BARRANQUILLA 2018: Ludia, un escalón superior
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Cuando dialogamos por teléfono, Ludia Montero recordaba que en la mañana, en un apretado pasillo del coliseo Chelo del Castro, en las afueras de esta ciudad, le había deseado éxitos con una palmadita en la pierna.
Lo hice en apenas segundos, mirándola de soslayo en la oscuridad del pasadizo. Sin embargo, su respuesta de "gracias" no se hizo esperar y con ella dejó entrever un cierto y lógico nerviosismo.
Le pregunté a su entrenador «cómo estaba la cosa» y me respondió, más con la cabeza que con la voz, que «todo estaba bien».
Eso, seamos claros, significaba la posibilidad de ocupar los lugares cuatro o cinco, por ahí más o menos.
Pero Ludia, en su silencio, sentía que podía llegar una medalla en el arranque, pero solo se lo dijo a los más cercanos de su vida.
Por eso, cuando las cosas no le fueron como esperaba en ese primer movimiento, al levantar 75 y 78 kilos, pero fallar con 80, válido apenas para el quinto lugar, hubo que convecerla de que aún quedaba competencia.
Y ahí, en ese trance fatal, demostró de qué está hecha, abrió sus potencialidades en el ejercicio más débil de su ejecutoria, el envión, y con alzadas de 91 y 94 kg se encaramó en el escalón más alto (segundo) al que una pesista cubana ha llegado en estas lides.
Aceptemos que sus rivales fallaron demasiado, que hubo más ejercicios fallidos que buenos en la prueba del envión, pero digamos también que Ludia, mientras el techo se le caía a las rivales, supo cuidar el suyo muy bien y hasta intentar un 96 kg que habría hecho estallar sus límites personales.
No pudo con una colombiana que paseó la distancia, Ana Iris Segura, quien elevó la barra con 81 y 97 kg, ambos registros anotados como récord para el certamen.
Minutos después de la celebración, Ludia estaba en mi teléfono, emocionada, con dificultades para hablar...
«Ha sido una competencia maravillosa, aunque al principio estaba un poco nerviosa. Tenía las mayores opciones en el arranque, aspiraba a una medalla ahí, pero no pudo ser y eso me afectó un poco. Sin embargo, los entrenadores hablaron conmigo y me ayudaron a superarlo. Me dieron calma y fuerzas», comentó sin apuros, como disfrutando revivir la historia apenas vivida.
«Cuando se confirmó mi medalla sentí una gran alegría y pensé en ese lema de la delegación Todos Somos Cuba, porque imaginé a las personas felices por mi resultado», añadió.
Las últimas palabras fueron para el futuro: «Espero superar mis resultados y obtener más medallas».
Gracias y felicidades, le dije. Me respondió con un "gracias", como el de la mañana, pero diferente, más fuerte, más claro. Debe ser que así suenan las medallas.
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