EEUU: Una ejecución con sufrimiento abominable

EEUU: Una ejecución con sufrimiento abominable
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Fecha de publicación: 
30 Octubre 2021
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El atroz escenario de la pena de muerte en Oklahoma (foto: ANSA)

"Vamos, vamos", en la cámara de la muerte de la Penitenciaría del Estado de Oklahoma, suenan los últimos gritos y improperios desesperados de John Marion Grant, antes de que el verdugo comience a inyectar el letal cóctel de drogas en sus venas.
   
Grant, afroamericano de 60 años, es declarado muerto después de 21 minutos de terrible agonía, tras padecer convulsiones incontroladas y arcadas violentas.
   
La vivencia de los testigos es dramática y reaviva un faro sobre la pena de muerte en Estados Unidos justo el día en que Joe Biden se encuentra con el papa Francisco en el Vaticano, cuyo llamamiento hace unas semanas no detuvo la mano del verdugo en Missouri.
   
El presidente estadounidense prometió en la campaña electoral abolir la pena de muerte en las cárceles federales, reintroducida después de décadas por Donald Trump. Pero para los condenados a muerte en las prisiones estatales, las autoridades locales deciden.
   
Y en Oklahoma, las ejecuciones estaban suspendidas desde 2015, tras el final atroz y cruel de los últimos presos ejecutados con una mezcla de drogas que resultaron ineficaces e inhumanas.
   
Pero a pedido de las autoridades estatales, la Corte Suprema de Estados Unidos, con mayoría conservadora, ha decidido acabar con la moratoria: solo los tres jueces liberales se opusieron.
   
El efecto devastador del Midazolam, la primera droga inyectada para dejar inconsciente al condenado, se sintió inmediatamente en John Grant, cuyas convulsiones fueron tan violentas que rasgaron los hilos que lo sostenían a la cama.
   
Los testigos relatan cómo el hombre vomitó al menos veinte veces, y solo después de 15 interminables minutos perdió el conocimiento.
   
En ese momento el verdugo le administró los otros dos medicamentos requeridos por el protocolo, uno para detener el sistema respiratorio y otro para detener el corazón.
   
Inmediatamente llegó la constatación de la muerte entre las lágrimas de los familiares que acudieron al lugar junto a un grupo de periodistas y los abogados de los condenados.
   
Estos últimos denuncian ahora cómo Grant, que había admitido sus delitos y se había arrepentido, nunca recibió asistencia psicológica y la atención mental que necesitaría en los últimos años.
   
En 1998 mató a un empleado de la cafetería de la prisión donde se alojaba por delitos menores. La sentencia de muerte se remonta al año 2000. 

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