Marina Rodríguez: Kilogramos que harán historia en Río

Tardaron más de un siglo las mujeres para insertarse en el magno contexto deportivo, entrada que materializaron en la edición de Sydney 2000, cuando las halteristas chinas se adueñaron de cuatro de las siete coronas disputadas.

Por insospechado que parezca, dado el notorio poderío, tradición y tiempo de práctica de las pesas femeninas en naciones de Europa y Asia, en ese albor las restantes coronas quedaron en manos de América por intermedio de la estadounidense Tara Nott (48 kg), la mexicana Soraya Jiménez (58), y la colombiana María Isabel Urrutia (75).

Para la halterofilia femenina cubana, al igual que sucedió con la lucha libre, todo resultó mucho más complicado. Había reticencia por parte de las instituciones, especialmente la Federación de Mujeres Cubanas para dar su visto bueno, hasta que… unos meses antes de los Centroamericanos y del Caribe de Cartagena de Indias 2006 se inició la práctica oficial. Seis resultaron nuestras pioneras entonces, y ninguna fue capaz de escalar al podio de premiaciones. Sin embargo, a la vuelta de ocho abriles, en Veracruz 2014, la súper pesada Lexys Zulema Diago (+75 kg) tejió su historia en bronce, con arranque de 106 kg y envión de 132.

En ese decursar por la historia llegamos hasta la capitalina Marina Rodríguez, nuestra protagonista de estas líneas, quien cambió los pinchos por las zapatillas de cuña y se enrocó de la velocidad en el atletismo al levantamiento de pesas.

Hablamos de historia, de peso sobre los hombros, rendimiento. Inscribirse no es cuestión de juego. Marina, nacida el 2 de marzo de 1995 y con 1.58 metros de estatura, recordará siempre el lunes 13 de julio como el momento en el que coqueteó con la gloria de América: corría la final de los 63 kg en los Panamericanos de Toronto y alzadas de 89 kg en arranque y 114 en envión le permitieron asirse a la presea de plata, totalmente inédita para las antillanas en el entorno continental. Entonces le tocó escoltar a la colombiana Mercedes López Tigrero 235 (103-132).

Ese fue el primer peldaño en su horizonte de ambiciones vencido. Con solo diez días de descanso, y boda mediante con el también pesista santiaguero Adriel La O, Marina retornó a los entrenamientos con el sueño de alcanzar su cupo olímpico a Río de Janeiro entre ceja y ceja.

Era el mundial de Houston en noviembre su parada más inmediata. La suerte no le sonrió allí, pues registró una actuación inferior incluso a la conseguida en la nación de la hoja de Maple con biatlón de 201 (88-113) que le depararon  la posición 22 entre 36 competidoras.

Continuaría su andar y enfoque, pensando en suelo carioca. En Houston la actuación de la armada en sentido general fue pobre, al punto de que los cupos disponibles tuvieron que lucharlos en la arena de Cartagena, Colombia, sede del Panamericano de la disciplina, donde las opciones se vieron reducidas y el performance tenía que ser de vanguardia para lograr inscribir a un representante en cada sexo.

El primer lugar en la tabla de puntuación masculina con 148 puntos, y el cuarto escaño, pese a irse sin preseas con 97, a la escolta de Canadá (109), Puerto Rico (103) y Chile (101), nos abrieron las puertas para que en definitiva Marina, y el multimedallista universal Yoelmis Hernández (85) emergieran en calidad de agraciados.

RADIOGRAFÍA TÉCNICA

Una mirada a las características de Marina, situada en el escaño 34 del ranking del orbe, ̶ lidera la china Wei Deng 259 (113-146) ̶  de la pasada temporada a tenor con su actuación en Toronto. Físicamente descuella por la potencia de sus piernas, esas que la vieron matricular en la EIDE y ser captada como sprinter del campo y pista. Con casi 16 años le dio un vuelco a su vida y se involucró para siempre con la plataforma. En ese sentido, constituye el envión su ejercicio de mayor solidez. Ha logrado crecer su biatlón en 12 kilogramos desde el 2015 a la fecha, como dio fe su cuarto puesto en la lid continental 215 (93-122), con el crecimiento más notable justamente en el llamado clean and jerk de 114 a 122.

Adán Rosales, otrora estelar pesista y entrenador principal del elenco femenino antillano señaló que con Marina han intentado optimizar la efectividad en su jerk con ejercicios auxiliares y mejorarle el trabajo de coordinación de piernas a la hora de recoger la tijera.

“Es bien pareja en su proporción de alzadas y en este minuto si tomamos como referente el escalafón del 2015 se coloca tercera de América. Es fuerte, explosiva, pero necesita continuar esforzándose sobre el control de sus emociones y los tiempos que requieren cada movimiento, aunque ha mejorado en ese sentido. Además, los esfuerzos dirigidos al fortalecimiento de la espalda, y pulir el trabajo de los codos, rindió sus frutos”, sentenció.

Marina confiesa que prefiere y se le da mejor el movimiento técnico de envión que el del arranque, en el cual aún necesita mejorar su segunda mitad de secuencia, tras recuperarse de la cuclilla.

Durante esta recta final en etapa veraniega, ante la soledad que se apoderó del gimnasio de pesas del Cerro Pelado, halló en su compañero de la vida, el complemento ideal para encarar las intensas sesiones de entrenamiento, corregir detalles asociados con las posturas idóneas de cada plano muscular, jugar con kilogramos y continuar colocando ambiciones sobre sus hombros.

En el pabellón II de Ríocentro deben darse cita 260 halteristas (104 féminas) de 84 naciones. Hace cuatro años en Londres 2012 el granmense Iván Cámbar hizo historia. La vida le sonrió con una presea de bronce fraguada a sangre, sudor, manos blanquecinas, cábalas y lesiones de adversarios. De todo tuvo aquel pasaje memorable en el que acuñó 155 kg de snatch y 194 de envión.

En la Ciudad Maravillosa, Marina, sin importar lo que suceda en la plataforma, quedará recogida en los libros y las memorias como la primera pesista cubana capaz de competir al amparo del olimpismo.