Irma: Huella devastadora vs. voluntad recuperativa ilimitada
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Irma, ciertamente me senté delante de la PC, papel en blanco y no sabía por dónde comenzar. Aún me cuesta de hecho, pero entre el pecho estrujado por los daños sufridos, y la energía alentadora de un pueblo que se levanta para continuar y encausar nuevamente sus vidas, acá les dejo algunas impresiones.
Familia y amigos: red indestructible
Estar en casa 72 horas sin apenas moverte e intentar que para tu pequeño Enzo Samuel el paso de Irma y sus secuelas sean vistas como algo casi normal se antoja bien complicado. La penumbra, la lluvia incesante, las medidas extremas tomadas, cambios en la papilla o alimentación, preocupación ilimitada con el agua, la leche…
Todo eso y más experimentamos Made y yo en ese lapso, invocando a todos los santos para que la linterna recargable y la vela no fenecieran, pendientes a las ráfagas de viento huracanadas, protegiendo nuestro mayor bien a toda costa.
Ese sentimiento se hizo extensivo al resto de la familia y amigos más allegados, pese a que las comunicaciones, a medida que se sucedían las horas agonizaban, y con ella el grado de incertidumbre y preocupación crecía sobremanera.
En Santa Fe, mi mamá vio cómo el tanque de agua elevado se lo llevaba el viento, junto con las matas de aguacate. Estuve pendiente de mi tía en Santiago de las Vegas, donde su contundencia fue menor; pero lo más preocupante, tras tres agónicas jornadas sin saber y haber visto en la noche de ayer las imágenes, fue en definitiva conocer cómo se hallaba mi familia de Martí, Matanzas.
Mi padre, mis hermanas, mi pequeño sobrino de apenas dos meses Thiago. Escuchar la voz de Mary mi madrastra y tener la confirmación de que todos estaban bien, fue un bálsamo incalculablemente reparador. Amén de que las ráfagas de aire dijeron presente y levantaron parte del caballete y la cubierta de su casa. Por fortuna situación ya enmendada por mi papá y mi cuñado.
La tranquilidad se completó con la seguridad de mi suegro, suegra, mi amiga Yaneisy, el Guille, en fin…
Percepción de riesgo, pérdidas humanas, el lado más oscuro del corredor
Sé lo que se siente actuar bajo la inminencia del azote de un evento meteorológico de la magnitud de Irma. Hablamos de casi 48 horas golpeando nuestro archipiélago, de más de un millón 700 mil evacuados, de cuantiosas pérdidas materiales y en sectores medulares como la agricultura y el turismo. De hecho, disfrutaba de unas cortas vacaciones en Cayo Coco, cuando fuimos evacuados en la mañana del jueves.
Irma, por su acción devastadora se ganó el calificativo de huracán más poderoso formado en el Atlántico. En lo personal, su nivel de afectación, aún cuando no pasó cerca de La Habana, es sin dudas comparable con el de la Tormenta del Siglo (marzo de 1993), que igualmente puso su mano demoledora en buena parte de la costa norte de nuestra geografía.
Siempre, en medio de un desastre natural el preservar vidas humanas se antoja la principal razón de ser de cualquier mecanismo de engranaje. Pienso en Flora, cuyo paso por el Oriente de Cuba en octubre de 1936 dejó 2 000 fallecidos.
En el nuevo milenio, los ciclones se han convertido en una pesadilla que mamá Natura ha lanzado sobre nosotros. Pese a providencias extremas, cualquier fallecimiento durante el paso de un evento de esta índole, lo percibo como una estocada mortal. La sensibilidad se exacerba y en ocasiones incluso los cuestionamientos pasan por lo personal. Michelle, Iván, Lili, Charlie, Dennis (cobró 17 vidas humanas), Wilma, Sandy (11 víctimas)…
Irma tatuó tristeza de esa índole en una decena de familias cubanas. Esas resultaron las pérdidas humanas en esta ocasión, algunos de ellos estuvieron marcadas por el velo de la negligencia.
Tanto esfuerzo por hacer las cosas bien, por cuidar a cualquier precio a la población, por asegurar condiciones indispensables para sortear al huracán y que aún haya personas que se resistan a salvaguardarse, que pongan el cuidado de algún bien material por encima del de sus propias vidas. Sencillamente inaudito e inadmisible.
Humanismo y solidaridad: grúa de un millón de caballos de fuerza
Cayo Romano, Nuevitas, Esmeralda, Morón, Caibarién, Cayo Coco, Guillermo, Santa María, Martí, Matanzas, Varadero, Cárdenas. Zonas todas de mayor afectación como consecuencia de los caprichos de Irma.
Casas, inmuebles estatales, escuelas, establecimientos públicos y de servicios. Daños en mayor o menor medida. Pero de lo que sí estoy convencido es de que ni Irma, ni ningún otro desastre natural, por devastador que sea, podrán calar en ese espíritu humanista y de enorme solidaridad que nos caracteriza.
Por eso el hormigueo, ahora en fase recuperativa tampoco cesa. Fuerzas de todas partes de la nación, y mecanismos de rescate y ayuda están a punto trabajando en interminables jornadas. Restablecer los servicios básicos de electricidad, comunicaciones, agua y gas constituyen prioridades y en ese sentido se labora, para que la población, perciba menos los efectos o secuelas de Irma.
Ese motor que no se detiene, aumenta sus revoluciones por estos días, aunque no todo es color de rosa.
Rastros de indisciplina social, como los famosos “recargadores” o cobrar por este concepto en policlínicos, Cupets u otras instalaciones que mantuvieron el servicio energético en los picos de tensión, son conductas reprochables en extremo, como igualmente lo es cobrar por cargar o acarrear agua, o el hacer caso omiso a las advertencias que con más de una semana de antelación, ante la inminencia de su paso, comenzaron a realizar de forma simultánea, todos nuestros canales de comunicación.
Ser inmune a la desesperación que se deriva del azote de un huracán es prácticamente imposible. Recrudecer, con todas las letras y su carga semántica, cualquier medida, siempre será gratificado luego. En ese sentido considero que igualmente nos faltó algo de profilaxis, al menos en materia de preservación de bienes materiales o preparación para que los daños no fuesen en extremo cuantiosos.
Una reflexión: ¿no es mejor evitar que el burro se caiga, para no tener que darle tantos palos luego? Aseguramiento de inmuebles, poda y tala de árboles en aquellas zonas donde el tendido eléctrico es más vulnerable, evacuación de pertenencias y bienes, comunidades costeras enclavadas muy próximas a las embestidas del implacable mar, infraestructura habitacional en zonas de litoral no preparada para semejantes eventos…
Solo una pincelada de alerta a futuro, pues la posición de nuestro archipiélago en calidad de llave del Mar Caribe y bañado por el Atlántico no variará, y por consiguiente Irma no será el último huracán que nos azote.
Hoy Cuba se recupera. Toda la nación dispone sus fuerzas y medios en función de reparar los daños y afectaciones dejados por Irma. Continúa siendo un nombre maldito para los cubanos y millones de hermanos caribeños y estadounidenses. Con contundencia endemoniada lanzó sus misiles de lluvia, vientos y marejadas sobre nuestra costa norte. Con entereza intentamos repelerla. Y con poderío aún mayor, sin dejar de ser realistas y objetivos, reedificaremos el país, al costo que sea necesario.
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