El Club Antiglobalista: Biden, el final del dólar y un plan macabro de los Rothschild

“No importa quién detente el poder, siempre y cuando la estructura jerárquica permanezca siempre igual”.
George Orwell (1984)
La administración Biden se acaba de reunir con China, con el objetivo de quebrantar la unidad del bloque euroasiático. Rusia ha recibido las más duras y ácidas críticas de parte de la nueva administración norteamericana. En realidad se trata de que Estados Unidos busca mediante el arte de las alianzas restablecer su viejo orden como potencia que dicta la directriz del mundo. Los chinos, que tampoco son del agrado en la Casa Blanca, cuentan hoy con el rol de ser la otra cara de la moneda en la economía mundial. Si Beijing lo decide, el dólar cae y con él, Washington. En medio de todo ese rejuego, ¿dónde quedan las promesas de ser inclusivos y diversos que fueran enarboladas por la campaña presidencial demócrata?
Acostumbrados a que el mundo haga su voluntad, los norteamericanos se apropiaron de los discursos de las izquierdas fragmentarias. En la nueva estrategia, Estados Unidos usará dichas causas para justificar intervenciones, bloqueos, injerencias en las políticas particulares de los países que le sean incómodos. El poder del dólar se basa en el petróleo, con lo cual las guerras en países exportadores de crudo hacen que suba y cotice alto la moneda que mantiene a flote los planes de la élite bancaria. Por eso se habla de globalismo en términos de política mundial, pues los dueños de las finanzas tienen intereses muy propios y de gran alcance sobre los recursos energéticos y ello determina el futuro más inmediato de los pueblos así como su soberanía nacional.
La agenda globalista que tomó el poder con Biden se propone un control más estricto de los recursos del planeta, ya que la moneda que representa el orden capitalista así lo requiere. Rusia en ese puzle es el enemigo, ya que además de ser un país de inmensos recursos y gran poder estratégico, no acepta en su política interna las líneas ideológicas del globalismo. El reto del gigante de Moscú sigue siendo ideológico y geopolítico. Estados Unidos, que lo sabe, intenta dividir a Eurasia y ganar tiempo para establecer una nueva línea de trabajo a nivel internacional que rescate de su crisis al sistema económico basado en el dólar. ¿Adónde irá a parar la agenda globalista en su locura?, los banqueros y los políticos que se vinculan a esos intereses saben que el fin del viejo orden es un hecho y que habrá que hallar otras fuentes de poder y de la política sobre los recursos.
El fin del patrón dólar
Quienes analizan el mundo de manera conceptual, saben que en la base de la crisis sistémica del modelo neoliberal bancario está el carácter ficticio del valor de la divisa. Desde Breton Woods se había acordado que fuese el dólar, respaldado en oro, pero a partir del gobierno de Nixon y tras la Guerra de Viet Nam se inició una forma de cotizar que ya no le debía cuentas al metal precioso. La economía se erigió en un acto de fe en el cual los acreedores invierten con la esperanza de obtener ganancias cada vez más jugosas, esto ha lleva al mercado a un momento en el cual ya no existen las mercancías de valor, sino los valores vacíos.
Una gran parte de las acciones que hoy concurren en la bolsa son concernientes a la deuda de empresas y naciones, esos intereses se venden y se cobran de manera exponencial, haciéndose en todo punto indetenible e impagable su valor. ¿Adónde conduce tal desastre?, a una cancelación de las acciones y un desplome de los mercados, cuando se haga evidente el carácter ficticio de la especulación. Los acreedores dejan de comprar y todo se hunde. Así pasó en el crak de 1929 y aún no existía el dólar como moneda mundial, por lo que las consecuencias hoy son más nefastas.
El ascenso de Biden tiene que ver con mantener a flote el sistema, se necesita de un mandatario que haga una política exterior de influencias en terceros países, porque de eso depende hoy el poderío norteamericano y el valor del dólar: del liderazgo estratégico de Estados Unidos. En realidad, se trata de un cascarón vacío que sigue flotando gracias a un arte de alianzas y de enemistades que quedó muy resquebrajado por la torpeza de Trump y que ahora habrá que rehacer a la carrera, si se quiere que la primera mitad de este siglo no sea el decline definitivo de la Pax Americana.
