DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Daniel Martínez derrota sus dudas

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Daniel Martínez derrota sus dudas
Fecha de publicación: 
25 Junio 2022
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Imagen principal: 

Francisco Javier Ferrer Sarría, apodado Chita, exboxeador profesional en los años 1940 del siglo XX. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

El periodista Daniel Martínez está rodeado de dudas. Le duele la cabeza. Piensa que la culpa la tiene el olvido al que ha lanzado la tacita de café mañanero. No busques las excusas, muchacho. Te tiene turulato la entrevista que vas a realizar dentro de poco, en Cienfuegos, a un expúgil que recién cumplió cien años. No ganó una medalla olímpica, tampoco marcó un hito entre los profesionales.

Como un torrente grisáceo le llega el motivo del malestar. Y lo convierte en pregunta a inicios del texto: «¿No habrá sido otro ataque de fe venir hasta aquí?» No estaba a su lado entonces. Le habría dicho: Compadre, cualquier ser humano que llegue a los cien años tiene mucho que decir, aunque haya perdido alguna luz en su memoria. Claro, si sabes prenderla y con posterioridad le añades la imaginación, los pasos anteriores que te han dado la experiencia, y tu sensibilidad.

En cubano: tú tienes todo eso y tienes para eso. Pero ya dije que no estaba allí.
 
Ahora sí tengo frente a mí el texto que creo, luego de andar por un literario comienzo cuando le «...acosa la duda. Esa dentellada que encadena y paraliza». De estar cerca, le habría dado un empujón desde mis palabras. ¡Co- jines!, tienes para conseguir algo rico; métele mano, no te amilanes... Pero ya les dije que no estaba. Me queda el consuelo de ver cómo siguió este combate. Ah, lectores, no se lo he dicho todavía: él iba a la caza de testimonios y curiosidades de Francisco Javier Ferrer Sarría, apodado Chita. Miren, ya están sobre el ring los dos protagonistas. La hija del anciano como una especie de second. Adelante: lean, vean, oigan.


Francisco Javier Ferrer Sarría. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda


Instantánea tomada en la década del 40. Foto: Cortesía del entrevistado
 
«Al fin lo tengo frente a mí. Luce como un orgulloso y sabio roble. ¡Ah, le comento! A este hombre el destino, el azar o la necesidad le cosieron los viriles mandamientos del boxeo en su alma, convirtiéndolo en su fin absoluto. Silencio, que la voz del centenario es casi un murmullo: “Nací en la colonia de la Josefa, en Caonao, allá por 1921. Soy el tercero de 10 hermanos y de niño jugaba mucha pelota. Mi familia era humilde y yo era el guapo del barrio. Me respetaban”. Cierra los ojos y permite que entre palabra y palabra transcurran algunos segundos que se antojan eternos».

Daniel va bien. Logra darnos algo acostumbrado en aquella Cuba: debe dejar la escuela y a estibar en los muelles. Algún ascenso al pasar a los Ómnibus Menéndez, aunque en el bolsillo no se ve la subida. El exatleta inclina la cabeza. Semicierra los ojos. Como buen second, la hija, Teresa Ferrer, interviene: «Cuéntale, papá, cómo empezaste en el boxeo». Lo vemos batido en un cuadrilátero improvisado en el hogar del médico Saturnino Ortega. «Me llevó al entrenador Divino Rueda».

A pelear en serio. Observen el nocao que propina a Genaro González. «Eso lo hizo en 1945», dice la second. Buen debut, seguido de otros triunfos. Teresa trae varios recortes de periódicos, mientras María Julia, la que cuida al anciano, abre espacio al cafetazo para deleite del entrevistador. No se pierdan la manera en que siguió la carrera del entrevistado. Puso a dormir a Manuel Álvarez y a Baby Quintero. «Peleé con Baby Coché y Wilfredo Miró. Una fue tablas y la otra la gané... Fui campeón nacional semiprofesional en las 130 libras en 1945.

«No obstante, creo que en 1947 dejé el boxeo...» Pegaban duro y pagaban poco. «Regresé a trabajar en los muelles como estibador y después seguí en la construcción, de albañil. Necesitaba más dinero». Posa con la guardia en alto para el fotorreportero Rodríguez Robleda y, al volver a su poltrona, revela el secreto de su apodo. «Siendo un muchachito, estaba viendo una película de Tarzán en el cine. Empiezan a perseguir a la monita Chita. Me paro y grito: ¡Corre, Chita, corre! Uno me lo repitió después y casi le rompo la cara, pero se me quedó el mote».

«...entrecierra los ojos. Lleva el mentón hacia su pecho. Se enraíza más en el sillón, y sigue fiel a su mundo, y a esas memorias que corren silenciosamente por sus centenarias venas». Buen final para este escrito, publicado en el semanario Trabajadores el 14 de marzo de 2022, con el que Daniel Martínez ha derrotado el obstáculo de la duda.

Comentarios

Saludos Profe Victor Joaquín, gracias por dedicarle una porción de su tiempo a mi trabajo
yodany1972@gmail.com

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