ARCHIVOS PARLANCHINES: «Son las tres de la tarde, ¡la hora en que mataron a Lola!»

ARCHIVOS PARLANCHINES: «Son las tres de la tarde, ¡la hora en que mataron a Lola!»
Fecha de publicación: 
14 Diciembre 2018
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Si tú le preguntas a un cubano ya lleno de canas a qué hora mataron a Lola, es posible que te responda de inmediato: «A las tres». Y, bueno, lo cierto es que la tal Lola y el momento de su fatídico deceso son verdaderos emblemas nacionales, relacionados, de alguna manera, con los dicharachos «voló como Matías Pérez», «a ese no lo salva ni el Médico Chino» y otros de ese estilo. Cuestión de gentilicio diría el bueno de Liborio.
 

En realidad, Lola era una prostituta exquisita residente en un edificio de la esquina de Nueva del Pilar y Belascoaín, en Centro Habana, a quien, uno de sus amantes, el renombrado médico Edmundo Mas, fulminó con una puñalada en el pecho. Todo parece indicar que este sediento galeno no pudo soportar ver a «La bella murciana» coqueteando con todos por igual y decidió mandarla para el infierno, seguro de que, dada la mala vida de la occisa, el incidente ocuparía apenas un par de párrafos en la crónica roja de los periódicos de 1948, el año del suceso.

No obstante, las cosas no ocurrieron así y para la mala fortuna de este hijo de Hipócrates, el incidente se grabó en la memoria de todos, a tal punto que el presidente Ramón Grau San, ya a fines de su mandato, en el año de referencia, tuvo la ocurrencia de referirse al crimen en uno de sus discursos.
 

Yo nunca he encontrado el texto completo de esta intervención del entonces primer mandatario, y probablemente no exista, pero según me han dicho varios veteranos, ya bastante desteñidos, Grau, bajo un sol que rompía el alma, interrumpió de repente sus palabras, miró su reloj, y comentó algo compasivo y con ganas de huir de allí: «Coño, son las tres de la tarde, ¡la hora en que mataron a Lola!».
 

Ese comentario tan simple bastó para que el escabroso y machista asesinato de la cortesana, uno de los más sensacionales de la Cuba de las primeras décadas del siglo XX, quedara acuñado en el imaginario y la memoria colectiva de los cubanos, quienes, bromistas hasta la muerte, le hemos añadido algunas interpretaciones erótico-festivas, las cuales están aún muy presentes en nuestro código de conducta social.
 

En Cuba, las tres de la tarde son señaladas como «la hora en que mataron a Lola»; estar «mejor que Lola», representa un estado de disfrute máximo, cercano al despelote; y «¡adiós, Lolita de mi vida...!» es una suerte de despedida irónica. No podemos olvidar tampoco que Bobby Salamanca, un conocido comentarista deportivo, usaba comúnmente esta expresión cuando un jugador bateaba un jonrón en un partido de béisbol y la multitud estallaba en medio de un auténtico delirio.
 

Y lo que es peor: cuando una persona es sorprendida inclinada hacia adelante se le suele decir con jocosidad: «Cuidado, así mataron a Lola…».
 

Muchos criollos creen, además, que Lola, un bolero-son de Rafael Hernández, un éxito en voz del cubano Rolando Laserie, está inspirado en esta meretriz y, en realidad, ello parece muy poco probable. Hernández, quien no era cubano, sino de Puerto Rico, aunque vivió en nuestro país entre 1919 y 1922, grabó esta composición junto al cuarteto Machín en Nueva York el 27 de noviembre de 1935, o sea, 13 años antes de que «La bella murciana» cayera víctima de una quimera de amor.
 

Es de suponer que el boricua, trombonista en la orquesta del capitalino teatro Fausto durante tres años, tomó como base para su tema algún acontecimiento real sucedido en Nueva York o en México, donde vivió en fechas más cercanas al estreno de Lola. Lo dicho nos lleva a una curiosa pregunta: ¿Habrán existido dos Lolas víctimas, ambas, de las artimañas de Cupido?
 

De todas formas, los contadores de cuentos, noctámbulos y vitroleros no entienden de evidencias biográficas ni mucho menos de fechas. Para ellos solo existe Lola, la vendedora de caricias, inolvidable y encantadora, y ese bolerón con estribillo que ha puesto a volar a generaciones enteras:
 

Eran las tres de la tarde / cuando mataron a Lola… / y dicen los que la vieron / que agonizando decía: / «Yo quiero ver a ese hombre / que me ha arrancado la vida / yo quiero verlo y besarlo / para morirme tranquila…».

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