ARCHIVOS PARLANCHINES: Jeannette Ryder y la Tumba de la Fidelidad

ARCHIVOS PARLANCHINES: Jeannette Ryder y la Tumba de la Fidelidad
Fecha de publicación: 
3 Marzo 2023
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Imagen principal: 

La Tumba de la Fidelidad, uno de los lugares más visitados del Cementerio Colón

 

Alguien me dijo que el olvido habla cuando se le interroga para darle un golpe contundente a la desmemoria. Y, puede que se cierto, como lo demuestra la vida de Jeannette Ryder.

Estrafalaria y chiflada

Esta cristiana llegó a La Habana a sus 32 años durante la guerra hispano-cubano-norteamericana, y de inmediato, se dedicó por entero a ayudar a las víctimas de la reconcentración de Weyler, la cual llenó de cadáveres a la Isla en la Guerra de 1895.

Dotada de una sensibilidad extrema, la mujer tenía ciertos conocimientos médicos y buena mano para tratar a los enfermos, pues se casó cuando muy joven con el médico Clifford Ryder

Nacida en Wisconsin, Estados Unidos, en 1866, Jeannette, de estatura más bien baja, menudita y de muy modesto vestir, empezó asistiendo a los niños sin amparo filial que deambulaban por las calles robando o, en el mejor de los casos, vendiendo periódicos o pidiendo limosnas.

En esa labor estuvo la joven hasta que concluyó la primera intervención de Estados Unidos y el 20 de mayo de 1902 Cuba se transformó en una seudorepública.

Entonces, tomó quizás la decisión más importante de su vida: no regresar a su tierra natal y echar raíces en una isla que la seducía y la llenaba retos nobles y difíciles.
Sobre esta etapa de su vida escribió el investigador y narrador Jorge Domingo:

“Muy pronto se fue extendiendo la noticia de que una estrafalaria y chiflada mujer norteamericana se enfrentaba a los rudos carretoneros cuando castigaban a sus caballos, y otros animales de tiro, cargaba con bolsas de alimentos para repartirlos entre perros y gatos sarnosos, y se detenía a sermonear a los pilluelos”.

“La burla y el sarcasmo cayeron sobre ella con saña; pero no lograron causarle el menor daño ni hacerle variar su actitud. Paulatinamente, el menosprecio hacia su persona se fue trocando en asombro, respeto y admiración”.
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Caricatura cortesía de Juventud Rebelde

Bando de Piedad

Decidida a todo, y con una mejor visión del país, el 27 de octubre de 1906 la filántropa fundó en La Habana la Sociedad Protectora de Niños, Animales y Plantas, también conocida como Bando de Piedad de Cuba, una institución dedicada a proteger a los menores huérfanos o enfermos y, en general, a todos los desvalidos que se arrastraban sin consuelo por La Habana.

Su lema tiene una absoluta actualidad: “Nosotros hablamos por los que no pueden hablar”.

Este organismo, apoyado en las donaciones que realizan los movimientos femeninos y grupos altruistas, realizó un intenso trabajo social e instrumentó numerosos proyectos en favor de las personas que en ese entonces llamaban “de la vida”.

El Bando de Piedad auspició un dispensario a fin de prestar asistencia médica gratuita a los menores y estableció un reparto diario de leche y pan para los mendigos. Llevaba, incluso, desayuno a las mujeres detenidas en unidades policiales y no ocultó su apoyo a las prostitutas.

Además, allí se protegieron a los perros y gatos callejeros, y se luchó contra el maltrato de estos animales a manos de turbas de niños y borrachos.

Incluso, andando el tiempo, llegaron a establecer dispensarios y clínicas para atender gratuitamente a las mascotas de personas de bajos recursos.

Otro de los encarnizados combates que realizó el Bando de Piedad fue contra los intentos de revivir las plazas de toros que habían sido cerradas por el gobierno interventor norteamericano con la Orden 187 del 10 de octubre de 1899.

En particular, atacaron sin piedad al centro recreativo Los Zapotes, en el municipio habanero San Miguel del Padrón, donde los emigrantes españoles hacían montas dominicales de caballos “al pelo” y los toreros de ocasión mortificaban a los toretes sin casta.

La entidad, radicaba en la calle antigua Paula (hoy, Leonor Pérez) número 27, esquina con Picota, en un local cedido en 1916 por el gobierno de Mario García Menocal para que sirviera de albergue a numerosos niños en estado de orfandad.

En 1934 Ricardo de la Torriente, creador del personaje de Liborio, donó al Bando unos terrenos situados en el Cotorro, donde se construyó una escuela interna de niñas de escasos recursos.

El organismo tuvo su propia revista, en la que escribieron el periodista Félix Soloni y el escritor Juan Marinello y se mantuvo en activo hasta 1959, cuando sus funciones fueron asumidas por el gobierno revolucionario.
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Jeannette y el Bando de Piedad tenían una divisa muy actual: “Nosotros hablamos por los que no pueden hablar”.

Jeanette y su perrita

En su tercera edad, Jeanette Ryder tenía una mascota, la perrita Rinti, con la que iba a todas partes, hasta su fallecimiento en la capital cubana el 10 de abril de 1931 debido a un problema pulmonar.

Entonces, según los trabajadores del Cementerio de Colón, Rinti se echó a los pies de la tumba de su ama y rechazó la comida y el agua hasta que murió.

La enterraron a sus pies (es uno de los dos animales inhumados de manera oficial el camposanto).

Trece años más tarde se colocó en el lugar donde reposan sus restos una escultura de Fernando Boada que muestra a un perro echado. Es la única de su tipo en la necrópolis.
Allí se lee:

FIEL HASTA DESPUÉS DE MUERTA. RINTI

Al lugar se le identifica con el nombre de la Tumba de la Fidelidad.
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La obra escultórica es de Fernando Boada

En julio de 1957, para conmemorar los 50 años de la fundación del Bando de Piedad, el Ministerio de Comunicaciones de la República de Cuba emitió dos sellos de 4 y 12 centavos, respectivamente, con el propósito de honrar a Jeannette Ryder.

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Auspiciado por Asociación Cubana para la Protección de Animales y Plantas, en Cuba, cada 10 de abril, se celebra el Día del Perro en recuerdo a la filántropa norteamericana. Ese día decenas de personas marchan en procesión hacia su tumba. Es lo justo.

 

 

 

 

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