La Habana, mi lugar favorito del mundo (FOTOS)

La Habana, mi lugar favorito del mundo (FOTOS)
Fecha de publicación: 
16 Noviembre 2015
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Hay tantos lugares especiales en el mundo, y La Habana es uno de ellos, eso es seguro. No me preocupa que me tilden de chovinista, pero sí así fuera aun tendríamos que cuestionar a tantos que habitan esta ciudad y a muchísimos más que la han visitado en casi cinco siglos y en ella han dejado su corazón.

 

Miles de ciudades de unos 200 países en este planeta guardan las huellas de sus transeúntes, sus historias mínimas. Miles de urbes cuyos nombres desconocemos en su gran mayoría coexisten en “nuestra única nave espacial” que es La Tierra. Y La Habana sigue estando entre las más recomendadas en los libros de viajes, entre las más mencionadas de manera formal e informal cuando de turismo se trata.

 

Claro que no voy a comparar cifras, no hay que involucrarse en eso. Es obvio que París, Nueva York, Roma o Estambul reciben muchos más visitantes. Cuba entera aún acoge unos tres millones al año. Pero de todos los que hacen una parada en nuestra capital nos quedan las sonrisas, las gracias, las fotografías al lado del malecón o bajo las escaleras del Capitolio…

 

El centro de La Habana tiene tantos espacios lindos, típicos. La misma disposición de la ciudad antigua, que creció a partir de sus plazas (la de Armas, la de San Francisco, la de la Catedral, la del Cristo y la Vieja), es algo peculiar en comparación con otras grandes capitales.

 

Los españoles, que ya venían con influencia morisca dejaron durante siglos de colonización lo más bello de la arquitectura del Caribe y quizás del continente, o mucho más, de todo el mundo.

 

Mirando fotos de amigos extranjeros y artículos en la red puedo comprobar que Europa, especialmente, es un gran destino turístico, pero, quienes ya han estado en las más grandes ciudades del Viejo Mundo no han dejado de impresionarse cuando llegan a La Habana. Entre otros motivos creo que tenemos el encanto de ser, en definitiva, una mezcla de todo. Somos algo así como la amalgama perfecta que se roba el espíritu de los que prueban nuestra comida, escuchan los tambores en las esquinas, bailan salsa, se tumban en la fina arena de nuestras playas o caminan por las calles habaneras.

 

Un sitio relevante de esa magia de la villa lo ocupa la propia gente de La Habana. Hospitalarios, alegres, auténticos, orgullosos… así se nos reconoce en el resto de la Isla y en el mundo. Precisamente somos los habaneros responsables de proteger y hacer crecer nuestra ciudad. Aun muchos no conocen el significado de la palabra “conciencia” cuando se trata de respetar las calles y espacios de la capital.

 

Pero también son muchos los habaneros que necesitan mejorar sus condiciones habitacionales, opciones de transporte, en fin.

 

Bastante indigna ver en los reportajes de televisión cómo algunas zonas periféricas y otras no tan alejadas del centro de la ciudad se marchitan por la desidia, las falsas justificaciones, las malas decisiones de ciertos funcionarios o el ultraje de los mismos habaneros. Mantener la belleza que ha acompañado a La Habana y recuperar las grandes avenidas y edificios tienen que ser prioridades de todos.

 

La Habana es nuestra casa. Nadie tiene que venir a decirnos cómo cuidarla, pero tampoco podemos permitir que las acciones erradas, que parecen pequeños detalles, colmen la ciudad y poco a poco sigamos perdiendo espacios que antaño fueron importantes núcleos comerciales, sociales o culturales de la ciudad.

 

Hay tanto qué decir de mi Habana. No me canso de admirarla. Ha sido toda mi vida el centro de mis paseos. Cada lugar ha tenido un significado en diferentes etapas. De niña iba con mis padres a los carnavales que se hacían en el Malecón; en mi adolescencia andaba chancleteando por el Vedado buscando siempre un cine o un teatro. En cualquier época he dejado mis huellas por casi todas las calles de la Habana Vieja. Y por más que las he recorrido no dejo de sorprenderme ante la belleza de los edificios que llevan siglos dejando con la boca abierta a los viajeros.

 

Parece que el tiempo se ha detenido en La Habana. Aquí no valen relojes, porque 496 años después de reconocerse como ciudad muchas escenas siguen repitiéndose. La música tradicional que suena en cada esquina nos provoca bailar al mismo tiempo que cuidamos el paso sobre los adoquines y entre los vendedores ambulantes que nos hacen las propuestas más surrealistas.

 

No podría escoger un solo verso, una sola palabra, una sola foto, un único recuerdo de La Habana… hay tanto para hacer en ella, tanto por explorar y admirar.

 

Muchas son las innovaciones que bullen en la imaginación de los habaneros para tener una mejor ciudad: que si un metro y carreteras aéreas; que si rascacielos por todo el litoral; que un barco que le dé la vuelta a la bahía y pasee por el malecón; un tranvía que comunique a los pasajeros a los barrios menos accesibles; más luces, definitivamente más luces; la calle San Lázaro renovada; la Calzada de 10 de Octubre recuperando su atractivo; más cajeros automáticos…

 

En fin, habría mucho que decir y que hacer. No pongo en duda que unas cuantas de estas ideas, que a otros le parecen locas, le vengan muy bien a la ciudad, y así los demás no puedan cuestionar que realmente estamos entre las ciudades más bellas del planeta.

 

Existen muchos lugares especiales en el mundo y La Habana sigue siendo mi favorito. Hay quienes dirán: “claro, no conoces otra cosa”… pero prefiero aferrarme a la idea romántica de que entre una persona y su ciudad natal se ata un lazo eterno. No amarla sería como olvidar el primer amor, como renunciar a mi equipo de pelota, a las caminatas por el malecón, a la calle 23 y su bohemia, a su festival de cine cada diciembre… sería como no reconocer tantas emociones y recuerdos juntos.

 

Son tantos los contrastes en La Habana que ella hace que aquí todo se junte.

 

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