OEA: Cambiar unos y otros

OEA: Cambiar unos y otros
Fecha de publicación: 
27 Agosto 2012
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La votación del pasado 24 agosto en la Organización de Estados Americanos (OEA) en la cual, pese a la oposición de Estados Unidos, se adoptó una resolución de apoyo a Ecuador ante la amenaza de Gran Bretaña de irrumpir en su sede diplomática en Londres, es el dato más relevante acerca de los cambios en las relaciones políticas hemisféricas.

 

Excepto por el número de habitantes y la extensión territorial, la asimetría  entre Estados Unidos y América Latina es tan obvia que apenas se invoca. El poderío económico y militar, el desarrollo científico, tecnológico y la producción cultural es incomparable, tanto que hasta hace poco, cuando la referencia era obligada, se acudía a la metáfora de “el patio trasero” y en política al símil del rebaño.

 

La Revolución Cubana (1959) inauguró una era de cambios que se reforzó con el acceso al gobierno, por vía electoral de Salvador Allende en 1970 y se amplió con el triunfo Sandinista en Nicaragua (1979). Aquella tendencia se acentuó con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1999, los triunfos de Lula y Néstor Kirchner en 2003 en Brasil y Argentina respectivamente, de Evo Morales en Bolivia (2006) y de Rafael Correa en Ecuador (2007).

 

De esa riada forman parte los triunfos electorales del Frente Amplio en Uruguay, del Farabundo Martí en El Salvador y de personalidades y organizaciones avanzadas en otros países del continente como es el caso del derrocado obispo/presidente Fernando Lugo de Paraguay.

 

Es imposible obviar los antecedentes que prepararon el camino: Getulio Vargas en Brasil (1930), Lázaro Cárdenas en México (1934), Juan Domingo Perón en Argentina (1946) y Jacobo Árbenz en Guatemala (1950) y de eventos como: el gobierno de Velasco Alvarado en Perú (1968), de Omar Torrijos en Panamá (1969) y otros. 

 

Lo que ha ocurrido es la cristalización de un período de cambios revolucionarios y mutaciones que, mezclando postulados socialistas y liberales con un nacionalismo de tercera generación que a la defensa de la soberanía nacional suma los objetivos de integración económica y la concertación política regional, propician la maduración de una identidad iberoamericana. Ese proceso ha instalado una nueva correlación de fuerzas ante y frente a los Estados Unidos que a partir del 24/8 es una realidad con la cual el imperio deberá lidiar y, a la larga, congeniar.

 

Atrás, como un anacronismo irrepetible quedó la decisión de la OEA de expulsar a Cuba en 1962, así como de aprobar o asumir en silencio cómplice agresiones, invasiones y ocupaciones de países; tampoco la oligarquía ni los militares retrógrados podrán impunemente protagonizar golpes de estado y rebeliones contra la democracia y las causas populares, frente a ellos: ¿¡ Quién lo diría ?! pudiera levantarse la OEA.

 

La anulación de la sanción a Cuba y la reacción ante a los golpes de Estado en Honduras y Paraguay fueron avisos mientras el apoyo a Ecuador frente a la Entente liderada por Gran Bretaña y Estados Unidos es un hecho.

 

Debido a que siempre hay más de un camino, tal vez ni siquiera sea necesario liquidar a la OEA, sino que basta con cambiarla. Como de eso se trata, además de cambiar nosotros, habrá que cambiarlos a ellos. Allá nos vemos.

 

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