La verdadera culpa de Iroel Sánchez*

La verdadera culpa de Iroel Sánchez*
Fecha de publicación: 
6 Octubre 2019
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Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. La revolución comunicacional de la internet tomó a la Revolución cubana sin preparación adecuada y sin respuesta eficaz. La razón del hecho puede no haber sido ni culpa nuestra. Esa revolución informativa se incubó en los años más duros del período especial. Cuba, sometida al asedio, tenía apagones las dos terceras partes del día. De cara a la sobrevivencia más inmediata se veía impedida de invertir en infraestructura y el atraso se fue acumulando inevitablemente. Como corolario, el acceso a las nuevas avenidas de la divulgación de información fue tardío, fragmentado y no constituía, en medio de urgencias diarias, prioridad en esos años. Aprovechando el escenario de batalla tan desfavorable para las fuerzas revolucionarias, se fueron estructurando, con generosa ayuda financiera de más de un poder imperial, múltiples plataformas virtuales apuntadas contra el país. Más peligroso aún, alentada por el desconcierto filosófico e ideológico que trajo el derrumbe del “socialismo que realmente existió”, denominación del historiador comunista Hosbawn, la ofensiva reaccionaria no se solo se instrumentó sobre la tecnología que emergía sino, en el plano de las ideas, sobre la ausencia temporal de contraparte ideológica. Desde el posmodernismo reaccionario, el fin de la historia vino a querer decir el fin de las utopías y el cierre de las epopeyas. El asalto ideológico ha sido brutal y la ofensiva a estado de parte del enemigo. Aún hoy la respuesta en la blogosfera de las fuerzas de la Revolución recuerdan a la armada Brancaleone. Si bien el origen del desconcierto es objetivo, su persistencia tenaz ya es culpa de nuestras carencias subjetivas y las pone en evidencia.

Todo saber, aún en las más remotas áreas de la cultura es útil al ejercicio del poder, pero en las condiciones actuales también le es útil al ejercicio contra el poder. La renuncia a un conocimiento específico, es como renunciar a un instrumento de poder cultural al que el enemigo no renunciará.

Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. La conciencia social tiene historia, no viene de la nada ni va hacia la nada; se hereda. Si la idea por la que vivieron nuestros padres encalla, entonces lo que se hereda es cansancio. Todo lo que encalla se deteriora. El libro que presentamos es el testimonio de una pelea cubana contra los demonios. Demonios de clases burguesas, demonios de hegemonías imperiales, demonios traidores, demonios pusilánimes. Es además, desde lo aparentemente individual, una metanarración sobre como se puede conformar primero la resistencia y ya luego esbozar la contraofensiva. Sobre como se puede renovar la herencia. El blog de la Pupila Insomne nació en coyuntura poco favorable y fue pionero, desde lo revolucionario, en la apropiación adecuada del lenguaje de las redes. Como fortaleza de Brest estuvo un tiempo no pequeño bregando casi solo, como espacio no institucional, dentro de un oceáno adverso. Es además demostración de que la Revolución cubana no perecerá, como otras, por la inacción de sus soldados de fila, aún si las circunstancias imponen momentáneamente la carencia o la incomunicación con un puesto de mando. Lo ha hecho además desde la cultura política y ha evolucionado conforme el cambio de los tiempos, pero también e importante, como resultado de la evolución de su propio autor. Ha madurado. Este libro demuestra que el verdadero reto no está en lo tecnológico, sino en la generación de contenidos inteligentes y útiles. La tarea no es fácil. Estamos aún en un tiempo que favorece determinados (retro-)”ismos” de modas. La relectura de la Revolución, ejercicio por demás necesario y permanente, también es oportunidad de oportunismos. Hacer esa relectura de manera dialéctica y superadora sin abandonar trinchera es un ejercicio intelectual formidable. Iroel lo logra y lo hace frente a una agresividad enfermiza. Si algo vamos aprendiendo de estos años de truenos es lo errado que resulta pensar que el fuego revolucionario propio se aviva cuando se le niega al otro el derecho a su propia lumbre, porque esta tiene otro color aún cuando las dos intentan dar calor al mismo horno. Por el contrario, tanto afán de apagafuegos termina envileciendo no solo porque una llama en solitario no logra forjas, sino porque empecinado en cegar al otro, termina por olvidar su propia hoguera y del descuido solo brotan obras deformadas, enanas. No hay que coincidir con todo lo que Iroel publica para sentirse en su misma trinchera. Más aún, la divergencia con Iroel, invita a estar en su misma trinchera. Los que, y me refiero a los revolucionarios, acusan a otros de dogmáticos, deben desde la humildad, reconocer que el hombre se hizo siempre de todo material. Saber reconocer las determinadas verdades en disímiles discursos de la Revolución, y llegado el tiempo en que los hornos viertan su fundido, saber (desde ahora) quien te acompañará en la trinchera cuando la caña se ponga a tres trozos.

Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. La Pupila Insomne, cuyo actuar desde la autoría de Iroel recoge este libro, es también una crítica al periodismo cobarde. Se pueden poblar de sonidos revolucionarios todos los silencios. En ese sentido este texto es incómodo. Le quita justificación a los pancistas. Basta ya de que blogs como este sean fortalezas de Brest. A los que desde la comodidad se la pasan en el mejor de los casos anunciando que rebloguean lo que allí se publica, sepan que lo que se necesita en verdad es generar más contenidos útiles. Los que reducen, por hábito o por vagancia, el ejercicio periodístico a reseñar discursos de nuestros dirigentes, o hacer de la memoria de Fidel un culto pseudoabrahámico, vean en el ejercicio difícil que este texto que hoy presentamos recoge, una herencia creativa del pensamiento de Fidel. Hace poco Víctor Fowler nos recordaba, desde la Jiribilla, aquella frase de Hart de que “los problemas de la cultura necesitan soluciones culturales”. Bueno, la tomo prestada y la reformulo: los problemas de la batalla ideológica necesitan soluciones ideológicas y la ideología se construye desde la cultura. Tal parece que hemos olvidado la necesidad esencial de la cultura en todos los ámbitos sociales del país y en primer lugar en el espacio de la toma de decisiones. Solo desde la cultura se toman decisiones acertadas. En Cuba estamos rehaciendo los concensos en una tormenta estacionaria de ideas. Ese debate de ideas no se hace en una campana, sino en mezcla inevitable con lo que vale, lo que pretende valer y lo que se opone a lo que vale. Ese concenso se ha de hacer desde una sola certeza: la Revolución es sagrada, todo lo demás es duda gestadora. Frente al “No hay dudas …”, opongamos la duda de la que Marx se apropió como virtud esencial de un científico en su indagación de la realidad y la de un luchador social en el ejercicio de la acción revolucionaria. La duda que conduce lo mismo a un “¿Qué hacer?” que al discurso tremendo del 26 julio de 1989. Esa búsqueda de certezas lleva implícita debates crudos, crudeza necesaria si vemos debates similares en otros contextos como la Rusia de la segunda década del siglo pasado, o la Cuba de los sesenta. Debates en ocasiones duros, muy duros, pues que así sea si de la dureza logramos que brote generosa una avalancha de revoluciones. Pero se necesita identificar contínuamente la brújula que apunta hacia la Revolución, para no perdernos con otros compases que aparentando guiar hacia el mundo nuevo, en realidad nos llevan a viejos destinos infames. La sustentabilidad no puede reducirse al espacio económico so pena de volverlo primero una ilusión y luego una desilusión. La sustentabilidad, vista como vital, incluye la reproducción ampliada de la cultura. Debemos lograr un socialismo ideológicamente sustentable, culturalmente sustentable, socialmente sustentable. Me consta que el desvelo de Iroel tiene en esa misión, como estos textos demuestran, una de sus principales ocupaciones.

Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. Demos por sentado que estamos en el bando de los justos, ¿pero acaso podemos decir que estamos en el bando de los vencedores? Nadie tiene esa certeza y la duda corrosiva se instaló en la conciencia colectiva desde la debacle del socialismo que realmente existió. ¿Es suficiente hoy, en estos días posmodernos, ser del bando de los justos? ¿Es esa razón suficiente para militar en él? Las resistencias numantinas terminan por sucumbir, y si como símbolo quedan del lado redentor, como antisímbolo también se reproducen del lado que oprime. Es cierto que Martí invocó la felicidad necesaria de estar en el bando de los justos en cualquier circunstancia y Fidel mostró que ese bando podía ser vencedor, pero las certezas para que sean trincheras han de asumirse colectivamente y ser persistentes en el tiempo. Persistencia que para ser efectiva necesita ser releida y ser reescrita generación tras generación, mientras se renueva dialécticamente. Iroel le dedica pensamiento a ese proceso de renovación y eso lo hace peligroso. Cuando Fidel enuncia su concepto de Revolución en el dos mil, el primer postulado es sobre el tiempo como variable social: sentido del momento histórico. Lo hace a ocho años de que Fukuyama decretase el fin de la historia, que es decir el fin del tiempo histórico: ya no habría tiempo en el sentido de cambio y por tanto como variable social. El primer rescate que la Revolución cubana hace, en esos años “horriblemente hermosos”, es el concepto del tiempo histórico como variable revolucionaria. El futuro nos sigue perteneciendo a nosotros, no al enemigo. En ese propio año 2000 Venezuela comienza con una nueva constitución acelerando los procesos nuevos de América Latina. Pero ahora el tiempo rescatado ya no es el tiempo universal impuesto desde las metrópolis colonialistas, este es ahora un tiempo latinoamericano contrapuesto diametralmente a la idea sarmientina. Es por tanto el tiempo de nuestra barbarie, no de su civilización. Iroel le dedica tinta (virtual y ahora real) a defender ese nuevo tiempo social. Eso lo hace un bárbaro peligroso.

Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. El autor ha sido amenazado con represalias físicas. Tales despropósitos, y ahora me refiero a la contrarevolución, parten de la intolerancia, pero sospecho, parten del miedo a que las voces no institucionalizadas de la Revolución se erijan en propuesta desarmadora de los discursos sibilinos. Es cómodo hacer blanco de lo oficial e incluso andar posando de condescendiente con lo institucionalizado, otorgándole el destino inevitable de ser portavoz de un solo discurso. Otra cosa muy distinta, dirimir duelos con voces atadas solo a los principios, a las que no se les puede tan fácilmente adosar “san benitos” de obligatoriedad. No debe sorprender por tanto el odio. Ese odio que disfraza el miedo a reconocer una vanguardia bien definida, en una variedad de vanguardias revolucionarias de diverso color y textura, que logre estructurar, ahora en el escenario virtual, una contraofensiva al engaño. Ese odio que esconde el miedo a ver, como estos textos atestiguan, que el pensamiento dialéctico evoluciona y se erige sobre sus errores y sus derrotas para seguir pidiendo la palabra y refundarse más formidable. Ese odio que llega a prometer represalias posibles en un futuro dibujado en la distopía y se ensaña en el autor acusándolo de todo tipo de cosas. No conocen al ser humano. Iroel, trabaja como hormiga incansable, sin otra recompensa que no sea vivir la vitalidad de la Revolución misma. Puede errar, pero sus ierros son escalones. Pupilas que no duermen pero que no pierden la capacidad de asombrarse. Quien haya conversado con Iroel sabe que lo que más abre son sus oidos para, insaciable, aprender de todo lo que enseña. Hay mucho más en común que lo que algunos imaginan, incluyendo personas entrañables y amadas, entre la Pupila Insomne y otros espacios digitales igual de necesarios y de vanguardia revolucionaria.

Quizás la verdadera culpa de Iroel Sánchez descansa en no dar tregua. Sospecho sin embargo que hay más que eso. Esos que luchan por asegurar que la Pupila siga siendo Brest y no se torne Stalingrado vivirán hoy de ilusiones y morirán mañana de desengaño. Alguien me preguntaba que si se tenía el blog para que se necesitaba un libro. Es que un libro es un libro, es un libro, es un libro. La Revolución es un sueño del que despertamos brúscamente a diario para, en el transcurso de un dictémero, volver a refundar el sueño. Complace saber que durante el descanso inevitable de individuo hay una pupila insomne que hermosa contribuye a que el sueño no perezca.

Muchas gracias

*Palabras en la presentación del libro “Cuba frente al buen vecino. Entre el contrato y la herejía”, de Iroel Sánchez

Tomado de la La Pupila Insomne 

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