Con respecto a los recursos, la administración actual sigue los patrones del Informe Kissinger desclasificado por la CIA en 1989 y que se refieren al peligro que implica el crecimiento poblacional para el sostén de la hegemonía de Estados Unidos sobre la extracción de materia prima de los países menos desarrollados. Por eso, la alianza con organismos internacionales y fundaciones vinculadas a ONGs como la Open Society de Soros; lleva a Biden a realizar un cuidadoso trabajo de ingeniería hacia el interior de las naciones, que combina la sociedad civil con políticas de control natal, el biopoder a través de las nuevas tecnologías y el financiamiento de corrientes y movimientos de masas. El retorno del Imperio tiene obligatoriamente que retomar las riendas de los recursos y de las zonas estratégicas, o la competencia empresarial y la eficiencia de China hundirán lo poco que va quedando de liderazgo para Washington. El tiempo es corto y mucha la premura.
El fin del dólar se hace previsible en la medida en que los mercados no pueden suicidarse al cotizar en un valor vacío, corriendo el riesgo de un colapso mundial irreparable, que puede incluso poner en peligro la paz estratégica y conducir a un choque bélico entre superpotencias. Por ahora, la estrategia de aislar a Moscú de Beijing no ha funcionado, lo cual demuestra que los gigantes de Eurasia están conscientes de las fichas que mueven los norteamericanos en esta nueva versión de la guerra fría. La agenda globalista, no obstante ese arte diplomático de alianzas y enemistades, propone integrar a los oponentes de la Casa Blanca en un mismo sistema bancario, controlado por los accionistas occidentales, haciendo que el pacto de Breton Woods se renueve. Lo difícil es obligar a esos enemigos (China y Rusia) a aceptarlo. Como el poder económico está cada vez más en Asia, en Norteamérica usarán el chantaje militar, el arte del acoso diplomático y la politización.
Se habla de una criptomoneda mundial y de hecho el Bitcoin ya cotiza en las bolsas con mayor estabilidad que las divisas. Además, la tasa de cambio del dinero digital no está expuesta a la emisión desmedida por parte de los bancos, como ocurre con el dólar, por lo cual por ahora ofrece un mercado de inversión mucho más seguro para los acreedores. El peligro está en que una moneda electrónica es en realidad un ente intangible, que podrá sernos arrebatado con solo un clic por parte de los dueños de los servidores bancarios, o sea la élite globalista.
Un macabro plan de los Rothschild que no es teoría de conspiración
Los magnates británicos de origen hebreo controlan buena parte del mundo de las transacciones y desde hace décadas proponen, como alternativa y ante la caída del viejo sistema, la criptomoneda. Han hecho varias pruebas y son unos fervientes defensores del nuevo paso que su juicio deberá dar el universo del dinero, desapareciendo todas y cada una de las divisas nacionales, lo cual daría lugar a un nuevo orden mundial sin dudas. Proyectos como el euro y otros de corte regional son ensayos que buscan la unificación de las tasas cambiarias, pues las fronteras son un lastre cada vez mayor para los flujos del mercado, que se producen a una velocidad imparable. El retraso que supone la vieja política del Estado Nación destroza las ganancias que exponencialmente potenciará un globo hiperconectado, bajo los presupuestos de la cuarta revolución industrial de la robótica, la genética y la inteligencia artificial.
El plan de los Rothschild en realidad tiene en cuenta que el viejo mundo posee fecha de caducidad y que si el capital quiere vivir tendrá que reinventarse. Por ello, muchos catalogan esta época como de transición, comparándola con los años últimos del Imperio Romano y los inicios de la Edad Media. Aún no se sabe qué sistema va a existir cuando se consumen los cambios, pero bien poco tendrá que ver con valores equitativos y humanos si se tiene en cuenta quiénes son los arquitectos del nuevo orden.
Biden y la democracia global
Desde su campaña, el presidente norteamericano dejó claro que haría a un lado el aislacionismo de Trump y que su política era globalista. Para ello, habló de una estandarización de la democracia, o sea “proponer” unas líneas que determinan la “calidad” de la democracia en el mundo. Quizás por eso el trato hosco con Rusia y Putin, pues Moscú no creyó ni en las lágrimas de Trump ni en las sonrisas de Biden. La agenda globalista no es otra cosa que la propuesta de apuntalar el viejo mundo mientras la élite nos conduce al nacimiento del nuevo orden.
En esa utopía, la estandarización de la idea de la democracia, puede llevarnos a salidas muy peligrosas en términos bélicos. Aún queda mucha historia por contar en este nuevo capítulo.
- Añadir nuevo comentario
- 3826 lecturas
Comentarios
Carlos
enrique
Karlo
RVR
Carlos
Añadir nuevo comentario