Agricultores: a su lado en un momento amargo
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Foto: tomada de internet
Cuando Emilio Correa perdió una pelea antes del límite con un novato a quien superaría con una sola mano en otros tiempos, publiqué un comentario en Juventud Rebelde para situarme al lado del vencido en aquel momento aciago y le añadí motivos, causas y otras consideraciones: labor lógica en un periodista Ahora, con un título muy parecido encabezo las siguientes líneas, a partir de un dolor similar ante la derrota de Agricultores en la más reciente Serie del Caribe.
Algunos exaltados, heridos por esta actuación horrible -lo fue-, han proferido palabras muy duras hasta ofensivas sobre el conjunto y la dirección. Con el objetivo de encausarles la pasión, les traigo varias reflexiones de Fidel en julio 16 de 2008 a raíz de un tropezón del equipo nacional en la preparación para la cita olímpica de Beijing.
“Tronó la indignación de los fanáticos por el duro revés del domingo. Eso lo dice todo: ¡fa-ná-ti-cos!... No son ellos (los peloteros), en todo caso, los que merecerían las mayores críticas si algo no salió bien… No los desalentemos. Enviémosles un mensaje de aliento... ¿Por qué no esperamos el final de las Olimpiadas para discutir a fondo y de forma verdaderamente democrática la responsabilidad de todos los que tienen que ver con el deporte cubano?”
Agrego otras opiniones del Comandante en Jefe en este sentido pronunciadas el 28 de septiembre de 2000: “A nuestros atletas no solo hay que aplaudirlos cuando vienen con medallas de oro, hay que recibirlos con afecto de hermano, hay que recibirlos como cuando obtienen una victoria”. Precisamente con dos boxeadores revalidó en hechos sus palabras, aunque lo demostró también con otros deportistas.
Durante el encuentro con la última parte de la delegación a Montreal 1976, preguntó por Correa, quien había sido superado en los cuartos de final por el venezolano Pedro Gamarro a los dos minutos y 46 segundos del segundo round, al detener el réferi las hostilidades para evitarle más castigo. Al saber que a Emilio lo habían enviado de regreso anteriormente, criticó la acción porque no era la forma de tratar a un hombre que tanta gloria había dado a Cuba.
En Atlanta 1996, el 71 kilos Alfredo Duvergel tenía la presea principal a pocos segundos de su pecho: iba delante por muchos puntos, pero siguió al ataque, intercambiando fogoso, y un golpe de su rival, David Reed (Usa), lo noqueó a los 36 segundos del capítulo final y lo envió al peldaño de plata. Al regreso, el Comandante lo reconfortó con frases que ponderaron la vergüenza del subtitular: “…caíste peleando, sin dar un paso atrás”. Trompada al hígado de quienes dieron la espalda al púgil pensando más en el oro que en el hombre.
Vuelvo a la insatisfacción por el resultado en Gran Caracas. El mal de nuestra pelota y del deporte en general viene desde muy atrás y es injusto adjudicarla de forma íntegra a la mediocre siembra de Agricultores, de diversos conjuntos de varias categorías, y al trabajo de la dirección del béisbol que mucho se ha esforzado por levantar la boga, ligada a las masas como nunca en los tiempos más recientes. Nos lesiona demasiado al ocurrir en el deporte nacional, aunque el mismo panorama se observa en el atletismo, el baloncesto, el voleibol, el judo...
La posible baja, amenazando a debacle, se anidó hace bastante tiempo en el sector, torpedeado por el incremento terrible y en crecimiento continuo del comercialismo en el deporte internacional. El olimpismo no está exento de esas manchas, Don Dinero al frente. Al contrario, las acepta en bastantes casos, las eleva, construye sobre ellas y las distribuye incluso. El boxeo es ejemplo de eso.
Para la Mayor de las Antillas, el bloqueo de los yanquis, y la inexistencia del campo socialista, especialmente de la URSS, -sin ese apoyo no hubiéramos llegado a donde llegamos- dañan directa e indirectamente a nuestra cultura física de la base a la cúspide. La adición cada vez más descarada del robo de músculos aumenta la laceración. Y una de las disciplinas más azotadas aquí por esta indecencia es la pelota.
Están los errores nuestros: la no priorización de la misión fundamental de la cultura física: la forja de un ser humano mejor en lo físico y lo espiritual; el campeonismo, el medallismo por encima de lo realmente deportivo; la masividad en no pocos casos a segundo plano; la atención no siempre correcta a la base; quedarnos atrás en la técnica y en no pocos adelantos científicos y su adaptación; la poca utilización de las conquistas científicas, con tantas como hay en la Universidad del ramo; debilidades en la política de cuadros; demasiadas improvisaciones... Ninguna especialidad escapa.
En no pocas ocasiones, Fidel ahondó sobre estos asuntos. Del 6 de octubre de 1977 traigo una muestra: “Es importante que no nos equivoquemos, que por buscar campeones descuidemos la práctica del deporte... Debemos estar al día, tener la mejor bibliografía sobre técnica deportiva, hacer investigaciones sobre técnica deportiva. Tener una información muy amplia de todas las experiencias del mundo en este campo...”
También fustigaron el dogmatismo, la autosuficiencia, el lento paso para comprender que el deporte es una profesión como el ballet, la abogacía, la música, la carpintería, la plomería, el periodismo, la literatura, la medicina, la docencia, la ingeniería, la arquitectura... y que no debemos confundir las profesionalidad: especialización, rigor, entrega, amor, con el profesionalismo: la búsqueda del lucro a toda costa.
Es una falla ignorar en cualquier quehacer lo siguiente: los intereses de los hombres y mujeres: no siempre están alineados con la virtud. Es más: inteligentemente podemos usar los primero para alimentar lo segundo. En un mundo a la deriva y en la fase de edificación social vivida en Cuba, es imprescindible tener en cuenta lo planteado por Marx: a cada cual según su capacidad, y Martí: la persona debe recibir lo que merece. Ha estado presente en el arribo de los contratos y los salarios de los atletas, pese a que lo segundo, hay sus fallas.
Aquello no significa dejarse ganar por los extremos ni soslayar las cuestiones del alma. Al contrario, indica que es inexcusable que los entrenadores y directivos la fortalezcan al nivel de la preparación corporal y las habilidades. Marchar por rutas tan infestadas sin poseer antivirus termina, casi siempre, desastrosamente. Vuelvo a la mencionada Serie no sin antes prometerles varios escritos de esta índole en próximas ediciones.
En cuanto a los “agrícolas” es cierto que podían llevar refuerzos –todos lo realizaron- mas seamos sinceros: no hay muchos de alta calidad para escoger y pienso que no resolvería el problema, amén de crear otros. Lo dicho por el periodista joven que cubría la lid, Daniel Rodríguez, es una dura verdad: el nivel de nuestro béisbol está por debajo de la media de las Ligas del Caribe. Y tenemos que levantarlo.
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