Las Olimpiadas de Londres, Twitter y la "libertad" de expresión

Las Olimpiadas de Londres, Twitter y la "libertad" de expresión
Fecha de publicación: 
4 Agosto 2012
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El domingo pasado, Twitter rompió una marca histórica: no se trata de un record olímpico, sino de una barrera caduca de presunta neutralidad. Fue el fin de la idea de que esta red de microblogging es apenas una plataforma, que genera una gran sensación de libertad de expresión. Después de que el corresponsal de The Independent Guy Adams criticara la cobertura de los Juegos Olímpicos de la NBC –que emite en diferido todo el día, para concentrar las coberturas durante el prime time– su cuenta fue suspendida debido a que supuestamente había violado una cláusula del contrato. Guy Adams estaba furioso porque no podía ver en vivo la ceremonia de apertura de los Juegos, debido a la decisión de la NBC de demorar la transmisión. “El hombre responsable de la NBC que pretende que los Juegos Olímpicos todavía no han comenzado se llama Gary Zenkel”, escribió Adams (habitual columnista de Página/12, que posee los derechos de The Independent). Y publicó la dirección laboral de Zenkel, invitando a sus seguidores a escribirle lo que pensaban. Twitter reaccionó como un ladero de la NBC, tal vez convertido en guardián de un acuerdo comercial entre ambas corporaciones, en busca de mejorar los no tan buenos ingresos económicos de la red social. Y decidió suspenderle la cuenta.

El acto de censura por acuerdo entre privados es tema nacional en los grandes medios estadounidenses. Es la primera vez en su corta historia en la que Twitter se comporta como un medio periodístico, o al menos que toma una decisión editorial por motivos comerciales de manera abierta. No es la primera vez que hay sospechas de censura, ni de manipulación de los famosos “temas del momento” (trending topics). Pasó con Wikileaks, pasó con conflictos en el Medio Oriente, pasó con cuentas de activistas políticos, pero anteriormente siempre había sido más fácil echarle la culpa a un mal funcionamiento de los algoritmos. Esta vez, Twitter dijo oficialmente a través de Alexander Macgillivray que la red social había identificado un tweet que era una violación a las reglas de Twitter y había estimulado a la NBC a hablar con el departamento de reportes de violaciones a los términos y condiciones.

Como se sabe, los términos y condiciones son esos textos de letras chiquitas que están escondidas detrás de un link que también suele estar escondido, y que cuando uno va a leerlo ya es demasiado tarde para lo que tenía que resolver. Fue tanto el revuelo, que Twitter pidió disculpas, la NBC también se arrepintió y la cuenta de Guy Adams fue reactivada. “Nuestro interés era proteger al ejecutivo, no suspender al usuario de su cuenta”, dijo un vocero de la NBC al diario The New York Times. “No entendimos inicialmente las repercusiones de nuestra queja, pero ahora que lo comprendimos hemos rescindido de ella.” Lo cierto es que el correo electrónico del ejecutivo publicado por Adams (motivo de la suspensión) era una cuenta corporativa fácilmente encontrable a través de Google y no “información privada”.

Como suele suceder en un acto de censura en época de redes sociales –al menos en países más o menos democráticos–, apenas sucedido el hecho ocurre el famoso efecto Streisand: aquello que quiere taparse finalmente crece y crece y crece y se hace imparable. El nombre viene de cuando Barbra Streisand le pidió a Google que tapara su casa vista desde el cielo cuando salió Google Maps y desde entonces todos miran su casa por Internet. La cuenta de Guy Adams pasó de cinco mil a veinte mil seguidores en unos pocos días. Lo que se debate ahora en Estados Unidos es sobre los motivos de la suspensión, el fin de la idea de transparencia de la plataforma, sobre el problema que tiene la gran red social para juntar dividendos y sobre el problema de monopolizar privadamente los Juegos que supuestamente estimulan el amateurismo (ah, eso era antes).

Guy Adams le escribió a Twitter un correo en el que pedía explicaciones sobre la motivación explícita de estimular a una parte privada a dar de baja una cuenta sin alertar al usuario. Según un tal McCloskey de NBC: “La alerta fue recibida desde la empresa, con la intención de sacar de circulación a un periodista hostil.

Seguramente eso va en contra de lo que su empresa se supone que representa”.

El acuerdo entre Twitter y la NBC es poco claro: se trata de un intercambio de tráfico, de promoción y contenido exclusivo de la cadena hacia Twitter, y de la búsqueda de la red social de generar un tráfico inédito que le rinda en ingresos publicitarios. Según se informó oficialmente, no es un acuerdo monetario, sino de intercambio de tráfico y contenido. Hay que decirlo: los Juegos Olímpicos pasan en Twitter antes que en los medios tradicionales. Jugadores que opinan permanentemente sobre sus proezas atléticas, periodistas que cubren “lo que pasa en Twitter” y el Comité Olímpico que expulsa a jugadores por comentarios racistas.

Pero claro, Twitter no les cierra sus cuentas a los atletas xenófobos porque el racismo no está contemplado en sus términos y condiciones. O sea, es más problemático publicar un correo privado que segregar africanos: “Con tantos africanos en Grecia... los mosquitos del oeste del Nilo comen por lo menos comida casera”, escribió la griega Paraskevi Papachristou, y la cuenta sigue activa.

Como sea, Twitter fue justamente el lugar donde miles de personas se quejaron a través de los famosos hashtags o canales #guyadams y #NBCFail en contra de la cobertura de la NBC. Lo que esconde este pequeño incidente, como siempre, es otra cosa: la dependencia mundial de contenido de una fantástica plataforma que no deja de ser una empresa privada que toma decisiones motu proprio, más allá de plantarse como la panacea de la libertad de expresión, la monopolización de la cobertura olímpica y la cantidad de gente que está pendiente de lo que la gente escribe en 140 caracteres como si eso fuera realmente importante.

Tomado de Página 12

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