Gerardo Alfonso: fascinado por la música

Gerardo Alfonso: fascinado por la música
Fecha de publicación: 
27 Agosto 2012
0

Desde hace mucho tiempo y, al menos para mí, Gerardo Alfonso dejó de ser simplemente el que cantaba Son los sueños todavía, esa composición dedicada a la mítica figura del Che y que todos coreamos de memoria.

Con el paso de los años he descubierto a un juglar consciente, virtuoso y grande, aunque él no lo considere de esa forma. Si bien es cierto que no resulta uno de los creadores más populares actualmente, una mirada a su trayectoria artística nos permite ver a gran parte de la gente de esta isla colmada de historias, conflictos, ritmos y tradiciones.

En su discografía sobresalen compactos como Los lobos se reúnen (1993- 94), el cual, según sus propias palabras, lo identifica; Recuento, encargado de inaugurar el sello discográfico Casa y merecedor del premio Cubadisco en la categoría Testimonio; Raza, un CD donde usa los elementos de la racialidad y la negritud en un discurso sano, sin confrontación; A guitarra limpia, y más recientemente, La cima, que incluye temas con una gran dimensión social como La era de los ciegos o Lo que Dios te dio.

Con su temperamento afable y una agrupación perfectamente acoplada a sus intereses musicales, llegó hasta Villa Clara, donde actuó en Corralillo y Santo Domingo, una tierra a la cual lo unen fuertes lazos sanguíneos, pues allí nació su mamá. No iba desde pequeño y estar en esa localidad le dio muchas «pilas». «Me sentía como en una nueva casa, fue muy fuerte».

Santa Clara lo acogió en un concierto «ágil, que no se detuvo mucho en reflexionar, aunque las canciones tienen un texto, una temática». Al terminar, secó el sudor provocado por el calor de las luces y de un público al cual no encontró palabras para calificar y, entre amigos y fieles a su obra, el autor de Yohana, Sábanas blancas o El revólver, develó algunas interioridades de su quehacer artístico.


En Santa Clara. Foto: Periódico Vanguardia

—¿Cómo se definiría, musicalmente hablando?  

—Yo soy un autor ecléctico, respeto y disfruto de todos los géneros musicales, porque todas las músicas tienen un valor. Incluso, creo que puedo hacer reggaetón, lo cual no quiere decir que me ponga a hablar del sexo barato y en la vulgaridad con dos notas melódicas repetidas estúpidamente. Yo pienso hacer canciones y quiero utilizar ese sonido base porque es un sonido del siglo XXI, esencial.


—¿Siente que ha llegado a la cima con sus canciones?

—No. En primera, la cima yo la veo como una meseta, no como un pico. Una meseta donde caben todos los que hacen lo máximo que puedan y tienen éxito. Al mismo tiempo, creo que el éxito es una cosa relativa porque cuando más «maduro» tú estás, o más conocimientos tienes, cuando más dominio u obra acumulada posees, ya tienes todo claro, prácticamente tú ves allí la «fruta madura», y de pronto sucede que no hay correspondencia entre todo eso y el público. Y ahí te encuentras que hay un desfasaje, por tanto, tienes que volver a «conectar», a ver qué es lo que ocurre: esa «fruta madura» que tienes en la mano no se corresponde con los intereses de la gente, a la cual no puedes echarle la culpa. Tiene uno que resolverlo. Entonces siempre es una especie de insatisfacción en ese campo y en el creativo, es decir, yo siempre estoy buscando, desafortunadamente o felizmente, la perfección, y eso me obliga a renovarme constantemente.


—Usted pertenece a la Nueva Trova desde la década de los 80. ¿Cuánto particularmente le ha aportado este movimiento?

—Muchísimo, porque yo antes de la Nueva Trova tenía una visión anglosajona de la música. La Nueva Trova también, es decir, por lo menos la obra de Silvio es muy anglosajona, muy contracultural. Lo primero que me dio fue independencia porque yo no concebía la música si no era con un formato de banda. Ella me ofreció la posibilidad de concentrarme en la guitarra y desde ella expresar todo lo que pudiera y al mismo tiempo, me ofreció herramientas literarias, líricas y musicales para hacer una canción un poco más elaborada. Pude también hacer un «puente» con la música tradicional cubana y con la de América Latina. A partir de la trova fue que yo conocí la música brasileña, chilena, argentina…


—¿Sigue siendo «nueva» la trova?

