Ser mujer en Cuba

Ser mujer en Cuba
Fecha de publicación: 
8 Marzo 2015
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Entre los 40 y 59 años se concentra la mayor parte de los cinco millones 620 mil 719 cubanas que alientan en esta Isla. Son señoras de los ’ta, que engrosan también la fuerza laboral femenina, la técnica, la científica, y también esa que puertas adentro del hogar, escoba en ristre o delantal a la cintura, es puntal imprescindible en la dinámica familiar.

Por eso Cubasí centró su atención precisamente en ese segmento poblacional llevándole la única pregunta de ¿Cómo es ser mujer en Cuba?

Lidia María, oficinista, solo demoró en coger aire para soltar de un tirón, sin pausa: “Es un bregar constante, un batallar entre ser y ser mujer. Es verdad que tenemos lo elemental cubierto: el derecho al aborto, al estudio, a puestos de trabajo, que vivimos más, que tenemos igualdad constitucional... pero, amiga, tenemos unas cadenas que pesan con… ovarios. Tenemos la carga de los hijos, después de los padres y los hijos, después de los hijos y los nietos. Es como que para las cubanas el descanso nunca llega.

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“Después, esa carga doméstica, donde pocas cosas están facilitadas: piensa en la comida, busca la comida, piensa en lavar, con el detergente que aparezca, no importa si se te revientan las manos, si ya estás desplumada. Pero lo peor, para mí, además de todo eso, la gota que colma mi copa, es que yo quiero ser mujer no solo porque tengo ovarios, sino también porque soy una presumida y me gusta pintarme el pelo, maquillarme, ponerme zapatos lindos, cómodos, y eso que parece frívolo, que parece insignificante, para mi es la diferencia. Y a veces es lo más difícil de solucionar, sobre todo cuando tienes que escoger entre lo primero y esto.”

Que las desigualdades de género persisten es verdad conocida. Y contra ellas poco han podido todavía, al interior de los hogares y también fuera de estos, que las mujeres sean el 65,2 % de los graduados universitarios, el 66,8% de la fuerza técnica y profesional o el 45,8 % de la dirigencia del país. Ni siquiera que el 44,9 % de la jefatura de los hogares esté en manos femeninas ha podido contra esos vientos.

No obstante, Ellas no parecen sentirse deprimidas o aplastadas. El sondeo realizado por este medio entre una veintena de mujeres de las más diversas ocupaciones –todas entre 40 y 59 años- así parece confirmarlo.

“Tengo la posibilidad de hacer lo que me gusta, de superarme, de decidir por mí misma, de tener derechos y no ser discriminada ni como mujer, ni como negra; y no depender de nadie para vivir a pesar de que la cosa no está fácil.”

Así declara Aleida, redactora asistente, quien agrega: “te cuento que desgraciadamente escogí un marido que no sabe poner ni un clavo, pero en algo me ayuda, aunque todo el peso lo llevo yo. De la casa sí estoy obstinada porque todo se hace muy difícil por la situación económica. Y las trabas burocráticas para solicitar un préstamo al banco es cruzar el Amazonas a nado y sin salvavidas”.

Aunque no abundan estudios públicos sobre el bienestar subjetivo, la calidad de vida de la mujer cubana de edad mediana, la investigación Recursos personológicos y bienestar psicológico en un grupo de mujeres de edad mediana. Un estudio de casos, dada a conocer el pasado año por sus autoras, la máster en Psicología de la Salud y profesora auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Rebeca Alonso González, y Karen Pérez Molina, Licenciada en Psicología de la Salud, arroja alguna luz sobre el tema.

Aun tratándose de un estudio de casos -las propias investigadoras indican que sus resultados no permiten definir tendencias-, sus conclusiones son muy interesantes. Entre estas se apunta que haber logrado las aspiraciones y expectativas personales respecto a la maternidad y al matrimonio resultó un elemento importante para el bienestar psicológico de todas las mujeres en edad mediana estudiadas.

Asimismo, las especialistas constataron que poseer una relación de pareja estable, consolidada y afectivamente satisfactoria, se encuentra íntimamente vinculado con el sentimiento de satisfacción personal de las mujeres investigadas.

Estas estudiosas constaron que en la gran mayoría de los casos, tenía un gran peso entre sus intereses el área familiar y doméstica, “generando en consecuencia un proyecto de vida limitado casi exclusivamente al espacio hogareño y a los roles que se le han asignado a la mujer en este por tradición”.

¿Contentas y rabiosas?

Ninguna de estas conclusiones puede entenderse, y así lo habían dejado sentado las autoras del estudio, como un traje que a todas sirve. Pero no hay dudas de que la esfera doméstica constituye un lastre pesado para el vuelo de las cubanas.

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Así lo ratifica, en diálogo con esta reportera, Milena, también periodista: “Ser mujer en Cuba hoy, como lo vivo, es ser hormiga. Enorme en su voluntad ("Me estremeció la mujer..."), pequeñísima en su visibilidad. No hablo aquí de las mujeres célebres, que son merecidamente reconocidas. Hablo de que en los últimos años esa persistencia que sobre todo deben experimentar las madres para sostener el edificio, está poco enaltecida. Muy subvalorada”.

