Campo y pista Antillano en 2018: Compases entre tiempos, marcas y brillo (II)

Campo y pista Antillano en 2018: Compases entre tiempos, marcas y brillo (II)
Fecha de publicación: 
26 Noviembre 2018
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Va cayendo el telón competitivo de este año 2018 y el atletismo cubano vuelve a colocarse en nuestro foco de atención. Esta vez dos jóvenes del área de saltos, una de las de histórico prestigio se robaron la atención de todos: hablamos del as universal bajo techo, Juan Miguel Echevarría (11 de agosto de 1998), y el triplista Jordan Díaz (23 de febrero del 2001), capaz de imponerse en cuanto escenario pugnó.

Son dos atletas que pese a su juventud, saltan como si estuviésemos hablando de naturales. Juan Miguel sueña con emular el palmarés del legendario Iván Pedroso, en tanto Jordan tiene al estadounidense Christian Taylor como uno de sus ídolos de la especialidad.

De hecho, a tenor con sus potencialidades ambos, al decir del jefe técnico Daniel Osorio, se encuentran en el llamado grupo de atletas priorizados con vistas a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, pasando antes por puntos relevantes como los Panamericanos de Lima y el Mundial de Doha el año próximo.

Con los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla como punto medular en este análisis toca radiografiar los registros y performances de mayor relieve entre los exponentes varones de nuestra armada nacional.

Juan Miguel: El preferido de todos

Tiene un talento incuestionable, que conjuga con un físico impresionante. Aún le restan por pulir elementos como parte de su técnica de saltos, pero Juan Miguel Echevarría se ha convertido en un año en el preferido de casi la totalidad de los especialistas.

Recordará eternamente la tarde-noche del 2 de marzo del 2018, cuando clavó sus pinchos en Birmingham a la distancia de 8.46 metros, salto que le mereció el cetro Mundial bajo techo, en cruenta porfía con el sudafricano Luvo Manyonga.

Por si eso no bastara, culminó al frente del ranking, dueño de 8.68 metros, con cuatro de los mejores diez saltos, y uno no homologado de 8.83 que contó con aire a favor.

Desde el 2014, cuando saltó 7.47, la progresión de Juan Miguel ha sido la siguiente: 2015-8.05 metros; en el 2016 se estiró hasta 7.96; y en el 2017 lo hizo hasta 8.28.

Lamentablemente en la temporada veraniega no pudimos disfrutar de sus brincos, pues sufrió una lesión. Por fortuna ya retornó a los entrenamientos y carbura con interés para retornar por todo lo alto la próxima temporada.

En el triple Jordan Díaz (17.41metros) acompañó al as de Barranquilla, Cristian Nápoles (17.34-marca personal). De hecho, ambos se ubicaron en respectivos escaños cinco y nueve del escalafón universal. Top-ten que cerró precisamente el también antillano Lázaro Martínez (17.28) y encabezado por el nacionalizado portugués Pedro Pablo Pichardo (17.95), muestra del sonado poderío de nuestra escuela de triple salto.

Jordan además se erigió monarca en la lid del orbe juvenil de Tampere, Finlandia (17.15), y en los III Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires (17.04). Prácticamente un rodillo de rendimientos loables con más de una decena de saltos sobre los 17 metros.

Su progresión del 2015 a la fecha se comportó de la siguiente manera: 114.60; al año siguiente 15.23; el 2017 lo vio estirarse hasta 17.30, y en estos 12 últimos meses el mencionado 17.41 lo identifican a la vez que lo insertaron en ese romance con la élite y los pesos pesados de su modalidad.

Hay otros atletas que merecen elogios en nuestra relación. Por su constancia, empuje, y por ser el alma indiscutible de la posta larga antillana, el cuatrocentista Yoandys Lescay se ubica a continuación.

No fue ese año de súper cronos para él. Sin embargo sacó la casta a la hora cero con sus 45.38 segundos plateados de la vuelta al óvalo en suelo cafetero y luego cerrando la posta dorada a todo tren (3:03.87 minutos) en la propia competición. Por su crono se colocó en el puesto 67 de los 400 y en el 31 de la cuarteta.

Sin poder cumplir su sueño de rebajar los 45 segundos aún, es de esos atletas por los que siempre apostaría, por la entrega, porque corre cada carrera como si en ella le fuese la vida.

Similar sensación nos dejó a muchos el decatlonista Leonel Suárez. Si bien sus 8 026 puntos no se inscribieron en el rango de lo notorio, la forma en la que se sacudió de casi dos temporadas alejado por dolencias de diversa índole, su resurrección dorada en el contexto centrocaribeño, merecen todo el respeto de una atleta de sus dimensiones, a la vez que se antoja una inyección de combustible y energías de cara a futuros compromisos competitivos.

Sin ese esplendor, el retorno del discóbolo Jorge Fernández (65.27 metros) con plata en Barranquilla, además del puesto 26 en el listado del planeta, hace pensar en una posible reinserción en la élite. Eso sí, deberá superar con sus envíos los 67 metros para al menos colarse en la decena de hombres de vanguardia.

Prisma varonil del deporte rey tras 12 meses. Esperemos que el 2019 nos depare mejores nuevas.

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