Mali: Centro de descontento

Mali: Centro de descontento
Fecha de publicación: 
20 Enero 2017
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Todo contribuye a que el país africano más pobre sea centro de descontento, movimiento guerrillero y degeneración terrorista, aderezados por años de sequía, que han llevado a una ayuda “humanitaria” que se pierde en distribuciones que no llegan siempre a los más necesitados.

De ahí que no es extraño que en estos primeros días de enero Mali haya sido escenario de atentados con coches bomba que han afectado principalmente a bases de las fuerzas locales, con 47 muertos en la ciudad de Gao y poblaciones cerca de la frontera con Níger, en tanto la insurrección imbrica a habitantes malienses con ciudadanos de la etnia fula, de Chad, la cual —se afirma— está a punto de sublevarse.

Todo un ambiente anárquico, que ratifica la conversión en letra muerta  de los bastante incumplidos acuerdos de Uagadugú, los cuales supusieron el fin de un conflicto armado que había estallado a principios del 2012, tras el levantamiento de un movimiento que exigía la independencia de las provincias septentrionales del país.

Esto favoreció que grupos salafistas armados se hicieran con el control de las provincias de Gao, Kidal y Tombuctú a mediados del 2012 y que se mantuvieran en la zona hasta su expulsión en enero del 2013 por el Ejército francés, que acudió en ayuda de Bamako, pero que, realmente, protegía los intereses neocoloniales, la cual contó con la ayuda posterior de Alemania, porque la de Estados Unidos la tuvo desde antes de su injerencia.

La huida de los extremistas islámicos permitió el resurgimiento del movimiento que había sido desplazado, el cual se hizo fuerte en la capital de Kidal y en varias localidades de esa provincia. La firma de dicho pacto supuso la entrada en vigor de un alto el fuego y permitió la celebración de las elecciones presidenciales, controvertidas y sospechosas de fraude, lo cual torpedeó el comienzo de conversaciones de paz.

Mientras militares franceses extendían su injerencia en países vecinos, la corruptela siguió rampante durante estos años, con cuestiones tan escandalosas que provocaron la “preocupación” del Fondo Monetario Internacional.

Por ejemplo, el presidente de turno adquirió un avión personal por 40 millones de dólares, a pesar de que su empobrecido país depende de la ayuda internacional. Asimismo, emitió una garantía de 200 millones de dólares para permitir a una compañía privada comprar suministros… para el ejército.

Aunque se especificó que el dinero para el avión no provenía de los 33 millones en ayuda de emergencia, sino de un préstamo de un banco local, decisiones así ilustran “carencias en la gestión del dinero público”, para decirlo suavemente.

Toda esta inescrupulosidad ha provocado que Mali siga siendo un polvorín, y justificado una nueva intervención de las tropas de Naciones Unidas, que siempre dejan un mal sabor a la población de la séptima nación más grande de África occidental, sin salida al mar.

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