Una noche conquistada por la imaginación

Una noche conquistada por la imaginación
Fecha de publicación: 
12 Mayo 2012
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Hace algún tiempo, mientras revisaba documentalmente la biografía de Bjork, me llamó la atención una elocuente frase de la ya célebre artista islandesa. La autora de los icónicos discos Homogenic y Post había expresado en una entrevista a un diario español que el trabajo con la música electrónica tiene éxito cuando se ha volcado en ella de forma correcta el alma del músico. Y bien pensado,  otra prueba concluyente de ello fue el debut cubano  de la artista sueca Lisa Nordström's.

 

Si bien  es cierto que no es la primera vez que se efectúa  en la isla  un concierto de esta naturaleza, la propuesta de la intérprete escandinava  no deja de transitar, entre nosotros, por los caminos de la novedad. En primera instancia su planteamiento parece sencillo: toma posesión de sus atributos en el escenario y comienza a auxiliarse de las máquinas para explorar el espacio sonoro y crear ritmos que navegan en las aguas más cálidas e íntimas de la cultura electrónica. Sin embargo, ante los ojos (y oídos) del espectador desfilan luego las secuencias de un complejo entramado musical surgido, qué duda cabe, a partir de la innovación conceptual y la experimentación con los  códigos sonoros  que se  relacionan directamente con sus  búsquedas creativas.

 

La sesión sonora de Lisa se colocó en esta ocasión al servicio de los cuerpos de los bailarines de la compañía Retazos. Poco después de que comenzara a ejercer como embajadora del “electro”,  los bailarines  se encontraban reptando por el escenario,   en una original exposición coreográfica que puso sobre brasas el espíritu de los espectadores y los trasladó hacia un enigmático  territorio,  donde los seres humanos trataban de sobrevivir y se enfrascaban en un estrecho diálogo, tanto interno como externo,   en el que llegaban   a encontrar la  luz al final del túnel.

 

Una de las   cualidades que saltó  a la vista en  el desarrollo de la obra es   la perfecta  imbricación lograda entre música y danza, pauta  que tributó de manera muy orgánica al universo simbólico de la  trama, gracias al inteligente acople entre las diferentes actores del espectáculo, ya sea la “escultora de sonidos”, que se movió entre las atmósferas  de Tricky, Portishedad o Bjork ( otra vez la islandesa), o los integrantes  de Retazos, que  se han hecho especialistas en eso de dibujar el alma humana a través de la danza.

 

Acompañada del percusonista y el saxofonista, la sueca se decantó por una interpretación  que tradujo a los territorios de la música electrónica más experimental el espíritu de las grandes urbes y los vertiginosos ambientes en que conviven sus habitantes. De ese modo estableció un singular intercambio de ida y vuelta entre el baile, los ritmos hechos con el apoyo de las máquinas y la existencia cotidiana.  Una  fusión  de lenguajes  que adquiere un interesante nivel debido a la imaginación temática de la artista sueca y a la serie de imágenes de rasgos psicodélicos que acompañaron la noche en que la música electrónica y la danza se dieron la mano en las Carolinas.

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