Filipinas: la víctima perfecta

Filipinas: la víctima perfecta
Fecha de publicación: 
26 Febrero 2015
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Casi imperceptible acaba de pasar el frustrado intento de golpe de Estado contra el presidente filipino, Benigno Aquino, el tercero con ese nombre, al que apodan «Noynoy» o «Pnoy», complot en que están implicados algunos militares de bajo nivel y algunos de los empresarios más ricos del país.

Los golpes o intentos golpistas han sido algo común en la historia filipina, uno de los pocos países que ostenta la nada loable carátula de ser una de las naciones más pronorteamericanas en Asia, tanto en las esferas gobernantes como en capas bajas de la población, debido a la influencia y propaganda mediática occidental, combinada con la permanencia durante décadas de enormes bases militares estadounidenses.

Filipinas tiene una rica historia de irrespeto a la ley y asonadas militares.

En 1972 el presidente Ferdinand Marcos, elegido en 1965, decretó la ley marcial e instaló una dictadura que dirigió los destinos del país hasta 1986.

Desde el retorno a la siempre maltrecha democracia, se han denunciado más de seis conspiraciones, fraguadas por antiguos beneficiarios de la dictadura, como oficiales y empresarios. Las dos anteriores datan del gobierno de Gloria Macapagal (2001-2010), cuando seguidores del expresidente Joseph Estrada marcharon el 1 de mayo de 2001 contra el palacio de gobierno, pidiendo la salida de la presidenta.

Macapagal decretó el estado de rebelión por cinco días, lo que permitió el arresto de sospechosos por tiempo indeterminado. Durante la represión murieron algunos manifestantes y un centenar resultó herido.

El 26 de julio de 2003 un grupo de 300 oficiales pidió la renuncia de la mandataria bajo supuestos cargos de corrupción, aunque el intento fracasó. Como respuesta, Macapagal despidió a su Ministro de Defensa y restituyó la pena de muerte.

El actual presidente, Benigno Aquino III, venció hace cinco años en elecciones consideradas una de las menos sucias, teniendo como aval el ser hijo de quien coadyuvó a la caída de Marcos –aunque considerado un integrante de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos-, posteriormente asesinado, y de la exmandataria Corazón Aquino, fallecida a causa de cáncer de colon.

El quinceavo Presidente de Filipinas recibió el respaldo de la mayoritaria población católica, quien hizo caso a sus promesas de luchar contra la corrupción y la pobreza, asignaturas pendientes con los anteriores mandatarios.

«Noynoy» Aquino, quien tiene una bala alojada en el cuello, una de las cinco que le impactaron cuando soldados rebeldes atacaron el palacio presidencial en 1987, en un intento de golpe de Estado contra su madre, dijo en su primer discurso que «el primer paso es contar con líderes que son éticos, honestos y verdaderos servidores públicos. Voy a dar ejemplo. Me esforzaré por ser un buen modelo. No voy a decepcionar la confianza que han depositado en mí».

Promesa incumplida

Con Ninoy, con rica historia de éxitos empresariales, Filipinas creció económicamente, a pesar de la crisis económica mundial, ayudada por su participación en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).

A ello se agrega el aval de haber firmado el 15 de octubre del 2012 un histórico acuerdo de paz con el grupo rebelde separatista Frente Moro de Liberación Islámica, para intentar poner fin al conflicto armado de más de cuarenta años entre el Estado filipino y la insurgencia.

Un Producto Interno Bruto de más de 6% el pasado año y la esperanza de superar el 7% en este 2015 avalan su gestión, pero el país vio avanzar aún más la corrupción y la pobreza, a pesar de afirmaciones oficiales en contra. La ocurrencia de uno de los tifones más fuertes de la historia que lo haya asolado, en el 2013, hizo aflorar todas las desigualdades, mezquindades e injusticias de las que es víctima la mayor parte de la población.

En ocasiones hemos comentado sobre esa población flotante que vive en plenos basureros, a lo que podemos añadir imágenes vistas por televisión de niños moribundos clamando ayuda en las calles de Taclobán y las historias de miseria en Cebú, mientras contrasta la lujosa fiesta de cumpleaños en Hollywood de Jeane Lim-Napoles, hija de una millonaria empresaria filipina, que reveló una trama de corrupción y estafa multimillonaria que implicó a algunos miembros del Congreso filipino por desviación de fondos.

Una auditoría estatal reveló que varios parlamentarios habían malgastado 10 000 millones de pesos –unos 170 millones de euros– en proyectos inexistentes bajo la presidencia de Gloria Macapagal Arroyo, y el presidente Aquino prometió reformar el sistema para erradicar la corrupción, pero él también ha estado en el punto de mira. En el 2011 creó un programa especial de fondos, al que no dio ninguna publicidad, y que, según una investigación periodística, entregó mil millones de pesos (unos 20 millones de euros) a 18 senadores, después de que estos votaran a favor de destituir al Presidente del Tribunal Supremo, considerado su principal rival político.

Además de que hay un problema de corrupción sistémico y Benigno Aquino hasta ahora ha hecho menos de lo esperado, el frágil sistema de partidos favorece el clientelismo y la compra de votos.

Las grandes infraestructuras como hospitales, colegios y carreteras, corresponden al gobierno nacional, y el problema es que adjudica los contratos a empresas que hacen malas construcciones, una irresponsabilidad en un país que sufre una media de 20 tifones al año y se encuentra en el Anillo de Fuego del Pacífico, una de las zonas con más actividad sísmica y volcánica del mundo.

Como siempre, los más desfavorecidos son los que sufren las consecuencias en ese mundo de corrupción, donde la pobreza alcanza a un 27% de los casi 100 millones de personas, que añadidos al mal tiempo y pésima construcción, hacen de la población filipina la víctima perfecta.

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