La doctora en Ciencias de la Educación, profesora universitaria e investigadora Tania Caram León asegura en su ensayo Las mujeres cubanas: entre avances y desafío, publicado a mediados del año pasado, que “Todavía el trabajo doméstico no remunerado se sigue definiendo como "no económico", aunque sin ese trabajo reproductivo ninguna economía podría funcionar. Por ello es necesario entender el trabajo reproductivo y de cuidado como una responsabilidad social y colectiva”.

Pero del dicho al hecho, median siglos de estereotipos y prejuicios. Los condicionamientos de orden subjetivo perviven en las mentes de hombres y también de mujeres. En estas, sin embargo, parece observarse hoy una interesante contradicción interna que alimenta ternuras, cuidados, y a la vez una inconformidad con tal estado de cosas que a veces se traduce en desesperación o ira.

Odalys, auxiliar de limpieza, lo resumió así para Cubasí: “Ser mujer en Cuba es ser una heroína, decir eso te lo abarca todo, porque con la cantidad de trabajos que nosotras pasamos…” Y no lo decía con orgullo.

En la misma cuerda, Yamila, trabajadora de un área informática, respondió casi con rabia: “La mujer en Cuba es la muleta a la que todo el mundo se recuesta. Nosotras no nos hemos emancipado nada; eso de la emancipación es puro periódico, seguimos siendo esclavas de la casa, de los maridos, de los hijos”.

Ella no habló de otros familiares, pero el cuidado de adultos mayores es una de las cargas más pesadas que tienen sobre sus espaldas las señoras de cuatro y cinco décadas en esta Isla. Mujeres de la Generación Sandwich, les llaman algunos especialistas por estar atrapadas entre la atención a sus hijos y a sus padres, o a los padres del esposo u otros parientes de edad avanzada con quienes conviven. Encuestas regionales indican que estas sienten más estrés que cualquier otro grupo de mujeres, y aunque también hay hombres con esas responsabilidades, esos sondeos han revelado que más mujeres que hombres reportan pasar por estrés extremo.

Aunque la abogada Yacquelín no es de las que transita por esos grados elevados de estrés, también a ella la limita, aunque lo hace con mucho amor, la atención a su hijo adolescente, limitado temporalmente en la locomoción. “Ser mujer? Es ser una mula mi’ja, pero no vayas a poner eso así” Ríe con su bello rostro, a pesar de los ‘ta, y explica: “imagínate, tienes que lavar, planchar, trabajar en el bufete, y además, atender a los vecinos que te traen sus problemas y dudas legales a las horas más locas. La célula fundamental de la sociedad no es la familia, que va; es la mujer.”

La mujer fantasma

Así tituló William Irish a su conocida novela policíaca, pero todavía está por escribir –a al menos, por publicar- la novela que recoja los avatares de esa mujer también fantasma, la que pasa de los 40 y mucho más, cuyos esfuerzos muchas veces no son percibidos en toda su magnitud por los miembros de la familia y por la sociedad, convirtiéndola en algo así como la mujer invisible.

Pareciera que “le toca”, y hasta ella misma lo asume así no pocas veces. “Es algo normal, natural. Quién lo va a hacer si no soy yo”, explica desde un convencimiento que duele Maritza, trabajadora de servicios.

Tan invisibles se hacen, que, en oportunidades, hasta ellas mismas dejan de verse en todas sus necesidades y expectativas, subordinándolo todo a los demás. Tanto es así que hasta el área de la salud se les reciente de una manera significativa.

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Ocurre que en esas edades acontecen los cambios asociados al climaterio, lo cual aunque no es una enfermedad, sí conspiran contra su bienestar y a ello se suman afecciones como la osteoporosis y otras que han venido arrastrándose desde tiempo atrás, pero que siempre quedan en la lista de pendientes.” Primero es llevar a la niña –de 19 años- a ajustarse los aparatos de los dientes, renovar la dieta del abuelo, resolver el alusil para Frank, que la acidez dice que lo tiene loco… ¿verme yo con el médico, en qué tiempo, chica?

De todos modos, lo cortés no quita lo valiente. Y bien valientes que son las cubanas. Porque a pesar de esas realidades, no se rinden, no renuncian a la sonrisa, esa con que este domingo 8 de marzo acogerán la flor, la postal, o el Felicidades por el Día Internacional de la Mujer.

Y con igual sonrisa, probablemente suscriban la tesis de la doctora Tania Caram León: “Las desigualdades de género no solo se erradicarán con mayor participación de las mujeres en la vida económica, política, cultural y social del país, sino que están muy relacionadas con las actitudes y prácticas culturales de los hombres y las mujeres. No abordar las inequidades de género está frenando el desarrollo de las mujeres, y también de los hombres”.

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