ARCHIVOS PARLANCHINES: Pototo y Filomeno, los reyes de la risa
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La actriz cómica Mimí Cal fue un complemento perfecto para el dúo Pototo y Filomeno (Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar).
Cuando los excelentes humoristas cubanos Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar formaron el dúo de Pototo y Filomeno, en las medianías del siglo pasado, no estaban aún conscientes de que sus cualidades para el canto y los sketchs los llevarían a ocupar un lugar privilegiado en los hogares de toda la Isla, donde, con los años, fueron aplaudidos como los auténticos reyes de la risa.
Un programa que nadie quería perderse
En los años 50, el graciosísimo programa de Pototo y Filomeno, que salía todas las noches a las 9:30 p.m. por las frecuencias del circuito CMQ-Radio, se transformó en el gran favorito del público, porque, con una naturalidad y un desparpajo que resultaron únicos de su tipo, le daba riendas sueltas a la alegría con chispeantes peripecias y situaciones inverosímiles.
Los comediantes Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar, junto a la actriz cómica Mimí Cal y otras figuras del catálogo de CMQ, recreaban unos libretos que eran escritos por Álvaro de Villa, un maestro del género (lo sustituyó Arturo Liendo Lazcano a finales de los años 50), aunque las morcillas y los inventos de última hora estaban a la orden del día.
Eusebio Valls era el flamante conductor de la emisión, y Mario Cambó se responsabilizaba con su producción y jefatura.
Por cierto, como todavía no habían llegado las grabadoras a Cuba, el programa se hacía en vivo y, por lo general, abordaba asuntos que estaban de moda y promovían el debate en las familias.
Humor del bueno
Y es que, en realidad, tanto Leopoldo Fernández como Aníbal de Mar se movieron a su gusto dentro de los cánones más auténticos del teatro vernáculo cubano y levantaban de la tumba a un muerto.
En particular, el primero era el llamado jodedor cubano (el cotorreador, el arrastrador, el que bromea con la gente), al mismo tiempo que manejaba con genialidad el anecdotario, lo pintoresco, la picardía, lo inaudito, el doble sentido y las burlas.
Por supuesto, también le echaba mano, cuando el momento lo requería, a los pregones, piropos y refranes, sin olvidar los juegos de palabras y el delito de invertir, a ratos, el orden lógico de las palabras con el fin de buscar el despelote y la risotada de la gente.
Junto a sus segmentos humorísticos, Pototo y Filomeno, en el apogeo de su fama, acudieron al canto como recurso para reafirmar su espectáculo y darle nuevos matices, sobre todo, porque siempre tuvieron el apoyo de una orquesta en vivo.
Hicieron numerosas parodias de temas musicales de moda y de melodías antológicas cubanas, donde las letras jocosas estaban a la orden del día, como sucede con Carta a Mamita, Ahorita va a llover, Boniatillo, Chilindrón de jicotea y El jabonero.
Sus temas musicales aparecieron en discos y varias recopilaciones. Luego del triunfo de la Revolución en 1959, grabaron el Ensalada Rebelde con piezas más comprometidas como Liborio y Una carta de Fidel.
Nuevos horizontes
Gracias al éxito radial del dúo cómico, Álvaro de Villa, ahora en rol de productor, creó en 1955 para la televisión el Show de Pototo y Filomeno, que tuvo, asimismo, un enorme despliegue, sobre todo, tras la grabación con la orquesta Melodías del 40 de Yo pico un pan, un disco promocional que se adueñó de la radioaudiencia y de las vitrolas.
Por fortuna, el Show de Pototo y Filomeno se presentó en Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú, Panamá y República Dominicana, donde fue muy bien recibido.
Pototo y Filomeno, además de la televisión, incursionaron en el cine con películas inocentonas al estilo de Hotel de muchachas (1951) y ¡Olé Cuba! (1957), sin renunciar a presentar sus improvisaciones en los cabarets Sierra y Montmartre, situados en la barriada de El Vedado.
De manera simultánea, Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar le dieron vida al José Candelario «Tres Patines» y al Señor Juez, respectivamente, en La tremenda corte, la mejor comedia radiofónica producida en Latinoamérica en aquella época.
Pero esta es ya una historia de la que nos ocuparemos uno de estos días.
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Frank Padrón
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