Eugenio, en sus 85

Eugenio, en sus 85
Fecha de publicación: 
15 Noviembre 2021
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El prestigioso escritor, dramaturgo y director teatral cubano, Eugenio Hernández Espinosa (El Cerro, La Habana, 1936), El Negro Grande del Teatro Cubano —como lo bautizó el también poeta, crítico y dramaturgo Alberto Curbelo— arriba este 15 de noviembre a sus 85 años de edad, con la satisfacción de haber legado a la cultura insular  una obra plena de vitalidad e inmersa en los problemas de la sociedad, cuyas raíces están ancladas en el legado de los negros traídos aquí como esclavos desde el África, que vinieron a fundirse con la herencia del blanco español para finalmente conformar sólidas cimientes de nacionalidad.

El nombre de esta figura esencial de la dramaturgia iberoamericana alcanzó resonancia con el estreno, en 1967, de María Antonia, escrita en 1964 —considerada un clásico de las tablas insulares— y estrenada por el Taller Dramático y el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba en 1967, bajo la dirección artística de Roberto Blanco y con música de Leo Brouwer.

Considerado como uno de los más notables dramaturgos vivos de Cuba y uno de los más importantes de entre milenios, Hernández Espinosa es director fundador de Teatro Caribeño de Cuba. Su primera producción con este grupo, El León y la Joya (1991), del nigeriano  Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura, representó a la Isla en los festivales Iberoamericano de Teatro, de Cádiz —donde fue premiada— y en el de Otoño, de Madrid, y resultó elegida entre las mejores puestas en escena de ese año en Cuba.

Este Artista Emérito de la Uneac e Hijo Ilustre de La Habana, afirma que su fortalecimiento como teatrista “tuvo mucho que ver mi designación como director general del grupo Teatro de Arte Popular (1986), cuyo fin era el de rescatar la cultura popular que en ese momento estaba muy deprimida y desvalorizada”.

En tal sentido, muchos de sus posteriores textos se introducen en el fenómeno del sincretismo. Al respecto dijo: “Yo siempre albergué la lucha de dos mundos que eran muy violentos desde el punto de vista cultural: la santería y el cristianismo. Yo pude conjugar ambas prácticas en la medida que encontré respuesta en algunos patakíes que eran similares a ciertas evocaciones bíblicas. Casi todas las filosofías tienen puntos de contacto, y fue muy cómodo entrar en el mundo de la santería y ver personajes como Obá en la Biblia.

Aunque estudió en un colegio protestante, donde fue bautizado, en su familia convergían varios credos: el católico, la santería y el espiritismo,  pero tuvo la posibilidad de elegir a que fe afiliarse; en tanto subraya que su  “obra es fruto de mis experiencias y mis vivencias. Y sería insensato decir que mis lecturas no han influido poderosamente también en mi proyección autoral”.

La trascendencia de su teatro radica, asimismo, en que él escribe sobre el mundo en que vive y participa como ciudadano activo. De esas vivencias, en última instancia, se nutre su dramaturgia. Se trata de un compromiso con quienes le rodean y consigo mismo.

El Artista Emérito de la UNEAC e Hijo Ilustre de La Habana, afirma que “en el año 1990 conformé Teatro Caribeño de Cuba, un espacio importante dentro de esa cultura tan arraigada a nuestras raíces, a través del cual pude comenzar a crear una obra más representativa de la realidad político social del país”. Por esa época fue también profesor de actuación y dirección del Instituto Superior de Arte.

A partir de entonces, el Premio Nacional de Teatro 2005, dio a conocer varias obras concebidas dentro de la misma cuerda de introspección en la cultura popular como Lagarto Pisabonito (1996), laureada en el Primer Festival Internacional del Monólogo efectuado en la University Park Campus, de Miami, año en que otra obra suya, Alto riesgo (escrita en 1988), fue llevada a la sala Covarrubias.

La producción dramatúrgica y literaria de este artista acreedor de la Distinción por la Cultura Nacional (1984) ha representado a Cuba en otros importantes festivales internacionales. Ssu obra puede clasificarse en dos grupos: las que recrean asuntos relacionados con la marginalidad insular, y las que están inspiradas en la cultura Yoruba, como Obba y Changó (1980) y Obba Yurú (1988). Otras, como EL Venerable (1980) y Emelina Cundiamor (1987), fusionan ambos aspectos, así como el sincretismo entre las religiones católica y Yoruba, como se aprecia en María Antonia, entre otras.

La creación de Hernández Espinosa trasciende asimismo por sus  vínculos con el cine y la televisión, principalmente como guionista, al tiempo que ha dejado su huella en el trabajo docente en los talleres de guion en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Con cerca de 25 obras publicadas y decenas de representaciones escénicas de sus textos en varias latitudes del mundo, este gran teatrista se siente satisfecho por su legado a la cultura cubana.

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