CENTENARIO: Cintio en el camino (+ poemas)

CENTENARIO: Cintio en el camino (+ poemas)
Fecha de publicación: 
25 Septiembre 2021
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Este sábado se cumplen los cien años del nacimiento del poeta, ensayista e investigador Cintio Vitier.

Alguien sugirió, en años de dolorosa relegación de grandes figuras de la cultura nacional, que Cintio Vitier debió haber abandonado Cuba. Él y Fina Marruz, con ejemplares modestia y sentido de la responsabilidad intelectual, trabajaban entonces en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Estaban lejos de los reflectores, pero bien cerca de las esencias de nuestra república de las letras y las ideas. No podía ser de otra manera. Ellos, la obra inmensa que alumbraron en años pródigos de indagaciones y búsquedas, eran parte indisoluble de esa cultura. Pilares. Referentes de primerísima línea. Se hizo justicia. Pero, aunque no se hubiera hecho, Cintio no iba a romper nunca con su patria, que asumió siempre en su dualidad maravillosa: espacio físico y ámbito de ensoñaciones. En Cuba se hizo, se realizó. A Cuba se consagró.

Los caminos de la poesía cubana son múltiples, pletóricos de encrucijadas. Cintio Vitier los recorrió con vocación integradora, lo que no significa que ignorara jerarquías y sensibilidades personales. En obra ensayística dejó claves para entender y asumir la riqueza extraordinaria de ese cuerpo lírico. Él mismo fue un excelente poeta. Como algunos de sus contemporáneos —particularmente los del grupo Orígenes, del que fue destacado integrante— se inclinó por una introspección lúcida, de hondísimo calado metafórico. Poco a poco, en un proceso natural de diálogos y ascendencias, su obra fue ganando en compromiso social.

Tuvo que ver la influencia de algunos grandes intelectuales, que no desligaban fe y creencia religiosa de los desafíos puntuales del momento. Pero tuvo que ver, sobre todo, con José Martí y su sentido de la ética y el patriotismo. Cintio Vitier es paradigma del intelectual martiano. Lo fue en su ejercicio creativo y en su posicionamiento ciudadano.

Hizo suyo el concepto martiano de las dos patrias —Cuba y la noche, asumidas en sus grandes dimensiones simbólicas: Cuba y la poesía— y lo defendió con coherencia y gozo. Investigador acucioso, hizo aportes imprescindibles para la compresión del legado de José Martí, en sus múltiples aristas. Sus numerosos escritos ofrecen una visión diáfana y contextualizada de la obra y la acción del Héroe Nacional.

Hasta el último de sus días, Cintio Vitier ofreció lecciones de dignidad y lucidez. El homenaje nacional por su centenario es muestra de la fecundidad de sus ideas. Hay hombres que recorren caminos, y son buenos. Hay otros que, además, los abren y guían. Cintio Vitier tiene mucho que enseñar todavía.

 

CINCO POEMAS DE CINTIO VITIER

 

Donde la brisa

Porque tal es el rostro del fracaso

que el espejo devuelve ciegamente

aun antes de llegar, dulce y demente,

el último rescoldo del ocaso:

 

frente de la obsesión y del rechazo,

ojos que sólo vieron lo renuente,

nariz que impide el aire, boca ausente

en su amargo sabor: extraño vaso

 

a punto de volverse puro hueso:

porque tal es el fin, tal la ceniza

cuyo suave huracán todo lo arrasa,

 

dejar de letras quise un ramo grueso

que ardiera un poco más donde la brisa

orea la aridez, sonríe y pasa.

 

La hoja

Quedará

lo que ella afirma no lo dice

su decir es no decir y no decir y no decir

no infinitamente sino

Tres Veces

tres infinitas veces

En su rostro escribo y es un rostro sin más rasgos

que mi escritura

que ella tornará blancor de mente, jeroglífico

de espuma,

nada

Una hoja tras otra no hacen un árbol

sino un libro un libro tras otro

no hacen un árbol sino una colección

de libros Una colección tras otra hacen

una biblioteca En la biblioteca dicen

que no hay pájaros pero yo los he visto

Lo que no he visto es libros en el bosque

Claro que el bosque mismo puede considerarse un libro etc.

Etcétera es la única palabra que la hoja abomina.

 

El aire

Estoy despierto, sí, estoy mirando

fríamente algunas cosas

que van dejando ya de ser secretas.

Están ahí, como los árboles

en el desnudo aire. Sí, estoy despierto.

Hasta la casa de mi infancia es de los otros:

la han pintado de un color chillón,

entran y salen por los cuartos de mi alma,

hablando de otro asunto. La luz invade el patio

de mis ocultas nadas. También miro

con deseo ese rostro que es ninguno

y que viene como un ave malherida

de los que sufren y sonríen.

¡Oh pueblo innumerable! Estoy despierto.

Estoy mirando el polvo bañado por la luz,

las tinieblas disueltas en el aire

cuando empieza a dibujarse la verdad:

el árbol, la alegría, el sacrificio.

Y sé que aún tengo más recuerdos en la sangre

de los que puedo recordar, y más olvido

del que puede olvidarse en este mundo.

Pero qué importa, al fin, si la mitad

de aquella vida se me desprende y cae,

si tanto sueño, al fin, ha despertado,

si no hay sitio que no me esté mirando

ni instante en que el azar no me visite.

Quiero ser como tú, ¡oh rostro de los pobres!,

misterio del dolor y la sonrisa, porque el aire,

el simple aire límpido y vacío,

llenará nuestras voces y esperanzas.

 

Ahora que empieza a caer, del cielo

A mi esposa

Ahora que empieza a caer, del cielo

de nuestra vida, que sólo nosotros podemos ver,

profundo, estrellado, carne y alma nuestra,

ese polvillo sagaz en tu nocturno pelo,

ahora que el lápiz finísimo, grabando

una medida sagrada, una cantidad misteriosa

del vino que sube en la jarra de la ofrenda,

empieza a trazar, junto a tus ojos, vivos

como ciervos bebiendo en el agua extasiada,

junto a tus labios que han dicho todas las palabras que adoro,

las huellas del tránsito de nuestra juventud,

ahora, lleno de un fuego y de un peso de amor que desconocía

porque estábamos engendrándolo secretamente en nuestro corazón

y es algo mucho más terrible y precioso que el amor

que diariamente conocíamos,

ahora, mujer, ahora, destinada mía,

es cuando quiero hacerte un canto de amor, un homenaje,

que dice únicamente así:

 

Te amo, lo mismo

en el día de hoy que en la eternidad,

en el cuerpo que en el alma,

y en el alma del cuerpo

y en el cuerpo del alma,

lo mismo en el dolor

que en la bienaventuranza,

para siempre.

 

Algo le falta a la tarde

 

Algo le falta a la tarde,

no están completos los pinos,

y yo mirando a las nubes

siento lo que no he sentido.

 

A cada instante pregunto

por el tesoro perdido

cuya sombra se desplaza

con melancólico frío.

 

Mirándome está el deseo,

nocturno, solo, infinito;

callada va la nostalgia

llameando eternos vestigios.

 

No llega nunca mi gesto

a la tierra del destino;

la vida acaba inconclusa,

quedan los sueños en vilo.

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