«Matar en Ciudad Juárez no tiene castigo»

«Matar en Ciudad Juárez no tiene castigo»
Fecha de publicación: 
1 Abril 2012
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A sus 37 años, la periodista Sandra Rodríguez Nieto ha visto muchos cadáveres en Ciudad Juárez, y eso se nota en la precisión de sus descripciones. Entre 2008 y 2010 fueron asesinadas en el municipio más de 7000 personas. En poco menos de 200 casos se presentaron pruebas contra sospechosos, el resto quedaron impunes. Son datos recogidos en La fábrica del crimen, un libro que lleva su firma y acaba de publicar Planeta.

 

La reportera, natural de Chihuahua, atiende la llamada de este diario mientras conduce por las calles de la que en los últimos años se ha vuelto la ciudad más violenta de México. «Es un buen momento, solo déjame que aparque», dice una profesional acostumbrada a tomar las historias cuando llegan.

Periodista de investigación, trabajadora de El Diario, lleva años cubriendo la información de sucesos en Juárez. La fábrica del crimen narra la historia de Vicente, un adolescente que en 2004 y con tan solo 16 años mató a sus padres y a su hermana para después pedir el rescate como si su desaparición fuese un secuestro. El joven ingresaría más tarde en la banda de los Artistas Asesinos y acabaría siendo tiroteado sin que ningún familiar reclamase su cuerpo.

 

«Un caso lo suficientemente fuerte» como para soportar la historia de la violencia en Ciudad Juárez y servir de hilo conductor a la autora para indagar en las causas que llevaron a formar una generación «dispuesta a matar por cualquier motivo o por ninguno, simplemente porque el hacerlo, no tiene castigo». Es lo que Rodríguez llama conciencia de impunidad.

«Concibo el fenómeno de la violencia en este lugar como la suma de una serie de omisiones por parte de las autoridades, que dejaron de hacer su trabajo y fueron los primeros en proteger al narco». Vicente decidió matar porque estaba convencido de que nadie iba a investigar el homicidio, como tantos otros que se habían producido ya. «Sin castigo, el mensaje que llegaba a estos jóvenes era que la vida humana no tiene ningún valor», asegura la autora.

 

Para la reportera, el chico fue un verdugo creado por la sociedad, que el entorno ayudó a moldear. Un joven brillante, con grandes habilidades y enorme inteligencia, como también lo eran personas como El Dream o El Saik, pero que sin esfuerzos morales, sin ayuda, resultaron fácilmente influenciables. «Crecieron en un ambiente en el que todos los estímulos llevaban a delinquir, con una impunidad rampante contra los asesinatos y una violencia desatada, de tal forma que para destacar en el barrio, tienes que llevar un arma».

 

La autora también achaca parte del fenómeno de la violencia al crecimiento caótico de Ciudad Juárez experimentado con el boom económico de las maquilas, las fábricas dedicadas a la exportación de textiles. «Las autoridades solo favorecieron al capital». El incremento de población en nada fue acompañado de los instrumentos necesarios para vertebrar los barrios, con escuelas, hospitales o plazas públicas donde pudiese crecer una sociedad sana. «Hace tiempo que se viene alertando sobre un gran segmento de la población que ni estudia ni trabaja y más del 50% de los jóvenes abandona las escuelas tras la secundaria». Si bien el número de asesinatos ha disminuido mes a mes durante el último año, atribuido en parte a la supuesta victoria de un cartel sobre otro y a los cambios en la policía municipal, la periodista considera que la violencia puede reactivarse.

 

Preocupada por todo este fenómeno y muy comprometida con su trabajo, Sandra Rodríguez fue incluida en 2010 en la lista de Héroes de los Medios publicada por Los Ángeles Times, pero nunca se ha sentido tal: «¿Heroína?, no, tan solo considero que tengo una responsabilidad como reportera».

 

Consciente de las presiones de los carteles sobre los informadores y con el recuerdo muy presente de Armando Rodríguez El Choco, compañero de El Diario amenazado en febrero de 2008 y asesinado ese mismo año, la periodista niega, sin embargo, mayores dificultades a la hora de desempeñar su trabajo por el hecho de ser mujer. «La naturaleza de esta ciudad es de una incorporación masiva de las mujeres al trabajo. En las redacciones, en la conducción, en las maquilas. El ambiente es duro, pero somos muchas las que cubrimos la información del narco y no hay trato diferente», asegura. A Rodríguez le preocupa más no saber distinguir a los buenos de los malos e insiste durante la entrevista: «Cuando uno habla de cartel se refiere al traficante, al sicario, al policía y a las autoridades. Si los grupos del narco son tan poderosos, es porque han contado desde el principio con la protección del Gobierno».

 

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