Biden, cual Tartufo: Rusia y China no son Libia

Biden, cual Tartufo: Rusia y China no son Libia
Fecha de publicación: 
16 Enero 2022
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Caricatura: The Economist

Cuando Joe Biden competía por la presidencia de Estados Unidos llegó a decir que aborrecía la política agresiva del entonces presidente y rival a la aspirantura, Donald Trump, prometiendo una mejor atmósfera de paz en el mundo, no exagerar en cuanto a las sanciones, buscar el equilibrio con otras potencias nucleares como Rusia y China, estabilizar las relaciones con la República Popular Democrática de Corea y, entre otras muchas “cosas buenas”, eliminar las más de 400 sanciones agregadas al bloqueo a Cuba, cuestión que repitió dos veces.

Pero ya en el poder, logrado en aciaga confrontación con el mandatario republicano, todo lo dicho y prometido se fue a bolina, no importa si en ello intervinieron el establishment gobernante, los más guerreristas de los halcones, los pocos sesudos ministros a los que agregó en el gabinete, etcétera, pero lo cierto es que ha actuado como todo un Tartufo, símbolo de la hipocresía, en la política norteamericana hacia otros pueblos.

Sin medir realmente las consecuencias- en tanto se desgasta en tratar de hacer realidad una política interna de mejora a la población norteamericana- ha llevado al caos a las relaciones con Rusia y China.

Mientras tropas de su instrumento bélico, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, se acercan a las fronteras rusas y Estados Unidos fortalece sus enclaves balísticos en Rumania y Polonia, Biden quiere algo tan absurdo como el que Putin retire sus fuerzas a lo largo de la frontera con Ucrania, cuando éstas se encuentran en territorio ruso, y solo están atentas a que Kiev no agreda a las repúblicas rebeldes rusoparlantes que decidieron independizarse cuando comprobados –y admitidos- elementos neonazis, amparados con armas y mucho dinero de Estados Unidos, derribaron al gobierno electo democráticamente por el pueblo ucraniano.

Rusia ha exigido a EE.UU. y la OTAN garantías de que no se acercarán ni atacarán territorio ruso, pero éstas no se han dado a la hora de escribir estas líneas, elevando el paroxismo bélico, en medio de lo cual Moscú demostró con otras ex repúblicas soviéticas como se puede ayudar militarmente a una nación que estaba en esa esfera, Kazajistán, cuando fue víctima de un montaje insurreccional preparado por el imperialismo para convertirla en una nueva Ucrania.

CON CHINA

Las relaciones entre Estados Unidos y China alcanzaron un punto más bajo en el 2019 durante la administración Trump, que lanzó una guerra comercial contra la nación socialista y también decretó sanciones hacia algunas de las compañías tecnológicas de más alto perfil del país asiático, aunque con Biden también las relaciones siguieron tensas.

O sea, el mandatario ha hecho algo similar con China, llevando sus barcos de guerra cerca de las aguas de la nación asiática, expresando que defendería a Taiwán a toda costa multiplicando su personal militar en la isla china, además de multiplicar y fortalecer las bases militares contra la República Popular, que incluye el fortalecimiento con submarinos nucleares a Australia, convertida en la “vedette” del Imperio, tal como ha hecho en agresiones estadounidenses siempre a naciones más pequeñas.

Y es que la aparente pacífica actitud de la actual administración norteamericana escondió su bélica actitud en un plan denominado cínicamente “Paz en nuestra región”.

Australia planea albergar una gama cada vez mayor de fuerzas militares estadounidenses para “disuadir” cualquier “conflicto” con China, con el fin de evitar lo que denominan el cambio del equilibrio del poder en el Indo-Pacífico a favor de china.

El derechista Washington Examiner publicó declaraciones del ministro de Defensa australiano, Peter Dutton, ofrecidas en el Departamento de Estado norteamericano, acerca de que “esto incluirá una mayor cooperación aérea a través de despliegues rotativos de todo tipo de aviones militares estadounidenses en Australia", así "también estableceremos logística combinada, mantenimiento y capacidad de mantenimiento para apoyar nuestras actividades mejoradas, incluidas las capacidades de logística y mantenimiento para nuestros submarinos y combatientes de superficie en Australia".

