La muerte no marca goles

La muerte no marca goles
Fecha de publicación: 
18 Abril 2012
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“Jugamos demasiados partidos”, declaró Antonio di Natale, y aunque probablemente sus palabras no hayan sido bien recibidas por algunos directivos de clubes, muestran una realidad apabullante: en los últimos años ha crecido el número de desafíos por temporada para los futbolistas y el sobresfuerzo físico puede apreciarse en las lesiones y, peor, en muertes súbitas, como la que sufrió Piermario Morosini.

Corría el minuto 31 del partido de la Serie B, del fútbol italiano, entre el Pescara y el Livorno, cuando Morosini cayó desplomado sobre el terreno. Estaba lejos del balón y quizás en un inicio nadie pensó en un desenlace fatal; sin embargo, la alarma creció cuando se comprobó que el atleta había sufrido un paro cardíaco. Una ambulancia lo trasladó de urgencia hacia el hospital más cercano; pero Morosini no pudo superar la crisis.

La muerte del futbolista conmocionó a la sociedad italiana y volvió a colocar sobre la mesa de discusión la relación entre el gran número de desafíos que deben afrontar los jugadores cada año y los posibles daños al organismo. Las estadísticas son más que preocupantes: desde 1990 hasta la actualidad han fallecido 31 futbolistas en un campo de entrenamiento o juego, en diferentes regiones del planeta.

Uno de los casos que más cobertura mediática recibió fue el del centrocampista camerunés Marc Vivien Foe, quien murió durante un partido que disputaba su selección nacional, contra Colombia, en la Copa Confederaciones de 2003, en Francia. Al mismo tiempo, los españoles siempre recordarán al jugador del Sevilla, Antonio Puerta, fallecido dos días después de desvanecerse, el 28 de agosto de 2007, en un encuentro de su equipo frente al Getafe.

No todos los accidentes de los futbolistas han terminado en un triste final; sin embargo, las secuelas serán imborrables, como le sucedió al jugador inglés, de origen congoleño, Fabrice Muamba, quien se desmayó en el césped del estadio White Hart Lane, el 17 de marzo de este año, y su vida estuvo en serio peligro.

Ante el evidente aumento de casos, ¿qué se puede hacer para evitar nuevas muertes? De acuerdo con el presidente de la todopoderosa FIFA, el suizo Joseph Blatter, esa organización continuará sus esfuerzos en el campo de la investigación médica. Pronto quedará inaugurado un departamento de medicina deportiva, cofinanciado por la FIFA; mientras a finales de mayo se realizará un congreso mundial, en Budapest, donde se discutirán posibles acciones.

“Todo esto no devolverá la vida a Piermario Morosini. Pero es posible que consigamos, en el futuro, evitar dramas semejantes”, aseguró Blatter.

Las medidas parecen inteligentes; pero tal vez la FIFA debería interesarse un poco más por el abultado calendario de partidos en el que se ven involucrados los futbolistas temporada tras temporada.  Para Antonio di Natale, quien lucha por su tercer título consecutivo como máximo goleador del Calcio, con tantos desafíos ellos arriesgan su salud.

“El fútbol es bello, es un deporte importante, pero también la salud debe ser salvaguardada. Lo estoy diciendo desde hace tiempo y lo he hablado con nuestros médicos. Tengo 34 años y ya el año pasado pensaba, medio en broma y medio en serio, retirarme, porque uno no logra reposarse”, declaró el atacante.

Los reclamos de di Natale fueron apoyados por Gianni Petrucci, presidente del Comité olímpico italiano; mientras Damiano Tommasi, titular de la Asociación de futbolistas italianos argumentó: “los jugadores trabajan con su cuerpo y es necesario reflexionar sobre los tiempos de recuperación, ritmos de trabajo y dar en general más atención a la salud”. Tomassi fue directo al principal problema: “desde hace años la Asociación pide aflojar los entrenamientos y reducir los partidos. Se juega al límite de las fuerzas, cada día más, y el jugador no es una máquina”.

Las cifras parecen indiscutibles: un jugador que forme parte de un club de la elite europea tiene que efectuar partidos cada tres o cuatro días, porque el equipo, por lo general, está involucrado en, al menos, dos competiciones domésticas que se extienden por más de seis meses. También debemos incluir en el análisis su participación en torneos como la Liga Europa o la Liga de Campeones. Allí no termina el calendario, pues los futbolistas que son convocados tienen que defender los colores de sus países en partidos oficiales o amistosos.

Por ejemplo, Lionel Messi, el mejor futbolista del mundo, ha disputado, con el Barcelona y la selección nacional argentina, más de 55 desafíos, entre septiembre de 2011 y abril de 2012. La “Pulga” marcó casi 70 goles y dejó atrás varios récords. ¿Podrá Messi mantener su ritmo de minutos jugados? La juventud lo ayuda; pero su enorme desgaste físico debería preocupar a los entrenadores.

¿Por qué no reducir un poco el calendario de juegos? Los directivos de clubes desean que suceda esto; pero exigen que sea la FIFA la que disminuya el total de desafíos internacionales; mientras, las federaciones nacionales piden lo contrario: que los clubes organicen pre-temporadas más cortas, con menos viajes al extranjero, para así darle mayor descanso a los atletas. Detrás de cada posición se esconden—a veces no tanto—los intereses económicos de ambas partes.

El consenso resulta imprescindible; sin embargo, ninguno parece dispuesto a dar el primer paso. Las tristes imágenes de Piermario Morosini, desvanecido en el terreno, ante la mirada atónita de sus compañeros de equipo, les recuerdan a los directivos que la muerte no marca goles. Lástima que todavía no todos entiendan eso.

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