¿Cómo anda la cosa?

¿Cómo anda la cosa?
Fecha de publicación: 
29 Agosto 2011
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Los cubanos tienen un nuevo santo y seña para saludarse, una frase lacónica y a la vez abarcadora: ¿cómo anda la cosa?

Al principio la formulaban en plural, pero el uso cotidiano la redujo al singular cosa (verbo incluido). Lo mismo sirve para indagar sobre las menudencias cotidianas, un problema en vías de solución o no, la salud, el tiempo, el contexto internacional o el avance de un escarceo amoroso.

La respuesta puede ser: la cosa anda bien, más o menos, o una interjección melancólica: "hummm". La polisemia del lenguaje es rica, los hablantes lo saben o lo intuyen y manejan a la perfección sus claves. Todo el mundo se entiende.

La frase en cuestión sustituyó gradualmente a otra que se resiste al desuso: "¿Y qué?", con su complemento: "Ahí". De la entonación que se le imprima al "ahí", el que escucha podrá adivinar el estado de ánimo, el humor, los secretos deseos, las dudas o insatisfacciones de su interlocutor.

El español cubano hablado en la calle, la norma popular, como la definen los lingüistas, echa al vuelo de modo constante modismos, fórmulas, vocablos nuevos que desaparecen o se incorporan para siempre al día a día. El uso decide su destino.

Una de esas fórmulas, tomada al azar, circula a toda vela, cuando se precisa localizar a alguien telefónicamente: "le quemo el teléfono", asegura la persona empeñada en la metafórica cacería.

Su contrapartida, de parte del perseguido, una especie de soliloquio, no es menos elocuente: "muévete, que me estás quemando el teléfono" (o el celular).

Consciente de su fuerte ascendencia popular, el cineasta cubano Ian Padrón las incorporó a su reciente película Habanastation, en boca, por ejemplo, de Moraima, el personaje encarnado por la actriz Blanca Rosa Blanco, cuando se entera de la desaparición momentánea de su hijo: "Estoy como el refresco instantáneo, asegura irritada, le echo agua y salen 50 vasos". O cuando el niño habitante en el barrio de Zamora le dice a su amigo de la barriada de Miramar: vamos a jugar a mi gaveto (sinónimo de casa).

El cantante colombiano Juanes quedó hechizado por una frase usual en las despedidas cotidianas en la isla: "Chao pescao, a la vuelta picadillo", aprendida de su colega, el cubano Yotuel, uno de los exintegrantes del grupo Orisha, durante el concierto habanero Paz sin fonteras.

El grupo vocal Sampling también ha aportado lo suyo, con una frase que le viene como anillo al dedo a los taxistas, pero sobre todo a los "boteros" que circulan al timón de viejos Chevrolets por las calles citadinas: "Vamos, vamos, apretaítos, pero relajaos".

De esa manera convocan a todo posible pasajero indeciso, aun cuando su "bote" esté lleno.

La gracia criolla aflora y se abre paso a contrapelo de los puristas que defienden la pureza extrema de la lengua, olvidando a Cervantes.

Tal vez no recuerden que el lenguaje dista mucho de un código arbitrario de signos y símbolos. Es, por el contrario, una obra colectiva, la manera en que los pueblos sienten la realidad.

Un idioma contiene, en potencia -y a la par-, todos los matices del verde, toda la carga sugestiva de la canción, la fascinación de la poesía, el día a día que une, el poder y la fuerza de las ideas, el llamado a la solidaridad.

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