PARADOJA

Lo paradójico de esto es que, a pesar de la guerra comercial desatada por Estados Unidos y la epidemia del nuevo coronavirus, China sigue creciendo económicamente, elevó su comercio en el 2021 a seis billones de dólares, una marca, de ellos 130 000 millones, también record, con Rusia.

Pero, además, las propias empresas norteamericanas que desarrollan sus negocios en territorio chino señalan que las cosas de comercio han mejorado mucho, y AP comentó que el optimismo empresarial de Estados Unidos en China se recupera a los niveles previos a la guerra comercial que había declarado Trump y la época de la pandemia.

La Cámara de Comercio Estadounidense en Shanghai, que realizó la encuesta con la consultora PwC China, atribuyó el renovado optimismo al aumento de los ingresos, así como a la reducción de las preocupaciones sobre la pandemia de COVID-19 en China, que en gran medida ha obtenido el control sobre su propagación con una política de tolerancia cero.

De las 338 empresas encuestadas, el 78% se describió a sí misma como "optimista o ligeramente optimista" sobre sus perspectivas comerciales a cinco años en 2021, casi 20 puntos porcentuales más que en 2020 y un retorno hacia los niveles de 2018, según la encuesta.

Alrededor de dos tercios de los encuestados dijeron que planean aumentar su plantilla en China este año, un aumento de 31,4 puntos porcentuales, pero el 62,3% de los encuestados describió la disponibilidad de mano de obra como un obstáculo o un serio obstáculo para las operaciones.

Pero ello es lógico para evitar el rebrote de la pandemia, por lo cual las fronteras de China permanecieron cerradas para la mayoría de los visitantes sin permisos de trabajo y residencia adecuados, y todos los participantes deben completar al menos dos semanas de cuarentena a su llegada.

LO QUE QUEDA DE LIBIA…

… sigue viviendo la crisis desatada hace diez años por el imperialismo, con desgobiernos que pretenden inútilmente reemplazar al del depuesto y asesinado Muammar Ghadafi.

Ahora, cuando se afirma que se está en “un buen momento”, se ha llegado a tratar de aunar los intereses de las dos facciones que se disputan el poder, una asentada en Trípoli, la capital, apoyada por EE.UU. y la ONU, y otra en Tobruk, con el visto bueno de Turquía, Egipto, Arabia Saudita y otras satrapías del Golfo, es decir, una mala y otra peor, aunque también puede ser viceversa.

Desde el derrumbe de la Revolución Libia, en el marco de la tan promocionada y falsa primavera árabe, la nación más progresista de África pasó a convertirse en un Estado fallido, sin gobiernos reales, sin instituciones y sin posibilidades posibles de salirse de esa situación.

Es difícil que una nación de las características de Libia pudiera soportar el hostigamiento a la que fue sometida desde el 19 de marzo del 2011, cuando se inició el bombardeo aeronaval que continuó durante los siguientes siete meses.

Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte realizaron más de 10 000 misiones de ataque, utilizando más de 40 000 bombas y misiles, fundamentalmente contra objetivos civiles. A la ofensiva aérea, se sumaron los miles de mercenarios con el sello de Al Qaeda, recolectados y pagados por Arabia Saudita y el entonces jefe de inteligencia, el príncipe Bandar al-Sultán, 25 años embajador de su país en Washington.

Libia, para las potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos y Francia -responsables principales de la caída del gobierno libio y la caótica situación actual- se convirtió en un impórtante yacimiento de petróleo, con las mayores reservas de África y particularmente valiosas por su calidad y el bajo costo de extracción, al igual que el gas.

En el momento de iniciarse el ataque contra el Estado libio, éste contaba con unos 200 000 millones de dólares depositados fundamentalmente en bancos estadounidenses y británicos, que, tras ser confiscados por esos gobiernos, se han evaporados en laberintos burocráticos y, sin duda, han ayudado en mucho a soportar la crisis económica que han vivido Estados Unidos y Europa.

 

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