—La Nueva Trova sí. Lo que no sigue siendo es un movimiento. Creo que hay una especie de confusión en mantener la «llama» de la trova como tal y hacerla convivir con otras expresiones. A veces me parece que la trova quiere asumir a todo el que se presente con una guitarra y allí ya hay una especie de demagogia, porque en ese concepto cabe la música africana, cantantes como Paul Simon, Paul McCartney, y no es así. La trova era una cosa y ahora hay una diversidad musical hacia la canción que puede convivir con la trova, pero se desarrolla en otros sentidos.


Foto: Juan Miguel Morales

—Usted ha creado dos géneros musicales: el guayasón y la ochanga, ¿en qué consisten?

—El guayasón es una combinación de la música campesina con la afrocubana, pero con acentos rítmicos diferentes. Es un ritmo que yo inicialmente quería hacer más rural pero, como yo soy un hombre de la ciudad, lo fui «contaminando» de los elementos pop, de los elementos humanos. El ochanga es un género mucho más loco porque es un ritmo asimétrico, que he procurado llevar a un punto en que se pudiera bailar. Ahí sí que los acentos rítmicos y melódicos son completamente nuevos. Eso no lo encuentras en ningún lugar, ni en la música turca, ni en la árabe. Es algo que yo he ido trabajando durante muchos años y buscando la manera de que la gente pueda encontrar un común denominador para bailar. La verdad es que lo que yo siento que me falta son buenos estribillos, como los de Formell (el director de los Van Van), que se peguen. Por lo demás, para la construcción de la canción, de los temas, los sonidos, utilizo un clarinete como sonido singular dentro del género. Lo que he logrado con él, me satisface mucho.


—Háblenos un poco de su vinculación con el cine.

—Inicialmente, a finales de los años 80 y principios de los 90, me empecé a involucrar con el cine. No sé por qué me llamaban para hacer películas, con papeles secundarios, donde yo era Gerardo Alfonso. La actuación era esa, yo cantaba allí. Incluso, llegué a hacer un filme donde fui un coprotagónico. Hice la banda sonora de un filme que se llama La risa de Ochún, para Alemania en el canal Arte, lo que sucedió es que el largometraje no fue bueno. Era de baja factura. Después hice una película cubana. Luego se me ocurrió la idea de hacer mis propios guiones. Empecé a escribir uno titulado La bata roja, que nunca he terminado, me falta todavía la mitad de la historia. Sé cómo va a ser, pero «desconecté» de ese trabajo. Me he concentrado mucho en la música, y los audiovisuales y el cine han quedado relegados.


—Un momento especial en el concierto fue la canción Son los sueños todavía, ¿es para usted una canción especial?

—Súper especial. La verdad es que yo era de los niños que cuando decía: «seremos como el Che», lo decía con el corazón. Cuando el Che murió, yo lo sentí y lo llevé durante muchos años como una devoción. Así seguí durante un tiempo, hasta el día en que me propusieron hacer la canción, lo seguí almacenando en mis sentimientos con mucha sinceridad. Después he madurado y cuando me expreso sobre él, lo hago pensando en que fue un hombre y no un dios.


—En una entrevista dijo que «cogía la música para salvarse». ¿De cuántas cosas lo ha salvado la música?

—Yo fui profesional de la electroenergética. Fui profesor de Fundamentos políticos. Trabajé en las luces de la televisión, como ayudante de albañil. Tuve muchos empleos y en ninguno de ellos fui una persona brillante, me sentía mediocre. Pero yo sabía que algo más hondo, más orgánico me correspondía hacer. La música siempre fue un taladro en la cabeza, en el corazón, desde niño, constante, hasta que decidí: «voy a ser un mendigo o un artista». Afortunadamente, me salió bien. Empecé a hacer canciones bonitas, que le gustaron a la gente. Y me fue dando confianza, me fui arriesgando más y más y ya llevo 32 años intentándolo.


—Le ha cantado al amor, a los conflictos sociales, raciales… ¿Qué le falta por hacer?

—¡Cantidad! Ahora mismo estoy como empezando de cero, porque he hallado otros caminos musicales, otras maneras de decir las cosas, otros temas que cantar… Me falta encontrar mi propio lenguaje, porque el lenguaje va cambiando y, por tanto, la canción tiene que renovarse igualmente. Estoy en un período muy fértil. Tengo mucho escrito, mucha música nueva, con el piano. Estoy fascinado, desesperado y ansioso por convertir todo eso en un hecho. Por eso, cuando visite de nuevo Santa Clara, voy a venir, por lo menos, con 15 canciones nuevas, para reactivar el ambiente.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.