¿Rejas? ¿Multas? ¡Educación!

¿Rejas? ¿Multas? ¡Educación!
Fecha de publicación: 
10 Septiembre 2015
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Un día comenzaron a construir una reja alrededor de la hermosa fuente de la Plaza Vieja. Una reja imponente, sólida, fuera de lugar. Cuando estuvo terminada, estableció una línea infranqueable. Nadie se puede acercar, nadie la puede tocar, es como un objeto de museo.

No se supone que una fuente pública deba estar enrejada, es de esperar que los que la enrejaron tuvieran razones de peso para hacerlo. Quizás alguna autoridad ofreciera alguna explicación en los medios de comunicación, no nos consta.

Le pregunté hace un tiempo a un agente del orden y me respondió muy amablemente (los agentes del orden en el Centro Histórico de La Habana suelen ser muy amables): “Hubo que enrejarla porque la gente estaba maltratando el monumento. Lo ensuciaban, se metían en el agua, había niños que chapoteaban. Esa agua está tratada, no se pude tomar y puede resultar perjudicial para la salud. Es mejor ahora, mira qué bien luce”.

Lucir, luce bien. Impoluta. Pero parece marginada del entorno que preside. Digan lo que digan, una fuente pública tiene que estar al alcance del paseante. Si el paseante hace lo que no debe y la maltrata, debe ser amonestado seriamente. Pero no pueden pagar justos por pecadores.

No obstante, comprendo que deba resultar frustrante para la gente que restauró el monumento (y para los que lo disfrutan restaurado) asistir al espectáculo lamentable de una fuente sucia y destruida. Eso explicaría la reja, pero no la justifica. ¿Por qué hemos tenido que llegar a tales extremos?

Sencillamente porque muchos ciudadanos no respetan las obras, los edificios, los espacios públicos. Gente que sería incapaz de botar un papel en la sala de su casa, lo bota en medio de la calle. Gente que tiene las paredes de su casa limpias, puede poner un pie en una pared recién pintada. Hay personas que asumen que lo público no es de ellos y por lo tanto no es de nadie. No sienten la obligación de cuidar el entorno.

No son pocos, lamentablemente. Y están en todas partes.

Nos quejamos del estado constructivo de muchos hospitales, escuelas, comercios, centros culturales, deportivos y de servicios… Es cierto que muchas veces pasan años sin recibir trabajos de mantenimiento. Pero, ¿cómo explicar que inmuebles recién reparados, o recién construidos, tengan ventanas, puertas, mobiliario rotos?

¿Quién tiene que responder por eso? Obviamente: los que los rompieron. Pero la impunidad parece regla. Y la falta de control. La desidia. La mano blanda.

Si el perro de alguien hace caca en cualquier calle de cualquier país de Europa, ese alguien tiene que recoger la caca o pagar una multa considerable. Nadie asume que se está violentando la libertad personal y los derechos humanos del infractor. Sencillamente se hace cumplir la ley.

¿Por qué en Cuba tanta gente hace caso omiso de las más elementales reglas de conducta?

De acuerdo, hay pocos recipientes para la basura en nuestras calles (esa es una responsabilidad de los servicios comunales y de los gobiernos locales); pero, ¿cómo explicar que en los lugares en que están al alcance de todos, tantos ciudadanos sigan botando sus desperdicios en medio de la calle?

Si hay aceras, ¿por qué hay que hacer trillos atravesando el césped? ¿Por qué tanta gente fuma en lugares públicos y tira la colilla y el cabo al suelo? ¿Por qué algunos no soportan la visión de una pared de un ómnibus limpia y tienen que escribir sus nombres con plumón: Fulanita, la del Cerro; Mengano, el chacal de la zona X; Esperancejo + Mengana, amor de verdad…?

Es una serpiente que se muerde la cola. La respuesta institucional suelen ser las rejas, las medidas restrictivas, la precariedad de los servicios…

Hace falta, a todas luces, mucho más rigor a la hora de hacer cumplir la ley. Multas más altas, más vigilancia. Pero esa no puede ser la única respuesta. En el fondo es una cuestión de educación. Y ahí tienen que incidir más la familia y la escuela.

Y para romper el círculo vicioso, sería indispensable también que las instituciones, las autoridades en todos los niveles asumieran sus obligaciones con seriedad y compromiso. Porque en este asunto no suele haber responsabilidades únicas. Si hay cucarachas en un ómnibus interprovincial es porque la gente comió dentro del ómnibus y también porque la tripulación no lo limpió a fondo. Y así por el estilo…

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