Jesús Fernández Torna: Un investigador excepcional

Jesús Fernández Torna: Un investigador excepcional
Fecha de publicación: 
1 Junio 2012
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“Probablemente no exista otra persona en este mundo, incluyendo a familiares, especialistas y críticos, como el cubano-norteamericano Jesús Fernández Torna, que conozca tan profundamente la vida y la obra del pintor Mario Carreño Morales. Así lo prueban sus extraordinarios escritos publicados en su reciente libro presentado en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, como parte del programa de esa institución en la 11na. Bienal de La Habana”.

Tales aseveraciones fueron dichas por el periodista y crítico Jorge Rivas Rodríguez, uno de los invitados por Fernández Torna a escribir en su suntuoso volumen titulado Mario Carreño, 1913-1999, Selected Works  | Obras Selectas , 1936-1957, documento sin precedentes en la bibliografía del insigne maestro de la vanguardia cubana y a través de la cual el lector se introduce en disímiles pasajes de la existencia de quien fue uno de los más grandes maestros de la plástica contemporánea en  el Siglo XX latinoamericano.

Fernández Torna, presidente de la Fundación Torna & Prado Fine Art Collection, realizó este libro con el auspicio de la fundación que él preside, y el apoyo de otros prestigiosos especialistas del MNBA de La Habana, quienes también realizaron interesantes textos sobre el período cubano del excelso pintor.

El crítico de arte expresó: “Tuve la suerte de que este gran promotor y protector del arte cubano me diera la oportunidad de compartir espacio en este libro, además de él, con Luz Merino Acosta, subdirectora técnica del MNBA y profesora de la Facultad de Artes y Letras, de la Universidad de La Habana;  el curador de arte cubano de la vanguardia, Roberto Cobas Amate, y de Elsa Vega Dopico, también especialista en este tema, ambos del MNBA, de La Habana. También aparece un texto del prestigioso ensayista y crítico de arte Guy Pérez-Cisneros (1915-1953). Todos estos autores  ofrecen, en síntesis, aspectos relevantes de la proyección iconográfica de Carreño en  la Isla.

“Mi trabajo —agregó— se centró en las complejas pictografías de Carreño dentro del arte concreto; un ensayo para el cual conté con la asesoría de Fernandez Torna, con quien conocí y después revelé en mi escrito varios aspectos totalmente desconocidos sobre el excelso pintor, cuya obra abstracta hasta ahora había sido poco analizada”.

El también miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, subrayó que “Jesús posee una extraña facilidad para encontrar y predecir asuntos errados en la vida del artista, incluso cuando supone que hay un dato mal va en busca de la fuente fidedigna de información que lo pruebe. Tengo muchas anécdotas que contar en este tiempo en que pude trabajar a su lado, y entre ellas, una que me dejó perplejo.

“Desde hace muchos años —agregó Rivas—, este estudioso de Carreño tenía trabada como una espina en relación con el mes de nacimiento del artífice, pues en todas partes, incluyendo las más serias biografías, se aseguraba que había nacido el 24 de junio, motivo por el cual se llamaba Mario Juan; pero por razones totalmente místicas para mí, Jesús seguía empecinado de que era un error, lo cual nadie entendía bien.

“Y tan fuerte fue su presentimiento que vino a Cuba a averiguarlo personalmente, en uno de sus muchos viajes durante el proceso de investigaciones que exigió su libro, el cual abarcó más de 20 de años.  Entonces le  acompañé al Registro Civil de Arroyo Naranjo, donde fue inscripto el pintor, y para sorpresa de todos, era cierto su augurio, Mario Carreño Morales había venido al mundo el 24 de mayo de 1913 y no en la fecha divulgada durante tanto tiempo, incluso por su propia familia.

“Y la constancia —añadió— está en el libro mismo de Fernández Torna, quien publica una fotocopia de esa inscripción de nacimiento realizada por los padres del maestro”.

Rivas se refirió a otras importantes revelaciones contenidas en el libro, particularmente en el trabajo biográfico de Jesús. En tal sentido se refirió también a las dudas que siempre habían existido sobre  los vínculos de Carreño con su hermana Obdulia, en Batabanó. “En algunas biografías se aseguraba que era una medio hermana, en otras que una amiga, y todo quedó claro cuando en otro de sus viajes a la isla le acompañé a Batabanó, en busca de la verdad.

“Allí él hizo —agregó— muchas pesquisas, en la biblioteca, en la dirección de Cultura, en el Museo, hasta que pudo recopilar toda una historia que aparece narrada por él en el libro, incluso, el historiador de Batabanó posteriormente, a través de mi persona, le hizo una fotografía a la casa que visitaba el pintor en su juventud y se la hizo llegar para su libro. Con Fernández Torna no solo se aprende mucho sobre el arte cubano de la vanguardia, y sobre todo de Carreño, sino ante todo, se experimenta considerablemente y se consolidan técnicas y ejercicios relacionados con la investigación histórica  que él práctica.

