EN LA GUAGUA: ¿Extremismo, indisciplina o miedo a los inspectores?

EN LA GUAGUA: ¿Extremismo, indisciplina o miedo a los inspectores?
Fecha de publicación: 
1 Julio 2019
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“Aquí no cabe ni un alma más”, dijo una señora mientras trataba de pasar por un pasillo atestado de gente y de paquetes de todo tipo.

Y, efectivamente, el Transmetro iba repleto, y el chofer solo decía: “caminen para atrás, que allá está vacío”.

Sí: mientras él iba sentadito manejando y cogiendo airecito por su ventanilla, los que iban atrás iban sudando la gota gorda, sin apenas espacio.

La gente iba contenta, porque “adivinar” un transporte es algo gratificante, sobre todo cuando este verano caluroso tiene a los cubanos agotados.

“No te preocupes. Después de cierta incertidumbre sobre si recogía pasaje, pude abordar la guagua. Ya estoy sentada y cerca del trabajo”, comentó una pasajera con un celular en la mano, lo que denotaba alegría y tranquilidad.

Todo marchaba bien hasta que el ómnibus llegó a una de las paradas del hospital Ramón Pando Ferrer (antigua Ceguera). Muchos se bajaron, porque se trata de un cruce de avenidas, y entonces, cuando otros trataron de subir, el chofer se puso en tres y dos.

Caminó por todo el pasillo —hasta esos instantes, atestado de personas—, contó los asientos vacíos y le pidió a algunos pasajeros que se bajaran, pues no podían ir de pie.

Con ese sentimiento de justicia que sale a flote en circunstancias de este tipo, varios ciudadanos se mostraron molestos por la actitud del chofer, que hasta esos momentos solo había pensado en recaudar dinero, sin pensar en el cuidado del ómnibus y la comodidad de los pasajeros.

Los reclamos fueron en vano; los que “sobraban” tuvieron que bajarse, a pesar de que muchos de los que iban sentados continuaron protestando, en franca solidaridad con los otros.

Hasta que alguien, en el medio de la guagua, gritó desaforado (todo parece indicar que había sido víctima del mismo acto en otra ocasión): “el extremismo del chofer se comprende, lo que pasa es que tiene miedo, porque si los inspectores lo ven, le ponen una multa”. A lo que una mujer con buen tino le respondió: “¡Mire, hombre!, lo que ha ocurrido hoy aquí en este pequeño espacio se llama indisciplina. Tenemos que acostumbrarnos a llamar las cosas por su nombre. Dentro de poco, no tendremos guaguas". Entonces se hizo silencio, ella tenía razón.

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