Ricardo Darín reza como sacerdote de los más desfavorecidos en Elefante blanco

Ricardo Darín reza como sacerdote de los más desfavorecidos en Elefante blanco
Fecha de publicación: 
12 Julio 2012
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«Señor, quiero morir por ellos; ayúdame a vivir para ellos». La oración que Ricardo Darín pronuncia en Elefante blanco podría ser el mejor resumen de la nueva película de Pablo Trapero.

El director argentino homenajea en su nuevo largometraje a todos aquellos que dedican su tiempo a las personas más desfavorecidas de la sociedad.

Trapero sigue los pasos de dos religiosos -Julián (Ricardo Darín) y Nicolás (Jérémie Resnier)- y Luciana (Martina Guzmán), una asistente social, que se encargan de ayudar a los habitantes de un barrio argentino asolado por el tráfico de drogas y la exclusión social.

El mayor símbolo del lugar es el denominado Elefante blanco, un hospital a medio construir que sirve como refugio a las personas sin techo.

El cineasta latinoamericano escoge como uno de los sacerdotes protagonistas a Ricardo Darín, que encarna a un personaje totalmente opuesto al que interpretara en Carancho, su anterior colaboración con el realizador argentino.

Si en aquella cinta el intérprete argentino se ponía en la piel de un abogado carroñero especializado en sacar provecho de las desgracias ajenas, aquí da vida a un religioso capaz de todo, incluso de enfrentarse a las autoridades eclesiásticas y políticas, con la única intención de conseguir el mayor bienestar de los vecinos de la barriada donde ejerce su labor pastoral.

Trapero vuelve a mostrar la parte menos agradable de Argentina, como ya hiciera en anteriores trabajos. En El bonaerense, dejaba al descubierto la corrupción de la policía de la capital de su país, mientras que Leonera nos enseñaba el interior de una cárcel.

Igualmente crítico se mostraba en Carancho, filme donde reflejaba el oscuro negocio que existe alrededor de las indemnizaciones por accidentes de tráfico.

Elefante blanco, no obstante, supone un cierto cambio en la filmografía del director, porque, aunque aborda una realidad muy dura, lo hace a través de unos personajes de una nobleza inusual, algo casi inédito en la carrera del realizador.

«Tenía ganas de hacer una película sobre personas que se dedican a ayudar a otras personas. Quería contar la historia de aquella gente que, en las peores condiciones, no pierde la esperanza y ante las situaciones más difíciles, sigue buscando alternativas para seguir adelante», confiesa el director.

Eso no quiere decir que haya hecho una película sobre santos. El principal ejemplo lo tenemos en Nicolás, el sacerdote que acude a Buenos Aires para ayudar a Julián en su trabajo en el barrio bonaerense.

Superviviente de una matanza del ejército en Latinoamérica, el religioso rompe su voto de castidad para encontrar cierto consuelo en los brazos de Luciana, la asistente social que trabaja codo a codo con los curas para mejorar el día a día de los más necesitados.

Sin moralinas ni diálogos sentenciosos, Elefante blanco es una película emocionante que refleja el gran trabajo de aquellos que dan mucho sin esperar nada a cambio.

Trapero vuelve a dejar patente su habilidad como director de actores, al conseguir que no haya desajuste entre intérpretes profesionales y amateurs, y su destreza en la puesta en escena, como demuestra el maravilloso plano secuencia que nos enseña el interior de la chabola, centro de operaciones de una narcotraficante.

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