“Todas estas cosas —apuntó seguidamente Rivas—, y muchas más, hacen del libro Mario Carreño, 1913-1999, Selected Works  | Obras Selectas , 1936-1957un documento de inestimable valor, no solo para los estudiantes de arte, sino para críticos, especialistas y todos cuantos deseen conocer sobre la vida y la obra de Carreño, apuntó el crítico y periodista.

En su conversatorio sobre el libro, el jefe de la Redacción cultural del periódico Trabajadores y colaborador de importantes publicaciones cubanas sobre arte, entre ellas las revistas Arte Cubano y Opus Habana,  enfatizó que  su autor “posee una suerte de compenetración espiritual con Mario Carreño. En el largo y exigente proceso de realización de este mismo libro había momentos en que se sentía la presencia de Carreño, se podía palpar una extraña espiritualidad que pienso también trasciende en las páginas del volumen”.

Según Rivas, esa solidez en el conocimiento del arte cubano, y en particular en la obra y la vida de Carreño, se sustenta en una formación muy fuerte, desde la niñez, “pues la infancia de Jesús trascendió en un ambiente eminentemente culto y a los 18 años de edad se inició en el paulatino conocimiento —primero desde la sapiencia del hogar—, de la obra de los grandes maestros de la vanguardia cubana —Cundo Bermúdez, Amelia Peláez, Ángel Acosta de Leon y José M. Mijares, entre otros—, para posteriormente sentir particular devoción por la producción plástica de Mario Carreño.

 “En mis encuentros en La Habana con su madre, la señora Idalberga Julia Torna Munero, pude conocer muy de cerca la pasión de Jesús por el arte cubano. Ella me contó que la niñez de su hijo, en la mítica localidad de Cojímar, no fue como la de cualquier otro muchacho, pues además de sus estudios primarios debía alternar con las clases de piano y de apreciación musical. Las frecuentes visitas a los museos, sobre todo al de Bellas Artes, por el que sus abuelos profesaban una singularísima atracción, además de las tertulias artísticas en el hogar y su ejercicio como Monaguillo en la Parroquia de Guanabacoa, contribuyeron a su irrenunciable vocación por el estudio del arte cubano.

“Recuerdo que hace alrededor de un año, en una de las visitas de la madre de Jesús a La Habana, esta me aseguró que los padres de su esposo (abuelos de Jesús) tenían una gran amistad con Odette Labet, quien a su vez era muy amiga de Portocarrero. Y ella lo introdujo en el fabuloso mundo de este último, un genial pintor con el que siendo aún muchacho estableció una hermosa y fraternal amistad y fue uno de sus más brillantes profesores de arte. Con este insigne artista emprendió algunos proyectos promocionales”, dijo Jorge Rivas.

En el prólogo del libro, el destacado periodista y crítico Fernando Rodríguez Sosa, Premio Nacional de Periodismo Cultural, expresa que “lo en verdad trascendente de esta obra es que no sólo se circunscribe al ámbito artístico. Junto a la biografía creativa de Mario Carreño, fundamentalmente relacionada con sus años cubanos, Fernández-Torna descubre a ese hombre que, como parte de un mundo y de una época, vive y sueña, ríe y sufre, ama y construye… De ahí que –como escribe el investigador– ‘la pintura de Carreño, a fin de cuentas, constituye un canto a la vida y a la esperanza en el mejoramiento de la especie humana’”.

Para Rivas, “no fue fácil trabajar con Fernández Torna, pues nadie calcula el nivel de exigencia que impone ante cada proyecto en el que se involucra, y para la realización del libro no escatimó horas, ni recursos, él revisaba cada dato, cada palabra, cada cuestión expresada, y cuándo encontraba el más leve error, enfurecía, porque afirmaba que su libro no podía darse el lujo de confundir al lector, que tenía que ser una joya documental de gran valor para la historia del arte, para la posteridad, para Cuba. Y realmente así fue, el libro ya está considerado como tal, eso se lo debemos, ante todo, a sus conocimientos y a la seriedad y responsabilidad con que acometió esta empresa”.

Entre otras muchas anécdotas relacionadas con sus experiencias personales en el trabajo con Fernández Torna, finalmente el periodista enfatizó: “Si algo puedo asegurarte es que este hombre, con solo ver un cuadro de Carreño, o de Gattorno o de Cundo Bermúdez, puede afirmar si es falso o no, a qué serie pertenece y en que año fue hecho… Es algo verdaderamente fenomenal, lo he vivido personalmente”.

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