EDITORIAL: Todos los colores del hombre

EDITORIAL: Todos los colores del hombre
Fecha de publicación: 
24 Marzo 2021
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Cuba celebró el pasado 21 de marzo el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial con evidentes realizaciones: desde 1959 la Revolución enfrentó y desarticuló con un entramado legal y con una voluntad de Estado las expresiones de racismo todavía institucionalizado, enraizado en prácticas asumidas sin sobresaltos por parte de la ciudadanía.

Primero se hizo valer el derecho, se hizo justicia. Después se desarrolló una labor educativa y de concientización pública. Pero en ese sentido todavía queda mucho por hacer. Porque, aunque en niveles estructurales se ha resuelto en buena medida el problema, persisten rezagos de racismo en el tejido social.

Mientras que en cualquier ámbito de la vida nacional sea dable un acto discriminatorio que no encuentre respuesta contundente e inmediata; mientras haya personas que asuman como “rasgo cultural” manifestaciones de un racismo más o menos obvio, más o menos disimulado, habrá que seguir trabajando por el respeto pleno de los derechos del hombre, que no están supeditados al color de su piel, a la pertenencia de una supuesta raza (que no es, en todo caso, un concepto validado por la ciencia; en todo caso es una construcción social).   

Recientemente el gobierno aprobó un programa nacional encaminado a eliminar prejuicios y actitudes decidida o sutilmente racistas que subsisten en la sociedad. Hay expresiones de hondísimo calado, que se han cimentado durante siglos por el impacto de la esclavitud, la explotación, las desigualdades y la marcada “racialización” en las relaciones interpersonales.

Aunque sean “políticamente incorrectas”, en espacios menos formales esas manifestaciones están en buena medida naturalizadas. Y suelen tener consecuencias en las prácticas cotidianas. No hace mucho algunos se escandalizaron ante la aparición en las redes sociales de ofertas de empleo en el sector no estatal que excluían explícitamente a los negros. La ley es clara en ese sentido: no puede haber discriminación. Discriminar en el ámbito laboral es delito. Hay que hacer cumplir la ley. Y cabría el tan conocido adagio: el desconocimiento de la letra no justifica su violación ni exime de la responsabilidad.

Pero hay manifestaciones menos explícitas que son también preocupantes porque resulta más difícil combatirlas y erradicarlas. Ese es terreno para la educación ciudadana, la formación de valores… acciones con las que deben estar comprometidas la familia, la escuela, los medios de comunicación.

Ley y educación, esa parece ser la ecuación. Tiene que primar el humanismo.

Que el color de la piel sea todavía para muchos un estigma, pretexto para promover el odio, argumento de validación… es uno de los peores atentados contra la dignidad humana. La lucha contra ese flagelo es de todos.

El 16 de abril de 1893, José Martí publicó un artículo en el periódico Patria en el que afirmaba: «(…) dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "Mi raza". Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad».

José Martí sigue mostrando el camino.

 

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