre el aumento de los servicios de prostitución. La moral de doble estándar marca a fuego a los integrantes del cónclave, por mucho que los lacayos de los sitios de chequeos de datos quieran encubrirlo. 

Ser conspiranoico es pensar que la burguesía como clase va a salvar al proletariado y a despojarse a sí misma de su dominio global sobre las personas, el medio ambiente y los recursos. Y –aunque parezca absurdo– hay muchos que creen esa post verdad. 

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