Washington: Otro bofetón contra Argentina

Washington: Otro bofetón contra Argentina
Fecha de publicación: 
29 Marzo 2012
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El gobierno de Estados Unidos suspendió a Argentina de su sistema de preferencias arancelarias porque esa nación actúa de manera soberana en un desacuerdo con empresas norteamericanas.

Se trata de dos filiales que radicaban en territorio argentino, la Blueridge (electricidad) y la Azurix (saneamiento de aguas), ambas con sus casas matrices en Texas.

Hace algunos años, Buenos Aires decidió finalizar ese compromiso y las referidas empresas le exigieron rápidas indemnizaciones por un valor de 300 millones de dólares.

Una entidad que domina la Casa Blanca, el Banco Mundial, en los años 2005 y 2006 declaró que en este conflicto la nación suramericana era la culpable.

Pero las autoridades argentinas exponen que según reglas del propio Banco, las indemnizaciones pueden ser abonadas de acuerdo con las leyes de cada país. 
   

Sin embargo, Washington echa a un lado tales derechos y hace suya la exigencia empresarial de que el mencionado pago se realice «lo antes posible».

En ese contexto produjo su sanción contra Argentina de excluirla del sistema de preferencias arancelarias que beneficia exportaciones de distintos países hacia Estados Unidos.

Esta imposición sigue a un conjunto de presiones más o menos encubiertas que ha venido realizando la Casa Blanca sobre Buenos Aires.

Si en aquellos predios tuvieran algún sentido común y menos prepotencia, comenzarían por solicitar perdón a los argentinos, al menos, por dos de las más grandes ofensas que antes les hicieron.

La primera tuvo lugar en 1976, cuando fueron cómplices del golpe de Estado ultraderechista que hundió a esa nación en una pavorosa  pesadilla, y la segunda en 1982 en ocasión de su impúdico apoyo al zarpazo militar británico que asfixió un esfuerzo argentino por reafirmar su soberanía sobre las Islas Malvinas.

El golpe castrense sucedió el 24 de marzo de aquel año y solo doce meses después ya había más de 15 mil «desaparecidos», cuatro mil asesinatos, 10 mil presos y miles de exiliados, cifras que más tarde se multiplicarían, además, junto a una profunda crisis económica.

El otro capítulo aconteció el dos de abril de 1982. Fuerzas del régimen argentino ocuparon las Islas Malvinas, acto que, no obstante las características de quienes ostentaban el poder, tuvo un amplio respaldo nacional y en América Latina.

Los golpistas calcularon entonces que, gracias al patrocinio de sus aliados de Washington, su nueva aventura también sería apuntalada por estos. Sin embargo, ¿qué sucedió? Lo contrario.

La poderosa embestida militar que Gran Bretaña lanzó contra los mal preparados ocupantes de su posesión colonial tuvo la pública asistencia del gobierno de Estados Unidos.

Con eso la Casa Blanca humilló también al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado en 1947 por las naciones del continente.

Ese documento estableció que, «en caso de ataque armado por cualquier estado contra un estado americano, será considerado como un ataque contra todos los estados americanos».

Ahora las autoridades de Washington separaron a Argentina de su sistema de preferencias arancelarias echando mano a una controvertida excusa.

Pero la verdad radica en lo que para Estados Unidos representa su pecado capital: ser  independiente y soberana, formar parte activa de los nuevos vientos reivindicatorios  que circundan a América Latina y el Caribe.
          

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