ARCHIVOS PARLANCHINES: Chalía Herrera, la célebre soprano que vino a morir a Cuba

ARCHIVOS PARLANCHINES: Chalía Herrera, la célebre soprano que vino a morir a Cuba
Fecha de publicación: 
10 Abril 2023
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Conocida como Chalía Herrera, Madame Chalía o Rosalía Chalía, esta soprano cubana de renombre mundial nació para reinar en los escenarios operísticos más importantes de su época, donde, además, fue muy admirada por haber sido la primera mujer cubana, y probablemente latinoamericana, en realizar grabaciones comerciales en discos.

Rosalía Gertrudis de la Concepción Díaz de Herrera y de Fonseca nació en La Habana el 17 de noviembre de 1864 en el seno de una familia de alto linaje social y amplia cultura: su padre, don Pedro Díaz de Herrera Serrano, fue teniente de navío de la Armada Española, y su abuelo, don Segundo Díaz de Herrera y Mella, teniente general de la Armada.

Todo parece indicar que sus primeros años transcurrieron en Santiago de Cuba, donde tomó lecciones con Laureano Fuentes Matons, quien fue su maestro de violín.

Muy pronto, la muchachita dio muestras de su talento musical y de sus impulsos humanitarios en un concierto que ofreció junto a su hermana para regalarle una casa a un hombre pobre que había despertado sus simpatías infantiles.

Más adelante, convencida de que sería una estrella, estudió canto en La Habana con Ángelo Massanet, y en 1893 marchó a Nueva York para recibir lecciones de perfeccionamiento en la Escuela de Ópera y Oratorio, fundada en esa ciudad por el pedagogo cubano Emilio Agramonte y Piña.

Su apuesta por la música se tornó desde entonces un canto irreverente sediento de éxitos y aplausos, como lo demuestra su debut en el teatro Grand Opera House, de Filadelfia, el 24 de mayo de 1894, donde encarnó el personaje de Aída en la ópera homónima de Giussepe Verdi.

Convencida de que su destino estaba en los escenarios, viajó a París para estudiar repertorio con el maestro Giovanni Sbriglia y, al año siguiente, Gellio Benvenuto Coronaro, quien había estado año y medio buscando a la cantante ideal, le encomendó el estreno de su ópera Claudia, en el Teatro Lírico de Milán, Italia, la cual resultó un gran éxito.

Fue entonces cuando conoció al compositor italiano Ruggiero Leoncavallo, autor de Los payasos, con quien reestrenó la obra en el rol protagónico de Nedda, dirigida por el propio autor.

En 1896, ya de regreso en los Estados Unidos, triunfó en el Hammerstein’s Olympia Music Hall acompañada por la orquesta del Metropolitan Opera Company.

El The New York Times publicó una nota el 28 de septiembre de este año que se rinde ante la soprano:
 
«Ha sido escuchada en esta ciudad por primera vez. Su voz es rica en color, no especialmente dulce, pero sí bien entrenada. Su talento se mostró mucho más en el aria de Ballo in Maschera, de Verdi, y también en las canciones españolas que interpretó y fueron bien acogidas».

Por aquellos años, un autor anónimo escribe: «Madame Chalía es una mujer extremadamente bella, con un gran ingenio, vivacidad y energía, capaz de convertir en un suceso importante cualquier empeño en el que se involucre».
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Estampa de mambisa

Elogiada por la prensa norteamericana y europea por su talento vocal y belleza, al poco tiempo de regresar a la Gran Manzana se unió a un grupo de artistas cubanos emigrados con el fin de recaudar fondos destinados a la lucha por la independencia de su país.

En estos años, Chalía Herrera ofrece numerosos recitales, donde se hacen donativos; participa en actos patrióticos y aporta generosas cantidades de dinero al Ejército Libertador y los refugiados cubanos en Estados Unidos.

El 27 de noviembre de 1896 ofreció en el Chickering Hall, en Boston, un recital en beneficio de los soldados mambises, con hermosas melodías cubanas y el apoyo, al piano, del maestro Hubert de Blanck, de quien estrenó la ópera Patria, con temática independentista.

Desde la manigua la aplauden el generalísimo Máximo Gómez y José Martí, con quien sostuvo una cálida amistad; la mencionó en varias de sus crónicas. No podía ser de otra forma.

En 1899, cuando los tambores de la guerra enmudecieron en Cuba con la intervención de Estados Unidos en la guerra y la derrota de España, se presentó en el teatro Sauto, de Matanzas, cuyo Liceo Artístico y Literario la declaró «Socia de Mérito».

Y al año siguiente recibió en el Teatro Albisu, de La Habana, un homenaje por su contribución a la gesta independentista, al que asistió Máximo Gómez.

