EDITORIAL: El bloqueo, la política del odio (+ Infografía)

Seis décadas cumple el bloqueo económico, comercial y financiero que sucesivas administraciones estadounidenses le han impuesto al pueblo de Cuba. El gobierno norteamericano lo llama, eufemísticamente, 'embargo'; y aduce que es una medida de presión contra un gobierno que oprime a la ciudadanía. Sin embargo (y eso está suficientemente documentado), es precisamente esa ciudadanía la principal víctima de esas medidas. El bloqueo estadounidense (y así lo considera la gran mayoría de la comunidad internacional) es un atentado a los derechos de cubanas y cubanos, y por si fuera poco, sus efectos son extraterritoriales.

Más allá de las implicaciones concretas en las relaciones comerciales y las prácticas financieras de Cuba, más allá de las afectaciones millonarias a la economía nacional, el bloqueo ha generado una verdadera industria del odio, que promueven y sostienen sectores conservadores y francamente reaccionarios de la política estadounidense, y (con singular entusiasmo) una parte de la emigración cubana en ese y en otros países del mundo.

El bloqueo, que ha sido y es la principal arma de quienes, en aras de una supuesta lucha contra una "dictadura", viven y lucran a costa del sacrificio de todo un pueblo, alcanzó su máxima expresión durante la actual pandemia de COVID-19, la cual, de manera vil y cobarde, fue utilizada por el gobierno de Estados Unidos, como escenario de una guerra de cuarta generación destinada a derrocar la Revolución cubana.

El bloqueo, contra lo que afirman algunos de sus voceros, influye en todos los aspectos de la vida nacional: la salud, la educación, el trabajo científico, los intercambios académicos, el deporte, la cultura... porque su propósito es destruir el proyecto social que ha consolidado la Revolución. Asfixiar un país, privarlo de alternativas de desarrollo, aislarlo del concierto de naciones.
 

El bloqueo es real y es el principal escollo para avanzar en la búsqueda de la prosperidad y bienestar de la población cubana. #EliminaElBloqueo #60DeResistencia pic.twitter.com/m1ke8dw7xK

— Cuba Vs Bloqueo (@cubavsbloqueo) February 2, 2022

Por eso, ese mecanismo del odio no puede circunscribirse a las medidas económicas. Obstaculiza cualquier vínculo con Cuba, cualquier pretensión de diálogo normal entre este país y el mundo.

Presionar, atemorizar a potenciales individuos y organizaciones que quieran establecer relaciones con la sociedad civil cubana es otra de las constantes. Algunos ceden al chantaje, por interés o por temor. Otros resisten. Lo cierto es que Cuba no está sola. No lo ha estado nunca.

Los defensores del bloqueo (los instigadores del odio) se regocijan cuando un artista de relativa importancia decide suspender una presentación en Cuba, o cuando otros creadores (y algunos que pasan por tales) intentan boicotear, por ejemplo, la Bienal de La Habana. Patalean y vociferan cuando un académico o un científico relevante visita Cuba o defiende intercambios, aunque no tenga ninguna vocación política.

Pero, con todo, en Cuba se hace cultura. En Cuba se hace ciencia. En Cuba se concretan proyectos de desarrollo.

A los defensores del bloqueo no les debe hacer ninguna gracia el éxito de las vacunas cubanas, el hecho incontestable de que buena parte de la población haya recibido el esquema completo de vacunación. Es una muestra más de que no lidian con un estado fallido. Es una muestra más de la capacidad de resistencia y de la creatividad de un pueblo.

El pueblo cubano no olvidará jamás el genocidio perpetrado contra sus ansias de soberanía e independencia que significa el bloqueo, el cual pasará a la historia como la mayor derrota política sufrida por el imperialismo yanqui en los últimos sesenta años.

El odio que genera el bloqueo no podrá nunca someter a un pueblo. Cuba vive y vivirá. 

Leer más: 
Gobierno de EE.UU. utilizó la COVID-19 para recrudecer bloqueo a Cuba

Cuba en la ONU: ¡Como el virus, el bloqueo asfixia y mata, y debe cesar!