ARCHIVOS PARLANCHINES: Chiquita, la vedette cubana enana

ARCHIVOS PARLANCHINES: Chiquita, la vedette cubana enana
Fecha de publicación: 
18 Septiembre 2020
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Imagen principal: 

Las primeras noticias sobre Chiquita, la muñeca viviente cubana, me llegaron por mediación de mi madrina Nilda, una reglana que rastrea a diario las curiosidades de nuestra farándula. Y enseguida me di cuenta de que la historia de esta vedette enana, de solo 26 pulgadas, desconocida totalmente en Cuba, es interesante por doble ficha: en lo artístico logra codearse con los grandes en un mundo diseñado para gentes normales, pero, no muchos años después, su huella se pierde sospechosamente con una rapidez inexplicable para los biógrafos.

Chiquita, llamada en realidad Alize Espiridiona Cenda del Castillo, nace el 15 de diciembre de 1869 en la provincia de Matanzas, en el seno de una familia de clase media, donde crecen, además, otros cuatro hermanos menores de una estatura normal. Es, en propiedad, una niña protegida en exceso y bitonga, presa en una burbuja de cristal que, a duras penas, justifica su existencia con unas clases de canto que no la alejan de su manía de coleccionar abanicos exóticos.

Para huir de la sensación de desamparo que provoca la Guerra de 1895 en el occidente cubano, Chiquita, con solo 27 años, viaja a Nueva York el 30 de junio de 1896 en compañía de uno de sus hermanos y de un primo pianista, quienes la apoyan cuando ella rechaza las ofertas iniciales que le hacen varios circos y ferias ambulantes dedicadas a presentar personas con capacidades únicas o feas anomalías, que, por lo general, reciben un trato inhumano.

Por el contrario, la muchacha cae enseguida de rodillas ante el atrevido vodevil (del francés vaudeville), una modalidad teatral en boga en los Estados Unidos que renuncia a las intenciones psicológicas o morales y hace cualquier barbaridad con tal de distraer, provocar hilaridad e incluso asombro. Por ello, no resulta sorprendente que en estos espectáculos se mezclen las comedias frívolas, ligeras y picantes, basadas en la intriga y el equívoco, con la música, las danzas, el circo, la magia, la pantomima, las demostraciones atléticas de los musculosos, y el cine para acaparar la atención del público entre 1880 y los umbrales de 1930.  

La liliputiense se suma a varios circuitos del vodevil, un teatro de variedades dignificado en 1881 por el empresario Tony Pastor, con el apoyo de los mejores artistas del género y de la clase media, y tras realizar interminables giras por pueblos y ciudades, se transforma en una de las famosas del imperio del entretenimiento de Alexander Pantages, uno de los artífices de la edad dorada de la arquitectura teatral estadounidense.

                                      Chiquita en sus días de más éxitos.

Los expertos aseguran que la vedette se catapulta hasta llegar al estrellato en teatros al estilo del Temple de Detroit, La Ópera de Kirksville, en Missouri, y el neoyorquino Palace Theatre (El Palacio), al mismo tiempo que se convierte en la gran atracción en la Exposición Panamericana llevada a cabo en 1901 en la ciudad de Búfalo, y se va de gira a Europa, donde en 1905 se atraganta de multitudes en Londres al lado del gigante ruso Giant Machnow (ella lo detesta en secreto).

                                  Ella con el gigante ruso Machnow.

Y conste, el triunfo no es gratuito: bailarina audaz, incluso voluptuosa, tiene una voz potente y bien timbrada, la cual le permite interpretar canciones cultas, romanzas, cuplés provocativos y hasta boleros de Pepe Sánchez o algunos de sus herederos.

Al final, su enorme talento y un temperamento inclinado al capricho y a la controversia le permiten desarrollar dentro del vodevil una extensa carrera como cantante y bailarina, la cual le trae el éxito, la fama y una fortuna que la hace ver como una mujer autónoma, corta de estatura, pero no de ideas.

Sus presentaciones atraen a mucho público.

Durante su larga trayectoria acapara primeras páginas en diarios como The Zoo y el St. Louis Post-Dispatch, y es recibida en numerosas ocasiones por personalidades del arte y la cultura, millonarios filántropos, magnates industriales, comerciantes renombrados y políticos influyentes como el propio presidente William McKinley, su anfitrión en la Casa Blanca. Le llueven, igualmente, los obsequios, algunos de ellos algo extravagantes, como el que recibe de Charles Francis Jenkins, pionero del cine, quien manda a construir para ella el automóvil más pequeño jamás visto (copia de uno de moda entre las personas «gigantes»).

Como les sucede a todos los espíritus bohemios y voluntariosos, a Chiquita, quien se expresa perfectamente en español, inglés e italiano, tratan de enrolarla en muchas de las causas nobles enarboladas en la época en diferentes partes del planeta.

Tal es así, que el propio don Tomás Estrada Palma, a la postre el primer presidente de Cuba, la visita en la fecha probable de 1897 para pedirle su respaldo a la causa independentista. Nada se sabe de la reunión, sin embargo, la dama siempre se muestra orgullosa por su origen.

Un folleto biográfico dado a conocer en Boston en 1897 la presenta como una sensual e insaciable amante, con apariencia de niña. Por ello, no sorprende su boda en 1901, a los 31 años, con Anthony C. Woeckener, un joven de 17, de estatura normal, oriundo de Pennsylvania, padre un año más tarde de un hijo que no pesa más de dos libras al nacer y muere a una edad temprana.

                                 Junto a Woeckener, su joven marido.

En la crónica «Lo que aprendí de Espiridiona», incluida el 29 de septiembre del 2010 en el blog Trazos de mi vida, se enfatiza:   

«Su trayectoria fue la mejor y más contundente demostración de que la grandeza no tiene tamaño. A diferencia de tantas islitas y minúsculas naciones víctimas de la voracidad de los imperios, ella nunca se doblegó ante una orden ni se dejó encadenar. Las huellas que dejó en su deambular por la vida podrán haber parecido diminutas a algunos, no obstante, nunca nadie cuestionó la firmeza de sus pisadas».  

                                         Esta es la última foto que se le hace a la vedette.

Chiquita fallece el 11 de diciembre de 1945 en Far Rockaway, Queens, Nueva York, tres días antes de cumplir 76 años. A su lado solo está Rústica, su fiel e indomable criada negra de toda la vida. Atrás quedan sus sueños de palatino, decisiones irreverentes, éxitos rutilantes, romances ilícitos y riesgos eternos.

El autor cubano Antonio Orlando Rodríguez, residente fuera de Cuba, gana en el 2008 el prestigioso premio Alfaguara de novela con su obra Chiquita, una biografía que mezcla la fantasía y el contexto histórico en el que se mueve un personaje curioso, aunque de indudables dotes, que aún pugna por salir de su misterioso escondite para alcanzar un lugar en nuestra memoria teatral.

Comentarios

Excelente y documentado texto.
Nuestro país nos ha regalado con grandes artistas, muy versátiles, a través del transcurso de nuestra historia hemos contado con grandes vedette. Sumamente interesante la historia de Chiquita. Que bueno adquirir más conocimientos sobre nuestra cultura universal q parecen q murieran en el olvido.
Muy interesante personaje matancero que hizo carrera fuera de Cuba, pero fue muy conocida en America.
Chiquita
Increíble dónde llegó con su inteligencia no por su físico?
Qué linda historia de esta cubana , que en su pequeño cuerpo, acumuló tanta fuerza.

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