UE pone en marcha el embargo petrolero a Irán
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Hoy entra formalmente en vigor el embargo europeo al petróleo iraní. Aunque el impacto político de esta medida ya se produjo cuando se anunció el pasado enero, Teherán aún parecía albergar la esperanza de que se cancelaría en el último momento. La falta de avance en la última ronda de conversaciones nucleares hizo desaparecer esa posibilidad. Aunque mantienen la línea oficial de que las sanciones no les afectan, los portavoces iraníes empiezan a dar muestras de nerviosismo: desde llamamientos a la autarquía hasta veladas amenazas sobre las estancadas conversaciones nucleares.
“Esperamos que la Unión Europea considere el asunto de forma más racional y sensata porque me parece que nadie se beneficia del enfrentamiento”, declaró el ministro iraní de Exteriores, Ali Akbar Salehí, el pasado jueves, en Chipre. Hasta el año pasado, los países europeos compraban a Irán 600.000 barriles de petróleo diarios, casi una cuarta parte del total de sus exportaciones.
Por su parte, el jefe del equipo negociador nuclear iraní, Said Yalilí, ha advertido en una carta a la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, que las “medidas ilegítimas” podrían dañar las conversaciones nucleares. El mensaje, que también han trasmitido por el portavoz de Exteriores y el embajador iraní ante la ONU, parece estar preparando el terreno para un posible fiasco en la reunión técnica que Irán y las seis potencias (EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania) van a celebrar pasado mañana en Estambul.
Esa cita de bajo nivel fue lo máximo que Yalilí y Ashton, en nombre de los Seis, pudieron acordar en Moscú el mes pasado para no conceder su fracaso en persuadir Teherán de que abandone sus ambiciones nucleares. EE UU y sus aliados están convencidos de que las sanciones hicieron que los iraníes aceptaran sentarse a la mesa de nuevo este año, después de 15 meses de interrupción. De ahí que insistan en mantener la presión. No está claro que eso logre cambiar la opinión del régimen, que exige el levantamiento de las sanciones para seguir hablando, pero está consiguiendo acogotar su economía.
Por primera vez, Irán, que es el tercer exportador de petróleo del mundo, ha reconocido esta semana que sus ventas han caído un 30% en lo que va de año desde la media habitual de 2,2 millones de barriles diarios (la Agencia Internacional de Energía eleva el descenso a un 40%). Aunque el funcionario que hizo esa admisión lo atribuyó a tareas de mantenimiento de los pozos y al desvío de parte del crudo para refino, los analistas apuntan al efecto de las sanciones.
En mayor o menor medida, los principales clientes iraníes en Europa y Asia han ido reduciendo sus compras en previsión del embargo de la UE y de la prohibición añadida de que las aseguradoras basadas en la UE cubran a los barcos que transporten crudo iraní. Esta última medida, menos llamativa en términos de titulares, ha tendido sin embargo un enorme efecto ya que las compañías europeas de seguros dominan el negocio de las pólizas marítimas. Japón, el tercer importador de petróleo iraní, ha optado por ofrecer una garantía estatal, pero Corea del Sur, que es el cuarto, ha anunciado que puede verse obligado a suspender sus importaciones (a lo que Teherán ha reaccionado amenazando con revisar las relaciones bilaterales).
También desde el jueves una nueva ley estadounidense penaliza a los países que realicen transacciones con el Banco Central de Irán. Eso se traduce en que los importadores de petróleo iraní van a tener grandes dificultades para pagar sus compras porque se arriesgan a que EE UU les niegue el acceso a su sistema bancario. De momento, Washington ha eximido durante los próximos seis meses a 20 países que han reducido significativamente sus compras, entre ellos a China, el mayor cliente de Irán. Pekín, que ha criticado las sanciones occidentales, se halla enfrascado en una disputa por el precio del crudo que parece ser la causa del descenso de un 25% en sus adquisiciones hasta mayo.
A diferencia de lo previsto por los dirigentes iraníes, su marginación del mercado no ha causado desabastecimiento. Al contrario, la reducción estacional de la demanda, la crisis económica y el incremento del suministro por parte de Arabia Saudí han hecho bajar los precios. El barril de crudo que el año pasado llegó a costar 120 dólares y rondó de media los 110, cerró el pasado viernes a 95,03, la mayor caída cuatrimestral desde 2008, lo que parece haber provocado la alarma de Teherán.
De hecho, ayer su ministro de Petróleo, Rostam Ghasemí, pidió a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que convoque una reunión de emergencia para atajar esa situación. El cartel declaró en su última reunión en Viena a mediados de junio que un barril por debajo de los 100 $ (unos 79 euros) sería un síntoma de “crisis”. Irán no es el único afectado por esta situación (en Yemen, el viceministro de Finanzas, Yalal Yaqub, confió a esta corresponsal que de seguir la tendencia a la baja pronto no podrían pagar los salarios de los empleados públicos), pero se siente objetivo de una política intencionada para obligarle a renunciar a sus ambiciones nucleares. De ahí que Ghasemi haya advertido de que si la OPEP incumple el techo de producción de 30 millones, “va a haber problemas en el mercado”.
Cuando la UE anunció su embargo a principios de año, algunos responsables iraníes agitaron la amenaza de cerrar el estrecho de Ormuz, la boca que conecta del golfo Pérsico con el océano Índico, por donde el año pasado salieron 17 millones de barriles de petróleo diarios. Aunque el Gobierno de Teherán negó esas intenciones, también dejó claro entonces que interpretaba el estrangulamiento de su economía como una declaración de guerra.
Irán mantiene que el castigo de la comunidad internacional carece de justificación porque no ha podido probarse que esté trabajando en la fabricación de armas atómicas y rechaza cumplir seis resoluciones de la ONU que le piden el cese del enriquecimiento de uranio. Argumenta que en tanto que firmante del Tratado de No Proliferación tiene derecho a enriquecer uranio como combustible para sus futuras centrales nucleares. Sin embargo, los inspectores de la ONU han encontrado elementos inconsistentes con un programa civil y reiteradas negativas a sus peticiones de acceso a determinadas instalaciones bajo sospecha.
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