«Yo curé al Che» (+ INFOGRAFÍA y MULTIMEDIA)

«Yo curé al Che» (+ INFOGRAFÍA y MULTIMEDIA)
Fecha de publicación: 
8 Octubre 2014
0
Imagen principal: 

 —¿91?

—Sí, 91 cumplidos.

Me sorprende. Habría calculado 80 a lo sumo, no más. Es demasiado ágil, coherente al habla y con una lucidez soberbia.

enfermera del che cubasi«¿Por qué me quieres entrevistar a mí? Con tantos artistas y gente famosa que hay por ahí. A mí no me conoce nadie».

Tiene razón. Olga Alarcón es una de esas tantas historias que pululan entre nosotros sin que su presencia sea notada. Saben que fue enfermera, que no tiene hijos. Algunos que la conozcan un poco más agregarían que a pesar de haber perdido el acento, después de tantos años en Pinar, tiene raíces orientales. Pero lo que pocos saben es que en plena Crisis de Octubre fue ella quien curó al Che cuando este se disparó accidentalmente con su propia arma.

Había terminado la guardia esa mañana. Sería mediodía cuando tocaron a mi puerta pidiéndome que regresara al hospital. Había un paciente que me requería. No sabía en ese momento de quién se trataba.

¿Por qué a mí entre tantas enfermeras?

Supongo que mi experiencia y manera de trabajar llevó al gobierno provincial a confiar en mí. Además, estaba integrada al proceso revolucionario desde antes de 1959. Celia visitaba mi casa y compartía sus ideas.

—¿Celia? —la interrumpo, me sobresalta el nombre.

—Celia Sánchez. Nací en Media Luna, como ella. Su padre era el médico de mi familia, incluso me salvó la vida cuando era niña y me dio paludismo. Era más cercana a su hermana Flavia, estudiamos juntas, pero Celia siempre acompañaba a su padre cuando él iba a la casa. Era una muchacha muy inteligente. Daba gusto escucharla hablar sobre justicia, cambios... En aquel entonces no era la guerrillera, la heroína, pero ya tenía un carácter formado.

—¿Y al Che? ¿Cómo lo recuerda?

—Ese hombre tenía un sentido de la responsabilidad desconcertante. Mientras le curaba la herida, sostenía que cuando él lo decidiera se iba, que tenía mucho que hacer en la Comandancia de los Portales.

El accidente ocurrió mientras limpiaba el arma. Fue una lesión leve. La bala apenas le rozó parte del cuello y el rostro. Tuvo mucha suerte. Unos milímetros y hubiese sido fatal… Todavía le quedaba mucho por hacer.

 

enfermera-01

Estuve varias horas sin dormir. El día anterior de guardia y ese día pendiente del Che todo el tiempo. No porque temiese a la herida de la bala. Era su asma lo que me inquietaba. Cada vez que tosía me sobresaltaba, temiendo que tuviera un ataque.

A veces pierdo la noción de los años, el tiempo que no perdona. Pero estoy segura de lo que te estoy contando. Tengo vivos los recuerdos de ese día.

—Tráiganme un radio, por favor, quiero oír qué mentiras dicen las emisoras extranjeras del accidente; si es que ya lo saben.

—Comandante, estoy aquí para lo que necesite.

—Te agradezco, Acuña, pero no es momento para abandonar los compromisos. Su lugar es la comandancia. Asegúrese de que todo marche.

Así era él. La responsabilidad ante todo. No permitió a aquel oficial acompañarlo en el hospital. Le agradeció la preocupación, pero le pidió que volviera a su puesto. Aunque fue cortante con su determinación, era comprensible. Vivíamos tiempos difíciles. Estuvimos a punto de un desastre nuclear. No era poca cosa.

Habrán sido 20 horas. No puedo decir que lo haya conocido de verdad. Con el contacto de un día, me quedé con la imagen de un hombre callado, pendiente de las noticias de la radio, ecuánime para alguien que podía haber muerto por una bala propia, pero sobre todo, responsable. Le preocupaba más las tareas pendientes que su estado de salud.

Olga enfatiza una y otra vez lo incómodo que era para el Che sentir que estaba incumpliendo. Lo repite no porque la mente le juegue mal, sino porque fue lo que más la impresionó.

Otras personas que lo hayan conocido mejor, que hayan convivido con él más tiempo, podrán agregar otras características, pero para mí la principal era su sentido de compromiso. Ese hombre sufría por no estar cumpliendo sus funciones.

Mientras lo inyectaba, me preguntó por las condiciones del hospital. Yo le hablé del déficit de personal, de que a veces no dábamos abasto. Muchos habían emigrado después del Primero de Enero.

Ahora dos enfermeras más y yo estamos impartiendo clases, Comandante, como parte de un curso para formar auxiliares de enfermería —le dije. Son muchachas muy jóvenes, de origen humilde la mayoría, pero se les ve entusiasmadas y con ganas de aprender.

Entonces él puso su mano en mi hombro y me agradeció.

Sentí una emoción grande. Algo parecido al orgullo. Pero qué va, aún más grande. Era un hombre al que todo el mundo admiraba y respetaba tanto... Y ahora él a mí me estaba diciendo «gracias».  

Olga habla con la humildad de quien no se siente relevante, de quien pensaba no merecer «gracias». No cree que sea parte de nuestra historia. Yo lo pienso diferente.

alt

VER INFOGRAFÍA: CHE EN BOLIVIA

 

 

alt
VER MULTIMEDIA: BÚSQUEDA, HALLAZGO E IDENTIFICACIÓN DE LOS RESTOS DEL CHE

alt

alt

alt

alt

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.