Adiós, Celina

Adiós, Celina
Fecha de publicación: 
6 Febrero 2015
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Este viernes tiene lugar el funeral de la cantante Celina González, la reina de la música campesina cubana, fallecida este miércoles en La Habana.

 

Celina González representó lo más auténtico, lo más palpitante de la tradición musical de los campos cubanos. Desde su infancia convivió con cultures de esas manifestaciones, en años en que se consolidaba un complejo riquísimo de sensibilidades, de prácticas artísticas de fuerte arraigo popular. En la primera mitad del siglo pasado la tradición campesina dio el salto a los medios de difusión masiva, al disfrute de toda la población, sobre todo en los predios urbanos. La radio primero, y después la televisión, difundieron ese legado, lo multiplicaron en las voces de reconocidos artistas. Celina fue una de las más destacadas, una de las más queridas. Junto a su esposo Reutilio integró un dúo trascendental, muy al estilo de la época. Pero ellos dos marcaron hitos, hasta el punto de que fueron imitados hasta el cansancio.

 

Celina conquistó un trono que nadie nunca le ha discutido: era la reina absoluta de la música campesina. Su voz melodiosa, de hermoso color y de particulares aptitudes para la tonada, dio a conocer temas de muchos autores, que de inmediato popularizaba gracias a su simpatía y proyección. Después del triunfo revolucionario, algunos de sus compañeros decidieron abandonar el país, pero ella prefirió quedarse entre los suyos, porque asumió que para seguir interpretando la música de los campos no se podía perder el vínculo directo con esa tradición.

 

Y esa era la fórmula de Celina: un diálogo en dos sentidos. No traicionar nunca las esencias de un arte vivo, popular. Y al mismo tiempo, enriquecerlo con nuevas sonoridades, con una estilización respetuosa que de alguna manera universalizaba ese tesoro musical.

 

No es de extrañar entonces la gran popularidad de la cantante en otros países, particularmente en Colombia, donde llegó a ser un importante referente de la música cubana.

 

No se puede hablar de Celina González ignorando el escenario principal de su extensa carrera: el programa Palmas y cañas, ese espacio emblemático de la Televisión Cubana.

 

Durante muchos años ella fue presencia permanente, junto a otros destacados intérpretes. Ellos no dejaron languidecer la tradición, amenazada de alguna manera por la creciente urbanización de las zonas rurales. Quizás no seamos conscientes de la importancia de esa labor, porque en Cuba asumimos que la música campesina no es pieza de museo. Pero otros países de la región han visto como las expresiones artísticas de los campos, ante la avalancha de la cultura de masas, se han preservado en el mejor de los casos como expresiones puramente folclóricas.

 

La obra de Celina González es patrimonio de toda la nación. Su público es disímil. Ella supo llegar a todos porque su arte estaba estrechamente ligado a las circunstancias de su pueblo. Ese es el arte más auténtico, el que tiene garantizada su trascendencia. Pasarán los años y Celina González seguirá siendo la reina, con la majestad intacta de tanta entrega, tanto talento.

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