Según el Diario de la Marina, interpretó en el Gran Teatro Tacón de La Habana la canción Cuba, de Eduardo Sánchez de Fuentes, en el acto principal por la independencia de la Isla, el 20 de mayo de 1902.

Ya era la soprano cubana más relevante de su tiempo y estaba en la plenitud de una carrera ascendente que no tenía límites.

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La apoteosis

Con un asombroso registro vocal y una presencia escénica hechizante para muchos, a principios del nuevo siglo su apuesta por el arte se hizo mágica: entre 1905 y 1907 recorrió México con su compañía, integrada por el tenor Michele Sigaldi y el barítono Torres Ovando.

Y en 1914 regresó a la capital cubana como integrante de la compañía de María Barrientos para presentar la Tosca, de Puccini, en el teatro Politeama, el cual, según la prensa de la época, «diariamente se colmó de público con el propósito de ver y aplaudir a la diva cubana».

Asediada por los principales caciques de los espectáculos operísticos, el 22 de abril de 1915 debutó en el Carnegie Hall de Nueva York, acompañada al piano por el maestro Raimundo Llada, junto a quien recreó las principales arias de las óperas Carmen, de Bizet, y Cavalleria rusticana, de Mascagni.

Al año siguiente, realizó exitosas presentaciones en Venezuela, antes de pasearse, en 1922, por los principales teatros de Madrid y Barcelona.

Tres años después, protagonizó con la Metropolitan Opera Company una serie de programas de radio, un medio difusor que daba sus primeros pasos.
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Sus grabaciones

La profusa discografía de Chalía Herrera se inició cuando registró para la marca italiana Bettini, entre 1897 y 1900, cerca de 40 canciones en cilindros de cera, tecnología que antecedió al disco sonoro.

A continuación, figuró entre las primeras sopranos que hicieron grabaciones fonográficas en Estados Unidos. Solo dos adversarias lo habían logrado antes: María Romaine y Edna Florence, con muy poco tiempo de diferencia.

El día 30 de octubre de 1900 la cantante cubana comenzó a trabajar con la firma RCA Víctor, y el número de sus registros superó los de sus antecesoras: más de cuarenta selecciones entre 1900 y 1903.

Fue artista exclusiva, además, de los sellos Monarch y Zonophone.

En sus discos cantó sola o en dúos, con un acompañamiento de piano y flauta. Al mismo tiempo, desarrolló proyectos experimentales acompañada por orquestas.

En 1912 realizó sus últimas incursiones discográficas: veinte para la RCA Víctor y trece contratada por la Columbia.

Su catálogo comprende unas 135 obras del género operístico, pero incluye, además, selecciones de zarzuelas, melodías tradicionales españolas, y varios temas cubanos.

Entre ellos figuran la habanera , de Eduardo Sánchez de Fuentes; la guaracha Mulatica de mi vida, de José Marín Varona; la clave Las desventuras de Liborio, de Manuel Mauri, y la criolla Guarina, de Sindo Garay.

El declive

En la década del 30 su declive artístico se hizo irreversible, aunque, ya en la agonía, fundó en 1940 la Sociedad Chalía Opera Company, para estimular la entrada al arte lírico de intérpretes latinos, la cual radicó en su propio hogar de Nueva York. Sin embargo, la empresa fracasó por razones económicas.

Seis años después, retirada del arte, Chalía Herrera regresó definitivamente a su tierra. En el acto de recibimiento, expresó: «Vengo a morir a Cuba».

La soprano se casó dos veces. Primero, muy joven, con míster Thomas Haskins Graham, un americano alto, buen mozo, vinculado a la industria del ferrocarril y a las minas de hierro en Cuba, y en 1915 con don Pedro de Ulloa, momento en que asumió el nombre de Rosalía Díaz de Herrera de Ulloa, condesa de San Martín.

Según la investigadora Rosa Marquetti, el generalísimo Máximo Gómez mantuvo una hermosa amistad con ella y le escribió de puño y letra seis cartas en las que el dominicano le dio muestras de su ardiente admiración.

La revista Bohemia, en su edición del 13 de junio de 1954, publicó fotos de algunas de esas misivas.  

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El 16 de noviembre de 1948, en vísperas de cumplir 85 años de edad, falleció Chalía Herrera, sumida en la pobreza, en un hospital de La Habana. La pequeña pensión que el gobierno le asignó no siempre estuvo disponible, como denunció la prensa de la época.

El gobierno de Carlos Prío Socarrás le confirió post mortem la orden Carlos Manuel de Céspedes, la más alta distinción oficial en aquel tiempo.

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