Cuba celebró Día Mundial de la Poesía

Cuba celebró Día Mundial de la Poesía
Fecha de publicación: 
22 Marzo 2012
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Poetas cubanos de diversas generaciones evocaron a grandes de la lírica universal y celebraron entre versos y acordes de guitarra el Día Internacional de la Poesía, proclamado por la Unesco desde 1999.

Poetas cubanos de diversas generaciones evocaron a grandes de la lírica universal y celebraron entre versos y acordes de guitarra el Día Internacional de la Poesía, proclamado por la Unesco desde 1999.

La pérgola del jardín de la morada de Dulce María Loynaz (1902-1997) -hoy un Centro Cultural- cobijó a los bardos Georgina Herrera, Roberto Manzano, Alex Fleites, Lázaro Castillo y Mariene Lufriú, quienes entremezclaron sus propias musas con el misterio poético de la antigua dueña de casa, Juana de Ibarbourou, César Vallejo, Miguel Hernández y Walt Whitman.

Los versos del peruano Vallejo (1892-1938) -de cuyo natalicio se cumplieron 120 años hace apenas unos días- volvieron a resonar en los huesos de los diletantes reunidos en la casona de la barriada capitalina del Vedado.

La Nana de las cebollas, del español Hernández (1910-1942), vibró en la voz de Manzano, quien recordó emocionado la versión musical de Joan Manuel Serrat y, más tarde, leyó sus propios versos, transitados -como los del ibérico- por aires campestres, por la vibración de las cosas elementales.

En la tarde habanera, la uruguaya Ibarbourou (1892-1979) aromó "con rosas las alas del viento" justo cuando las estrofas de "El dulce milagro" fueron declamadas por Lufriú, joven poeta que regaló enseguida la sensualidad de su poesía amatoria.

La voz imperiosa de Whitman (Estados Unidos, 1819-1892) ordenándole a la noche: "Cíñete a mí", contrastó con la fluencia delicada y tibia de las palabras "Al Almendares" -la corriente fluvial que atraviesa La Habana- de la Premio Cervantes de 1992, Dulce María Loynaz: "Yo no diré que él sea el más hermoso (...)/ÂíPero es mi río, mi país, mi sangre!".

Sobre el final, el joven trovador cubano Eric Méndez interpretó algunos de sus temas y para los congregados fue -como apuntara el vate Manzano- como si la poesía y la música volvieran a fundirse para revivir ese ser primordial y lejano en el que alguna vez fueron la misma cosa.

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