EN LA BIENAL: ¡Copacabana en el Malecón! (+ FOTOS)

EN LA BIENAL: ¡Copacabana en el Malecón! (+ FOTOS)
Fecha de publicación: 
27 Mayo 2015
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Una playa en medio del asfalto. A un lado, el mar. Al otro, la ciudad. Tumbonas, sombrillas de guano, arena, cocoteros… «Resaca», del cubano Arles del Río, es una de las propuestas más populares de la XII Bienal de La Habana.

La obra, de marcado carácter participativo, forma parte de la mega exposición «Detrás del muro», que reúne creaciones de medio centenar de artistas procedentes de una decena de países.

Son piezas concebidas para un espectador casual, gente que probablemente nunca haya entrado en una galería o un espacio de exhibición tradicional.

Ahí está uno de los principales propósitos de la muestra, según sus organizadores: que la comunidad establezca un diálogo con la producción artística, sin mediaciones externas más o menos interesadas.

Arte para todos, patrimonio colectivo.

En el caso de «Resaca», el objetivo está más que cumplido. Día a día, a toda hora, decenas de personas pasan el rato debajo de las sombrillas, acostados o sentados en las tumbonas, jugando con la arena, haciendo tertulias con los amigos o tomando cerveza…

La obra, la instalación, se ha convertido en un espacio de encuentro y recreación.

La gente ha traspasado las fronteras tácitas entre el arte y la vida cotidiana. La creación amplía su espectro de significaciones e implicaciones prácticas.

«Yo me siento como si estuviera en Copacabana —dice divertida Rosa María, una jubilada de Centro Habana—; me acuesto aquí con mis gafas y hasta duermo la siesta».

Junto a Rosa María, otras personas ocupan las tumbonas. Conversan, hacen bromas, beben jugos y refrescos. De hecho, como en toda playa que se respete, hay también colectores de basura, para que nadie tenga que ensuciar la arena.

Esta playa artificial en el centro mismo de la ciudad, según el catálogo de la exposición, pretende recrear un accidente natural provocando una ilusión surrealista, una verdadera utopía.

Pero también puede ser un lugar de descanso y reflexión.

Así lo asume Mario, otro vecino de la zona. «¿Tú sabes cuánto cuesta una tumbona como esta en una playa de verdad? ¡Dos dólares! Aquí puedo venir de gratis y sentarme a la sombra para disfrutar el aire fresco y tomarme mi traguito».

Arles del Río evoca antiguos balnearios de la zona, en tiempos en que la ciudad no se había expandido más allá de la bahía.

«Yo estoy loca por bañarme en el mar, pero no lo he hecho por miedo a los tiburones» —bromea Iris, trabajadora de un hospital.

Del Río se propone que la gente medite sobre la necesidad de una vida y un entorno más agradables, una especie de oasis en medio de los rigores del día a día.

A Yunior, joven profesional, le parece un poco subversivo el concepto: «Nos está diciendo que nuestras vidas son rutinarias, grises, aburridas, que nos hace falta desconectar, y por eso aparece esta playa artificial en medio de la calle. O sea, nos está diciendo: relájense, tómense un descanso».

Puede ser. Pero Rosa María, Mario e Iris no parecen demasiado interesados en descubrir «mensajes» ocultos. Ellos sencillamente aprovechan la oportunidad de sentarse a la sombra de una sombrilla de guano, a pasar el tiempo.

Esa es, en definitiva, una de las potencialidades del arte. Hacernos la vida más placentera. Aunque sea un poquito más placentera, que ya es bastante.

 

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